Ya no nos acordamos, pero 2007 fue un año muy guay para el pop. Gracias a Vampire Weekend y MGMT se ponía el foco en Nueva York, y hasta el dia de hoy, todos los grupos que de allí han salido se las han apañado para mantener viva esa luz, como la llama Olímpica pero en guay. Yeasayer eran los primos pobres de los de «Contra» y los vecinos limpios de los del «Time to Pretend«. También sacaron disco ese año. Llamó la atención pero no mucho, gustó pero tampoco demasiado, prometía pero ya veremos, y hoy se desmarcan con uno de los trabajos más potentes del 2010. Así, a lo bestia. Sin tonterías, sin que nadie les haga sombra. «Odd Blood» (Secretly Canadian / PIAS Spain, 2010) es una apisonadora de pop lisérgico digna de estar en todas las estanterías, y solo por «Rome» ya merece el título de mejor disco de pop flipado de lo que llevamos de año. La primera vez que esuché «Odd Blood» aluciné, así, en colorines. Me quedé igual que la Moreneta empapada de LSD de la portada.
Lejos quedan las bases establecidas por «All Hour Cymbals» (EMI, 2007). Los de Chris Keating se han pasado por el forro lo que hicieron en su primer disco (aunque donde hubo fuego siempre quedan las brasas) y se desmarcan con algo que ni de coña hubiéramos podido esperar. El disco empieza con «The Children«, una intro raruna, un tanto friki, que te obliga a levantar la vista y prestar atención. Algo descompasasada y chirriante con el resto de canciones, sirve para desconcertar al oyente y obligarle a estar en lo que hay que estar. Con «Ambling Alp«, la segunda canción y primer single que ya se pudo escuchar en su día, ponen la quinta y no levantarán el pie del acelerador salvo en contadas ocasiones. La canción dedicada a Primo Carnera es un hit desde que empieza hasta que acaba, pero totalmente alejado a los preceptos de hit pop al uso. Es oligofrénica, su melodía atrapa y se escapa, discurre a trompicones con una base casi tribal que marca un ritmo infeccioso, contagioso y capaz de dejarte ko. Pero cuando más molan Yeasayer en «Odd Blood» es cuando se ponen tremendos a lo ochentero. Oh, «Madder Red«, sus uuuuh uuuuhs ya son lo más comentado de la red, con esa base sintética tan gayer, con su guitarra a lo épico rockero que se enrolla perfectamente con la melodía cantada – con subidón de colina salvaje incluído. Es tan Duran Duran, tan Tears for Fears, tan imposiblemente seria con su suplicante “Please don´t ask me why” que se pierde susarrante en el viento. Pero la cosa ochentera no acaba aquí, el sinte de «I Remember» es deliciosamente naïf, el falsetto un poco Simply Red y sigue teniendo ese rollete de canción épica que no sabes si tomarte a coña o en serio y que te deja atontado pero muerto de gusto, como cuando entra la luz por la mañana, y sabes que todavía te quedan dos horas por delante para dormir. Y sin ganas de dormir te deja «Love Me Girl«, que tiene un punto afterero robótico hipnótico un poco chumbachumba con samples de pájaros selváticos incluído que me tiene loca.
Luego está cuando demuestran que lo que realmente les gusta es el cancaneo. Cancaneo ochentero, pero cancaneo. «ONE» se escribe con mayúsculas porque lo merece, porque incita a congas veraniegas, porque mientras El Guincho permanezca en el retiro, la tendremos a ella para amenizar las noches de verano. Y aunque el resto de canciones tienen también su punto, es «Rome» la que hace que el disco valga la pena totalmente. Una de las canciones del año desde ya. Es trepidante, contagiosa, un hit, un himno, una gozada con propulsión a chorro con infinidad de texturas, trastocada y con una base calypso que ya quisieran Hot Chip poder imitar con la misma clase. Si te la pones con cuatro cafés encima te aseguro que acabas viendo a la Virgen.
Con esto, quiero decir que «Odd Blood» es como el cerdo, se aprovecha todo. Aunque tiene canciones mejores que otras (o que llamen más la atención de entrada) no es perfecto, pero casi. Habrá quien lo tilde de arty, de cultureta, de gafapasta, de pretencioso, de oportuno, y seguramente tengan razón. Pero estos adjetivos no siempre tienen por qué ser despectivos. Yeasayer se han desmarcado con un disco inesperado, heterogéneo, pensado y hecho para no resultar indiferente, con infinidad de texturas, que aprovecha inmejorablemente las técnicas digitales, que recoge el testigo de otras bandas psicodélicamente vanguardistas y no palidece a su lado, y que no tiene problemas en reconocer que es sintético hasta la médula. Y lo mejor es que dicen que en directo son bestiales. Así que qué más se puede pedir.
Quien dijo que el primero era mejor, se equivocaba.