La discografía sobre la vida en la carretera, las giras interminables y la nostalgia del hogar lejano es extensa y variopinta. Sin ir más lejos, en esta casa ya hemos reseñado algunos de los últimos discos dedicados a este eterno leit motiv, con el toque de softrónica chapa del «Destroyed» (Mute / PopStock!, 2011) de Moby por un lado o a través del folk sentimental de «Gallantry´s Favorite Son» (Glitterhouse / Music as Usual, 2011) de Scott Matthew por el otro, tirando sólo de los ejemplos más próximos en el tiempo. Lo de Yuksek, sin embargo, va por otros derroteros. Mientras que las canciones escritas con el pulso de la nostalgia del hogar añorado dan lugar a discos un poco emo y con el cronómetro que marca el regreso girando con locura, el francés con pseudónimo turco da una vuelta de tuerca al género de discos de carretera y se marca un viaje hedonista y pletórico en su segundo álbum, un «Living On The Edge Of Time» (Universal, 2011) que rezuma alegría y que, sobre todo, invita al baile y contagia las ganas de salir a la calle y dejar que el sol te bañe la cara.
El disco empieza como un cohete, ascendente y en continua aceleración. De sus referentes más cercanos y evidentes –Daft Punk y Aphex Twin-, Yuksek ha heredado una capacidad incuestionable para dominar el tempo del baile sin caer en el recurso fácil. Para sus nuevas canciones, sin embargo, y sobre todo en la primera parte, aparca de forma muy inteligente el dance progresivo de traca y cemento de Justice que dominara por completo su primer trabajo, el muy celebrado «Away From The Sea» (Universal, 2009) , que le quedó resultón pero que iba como un péndulo de Justice a Calvin Harris y de Calvin Harris a las escuderías Ed Banger y Modular (de cuando merecía la pena), convirtiéndole en un Karl Lagerfeld musical: imbatible asimilando referencias y convirtiéndolas en oro pero con una decepcionante falta de identidad propia. Así, en este primer tramo dominarán el pop con mayúsculas, el glam setentero e incluso el synth pop retro pero bien embadurnado de nuevas tecnologías, dando lugar a maravillosos momentos en los que es capaz de tocarse con The Sound of Arrows, los Depeche Mode del principio, Moroder e incluso la new wave sintética. Yuksek juega con las melodías, asimila la temática del viaje y construye canciones exultantes.
No es casual que el disco empiece con «Always On The Run«, un opening certero con un piano tan glam que invita a quedarse en pelotas y ponerse perdido de purpurina. «White Keys» es ese himno pop que todo disco de este tipo debe de tener: con coros de adultos y de niños y una melodía facilona para seguir dando palmas, lo único que uno es capaz de hacer cuando debe pincharse esta canción, que es al cierre de cualquier club de verano, para corear ese estribillo festivalero y naïve. En «Off The Wall» explora al máximo la vena pop esta que de repente le ha salido, y lo hace tan bien que firma una de las canciones más placenteramente veraniegas de la temporada: dócil y tan radiofónica que a ratos da rabia, pero es tan y tan fácil adorarla que ni eso importa. Este debería ser el camino que el francés tendría que explorar en adelante, porque lo reivindica como un estupendo compositor de canciones estrictamente pop, muy vendibles y asequibles fuera de nuestras fronteras, y que aquí simplemente se quedarán como posibles sintonías de la próxima edición de «Granjero Busca Esposa«. En el primer single, «On A Train«, toca explorar el synth new wavero, pero lejos de quedar un pastiche retro, saca su currículum vitae y nos recuerda que una de sus principales habilidades es calcar a Calvin Harris: y ahí la tienen. «Say A Word» ya adelanta los delirios Justice que invadirán la segunda mitad del disco, que en la mayoría de canciones se quedan en algo anodino y a veces exasperante a excepción de la flamante «Fireworks«, en la que la mecha que se ha ido apagando desde «To See You Smile«, una balada totalmente marciana, prende de forma excepcional y por última vez.
Pese al atajo de electrónica machacona para masas endrojadas que coge en la segunda mitad del álbum, la primea jornada del viaje merece muchísimo la pena. Yuksek sigue prometiendo mucho, y cada vez está más cerca de convertirse en un productor auténtico al que las referencias sólo le sirvan para trazar un mapa desde su origen hasta su destino, pero que le permita improvisar a lo largo de todo el recorrido.