Dedicarle un disco a tu pareja es algo que todos hemos soñado alguna vez. Y quien dice disco, dice libro, poemario, cuadro, película o instalación de videoarte ininteligible. Cualquier manifestación artística a la que le podamos plantar «para mi churri» y que los demás se lo coman con patatas. Pero, ojito, porque por mucho que todos lo hayamos pensado alguna que otra vez, hay que ponderar la idea con calma: ¿no es un poco el colmo de lo pastel? ¿No caeríamos en el peligro de que nos tomaran por ñoñarros para quinceañeras? Hay que tenerlos muy bien puestos para acometer semejante tarea y salir vivo en el intento. En los últimos tiempos, sólo Bon Iver y su «For Emma, Forever Ago» (Jagjaguwar, 2008) había conseguido subir con éxito a la grupa de este caballo rosado y comunmente desbocado. Y hay que reconocer, por otro lado, que lo sublime de aquel álbum nacía en la certeza de un amor truncado y pasado. Entonces, ¿es totalmente imposible escribir un álbum de amor dedicado a la persona que amas sin incurrir en el peor de los infiernos Amaia Montero style? Atendamos a lo que tiene que decir el canadiense Woodpigeon con su último EP, «For Paolo» (Boompa, 2012), porque puede que la respuesta tenga muchos más matices de lo que cabría esperar.
Para empezar, una aclaración: «For Paolo» no está dedicado por completo al tal Paolo, sino que Mark Hamilton multiplica las voces narrativas para dirigirse a diferentes personas que han pasado por su vida sentimental. El EP se abre con el tema titular, en el que Woodpigeon utiliza como letra diversas frases que le suele decir su pareja actual y lo engalana con una instrumentación mínima en el que destaca la contraposición de dos cuerdas: la clásica de un contrabajo «contra» ciertos toques de guitarra acústica tratada para que suene como lap steel a lo Richard Hawley. A continuación, «Are You There, God? It’s Me, Mark» se intuye drama queen desde el título y desde la apertura con una percusión algodonosa y unos violines trágicos sobrevolando el ambiente; poco a poco, sin embargo, el tema se va abriendo como una rosa a la que le crecen súbitamente las espinas cuando la columna vertebral se le rompe en un quiebro cercano al shoegaze. «Winnebago» (arranque de melancolía hacia la ciudad natal de Hamilton) y «By Lamplight» (la más romántica del lote en un sentido tradicional del término) despojan a los instrumentos a un nivel básico a la vez que los fraseos marcan el territorio diferencial entre desnudez y exhibicionismo. Y, por último (antes de una versión acústica de «For Paolo» que cierra el EP), «One to Many» se erige como el acto ganador del conjunto al conseguir conjurar con éxito la fórmula (al)química que se ha ido investigando en las anteriores composiciones: es aquí donde, por fin, los elementos que componen la canción (voz íntima, de nuevo una instrumentación mínima y, sobre todo, un tempo delicioso que acaba implosionando en un final de coros rompecorazones) se mezclan en sus cantidades perfectas, medidas al miligramo para conformar una masa madre primigenia y primitiva como una declaración de amor cuando menos te la esperas.
De esta forma, explorando los pliegues de un formato tan clásico y trillado es como Woodpigeon por fin trasciende las comparaciones con grandes como Iron and Wine y pasa a formar parte de esa pequeña gran liga de trobadores especializados en las sutilezas del corazón entre los que pueden contarse artistas como Archer Prewitt, Neils Halsted, Fionn Regan, Scott Matthew o Mat Brooke. Es decir: Mark Hamilton se aleja de los eternamente comparados con otros grandes como Neil Young (que, para qué vamos a negarlo, de sutil tiene bien poco) y se sitúa más cerca de esos secretos bien guardados de la escena musical que beben y beberán de la eterna candidez de Elliott Smith. Suena complicado… pero al final resulta que todo es tan sencillo como una canción de amor.
Woodpigeon – For Paolo from Boompa Records on Vimeo.