Utopía: proyección humana de un mundo idealizado que se presenta como alternativa al realmente existente. Distopia: utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad perfecta. Estos dos conceptos son los que abren y sobre los que pivota el quinto disco de YACHT, “Shangri-La” (DFA / Music as Usual, 2011), encabezamiento que remite a ese valle ficticio, místico y armónico descrito por el autor británico James Hilton y que tantas veces fue nombrado a lo largo de la historia de la música pop. Alrededor de su espíritu e imaginario idílico, Jona Bechtolt y Claire L. Evans prosiguen sus viajes interestelares en busca de escenarios construidos con materiales que poco tienen que ver con el suelo que pisamos o el aire que respiramos. Si en su anterior referencia, “See Mystery Lights” (DFA, 2009), que hizo que el significado de su nombre (Young Americans Challenging High Technology) adquiriera verdadera trascendencia, su electrónica sci-fi discurría entre agujeros negros, cometas refulgentes y asteroides mezclados con bolas de neón, disco-funk de los 70 y 80 y electropop sincopado y dislocado, ahora navega en los más profundo del cerebro con el objetivo de alcanzar la orilla donde se encuentra ese paraíso que todos los mortales persiguen desde tiempos inmemoriales. Eso sí, manteniendo intacto su apego por los sonidos característicos de su discográfica, DFA.
Efectivamente, el sello fundado por James Murphy y Tim Goldsworthy influyó de manera decisiva en la estética sonora de la pareja (artística y sentimental) de Portland desde que esta accediera a él en 2008, aunque eso no cambió su costumbre de intentar escapar lo más lejos posible de nuestro planeta, dejando que sus mentes se liberasen y expulsasen toda la podredumbre propia del ser humano para dejar de ser por unos instantes, precisamente, humanos. Así son Bechtolt y Evans, dúo que llama la atención por su actitud y por su forma de desarrollar sus roles artísticos (aparte de por su, a veces, extraña y ambigua apariencia externa). Aunque ese empeño por huir de lo que nos rodea necesita originarse a partir de inevitables conflictos terrenales y cercanos, como por ejemplo, los que están definiendo la coyuntura de la actual crisis global. Curiosamente, hace un par de días decíamos algo similar de Handsome Furs y del proceso creativo durante el cual gestaron su último trabajo, “Sound Kapital” (Sub Pop, 2011); de un modo muy parecido, YACHT pergeñaron “Shangri-La”, pero sin recurrir a viajes físicos, sino más bien psíquicos.
Los mismos Bechtolt y Evans reconocieron que su nuevo álbum es fruto de la creencia en un edén completo y sostenible que se encuentra sólo en nuestras mentes, y trataron de trasladar esa idea entre religiosa y hippy a los esquemas vitales del siglo XXI. Pero esta inmaculada teoría presenta un problema de compleja resolución: la eterna lucha de contrarios que impide que tenga una traducción tangible y palpable. De esta forma volvemos al comienzo de este texto y, a la vez, de este LP: sus dos cortes iniciales, “Utopia” y “Dystopia (The Earth Is On Fire)” (sabiamente enlazados en el videoclip que se puede ver más abajo), además de establecer la pauta temática de “Shangri-La”, ofrecen algunos apuntes sobre su sonido, que se mueve entre el ritmo frenético deudor de Devo y Liquid Liquid (y de esta tonadilla, ¿la recuerdan?) de la primera y los teclados angulosos del post-punk neoyorquino de hace tres décadas de la segunda. Explicado el punto de partida, YACHT moldean su discurso sin abandonar, repetimos, el libro de estilo con el que se diseñó “See Mystery Lights”: el de DFA, aunque en esta ocasión Murphy no metió mano en la producción. Sin embargo, es inevitable tirar de comparaciones con el hogar que los alberga a la hora de contextualizar el funk ultra-bailable de bola de espejos de “I Walked Alone” más “One Step” (esta colaría como hit de Lipps Inc.), los devaneos con la psicodelia triposa (nunca mejor dicho) de los más de siete minutos de “Tripped And Fell In Love” y la pulsión primitiva copiada a LCD Soundsystem de “Paradise Engineering”.
Esta última canción refuerza la llamativa propuesta de “Shangri-La”, que combina dicho aspecto superficial desenfadado con el mensaje pseudo-filosófico y de llamada a la acción que se encierra en su interior. Pero cuando nuestra pareja decide centrarse en el aspecto lírico, la voz de Evans relaja su nervio y la estructura de sus composiciones adopta la elegancia new-wave de Talking Heads (“Holly Roller”) o la sofisticación urbana de Tom Tom Club (“Love In The Dark”). Dos influencias de postín que se relacionan igualmente con el gran colofón de este disco, el que le da título, “Shangri-La”, y en el que se concentra el alegato que Bechtolt y Evans desean transmitir a la humanidad: erige tu propia utopía para quedarte en ella. Tales palabras reflejan a la perfección las intenciones de YACHT y de otros grupos electrónicos (como los mentados anteriormente Handsome Furs o los resucitados Atari Teenage Riot) que, dado el panorama desolador que nos rodea, pretenden recuperar la música sintética como elemento de agitación social del mismo modo que en los albores de los 90 ejercía de medio de protesta (en esa época no era hedonismo todo lo que relucía). Así que, ya saben: busquen su utopía particular. Indígnense. Movilícense.
YACHT Utopia / Dystopia (The Earth Is On Fire) from DFA Records on Vimeo.