- Ámsterdam. El famoso grupo cómico británico Monty Python promociona su segunda película. Una tarde, uno de ellos, Eric Idle, tiene una idea para un nuevo sketch: “Jesucristo: Ansias de Gloria”. A sus compañeros les encanta la idea y deciden hacerla una película. La primera película del colectivo de humoristas, «Se Armó la Gorda«, («And Now, For Something Completely Different«, 1971), había sido, ya desde su título original, una copia de sus sketchs televisivos que no les satisfizo, algo hecho por encargo. Eso les condujo a su segundo film: «Los Caballeros de la Tabla Cuadrada y Sus Locos Seguidores«, («Monty Python and the Holy Grail«, 1975). La escasez de presupuesto motivó que se encargasen ellos mismos de su realización, lo cual causó numerosos conflictos, pero estaban más orgullosos del resultado final de este segundo intento cuya popularidad corroboraría dicha sensación.
Después del rey Arturo, los Python pondrían su mira en Jesús. Bueno, no exactamente en Jesús, que no les parecía un personaje de quien hacer mofa; más bien, en alguien lo suficientemente parecido a él como para servir de base a una crítica al cristianismo en clave de humor. Desechadas las dos primeras historias propuestas (un Judas que siempre llega tarde, incluso a la Última Cena, y un personaje que se hace pasar por el Espíritu Santo para dejar a María embarazada y luego escurrir el bulto), las reuniones de escritura de guión, con discusiones sin resolver sobre si la historia incurría en blasfemia, o tal vez en herejía, parecían no llegar a ninguna parte. Entonces, decidieron retirarse a las paradisíacas Islas Barbados buscando la tranquilidad que les ayudase a concentrarse… y funcionó.
Como había ocurrido en «Los Caballeros de la Tabla Cuadrada y Sus Locos Seguidores«, se le otorgó a Graham Chapman el papel protagonista (para lo cual dejaría temporalmente su adicción a la bebida) y a Terry Jones el de director. Tocaba buscar financiación: Bernard Delfont, capitoste de EMI, les dio su apoyo, así que se preparó el desplazamiento a Túnez, lugar escogido para el rodaje. Dos días antes de la partida, sin embargo, Delfont (uno de cuyos hermanos acababa de producir el exitoso «Jesús de Nazaret» de Zefirelli) se echó atrás. Siguió una demanda y una indemnización de 50 000 libras para evitar un juicio. Tras estos imprevistos, Eric Idle envió el guión a su amigo y admirador de los Python , el Beatle George Harrison, quien creó inmediatamente una productora, Handmade Films, y empeñó su propia mansión para financiar la película, en la que aparece brevemente.
«La vida de Brian» (1979) habla de un niño nacido en un pesebre y adorado por tres Reyes que se dan cuenta de que el niño que buscan está en el pesebre de al lado. Ya adolescente, Brian Cohen se enamora de Judith, una militante del Frente Popular de Judea, (una de las organizaciones políticas que, a su estilo, intentan liberar a Judea del invasor romano). Estar cerca de ella le llevará a entrar en el F.P.J. y a meterse en líos que darán con sus huesos en la cárcel, para acabar siendo crucificado.
El éxito fue inmediato, a lo que colaboró la persecución de grupos religiosos que incluso consiguieron prohibir su exhibición en Noruega. Lo curioso es que el argumento fundamental de la crítica al film, la presunta identificación de Brian con Jesús, quedaba refutado dos veces en los primeros minutos de película: 1) Los Reyes se dirigen a otra cueva y, 2) Brian y Mandy, su madre, asisten a una predicación de Jesús, lo cual demuestra que se trata de dos personas diferentes.
Todos conocemos escenas como aquella en la que Reg, líder del F.P.J., cuestiona los beneficios de la ocupación romana para ellos, o las intervenciones de Poncio Pilatos y su amigo, Pijus Magnificus, o las del bromista que escapa de su crucifixión haciéndose pasar por Brian en un homenaje al Espartaco de Stanley Kubrick o , sobre todas, la de la citada crucifixión con la canción «Always Look on the Bright Side of Life«, frecuente desde entonces en funerales, incluido el del propio Graham Chapman, muerto de cáncer en 1989. El disparatado montaje fotográfico de Terry Gilliam, usado habitualmente como enlace, en este caso tiene trasfondo extraterrestre, recogiendo la influencia de películas del momento como «Encuentros en la Tercera Fase» o «La Guerra de las Galaxias«.
Curiosidad última: un poco conocido coletazo Python, escondido en la última línea de los créditos, escrita con letras minúsculas, invita a quien haya disfrutado con la película a ir a ver «La Notte» (1961), de Michelangelo Antonioni, típico film admirado por esos intelectuales de los que ellos hacían tan frecuentemente chanza.
[Marcos Arpino]