Aquí van tres motivos por los que «Wonder Woman» es un insulto contra la inteligencia de la humanidad (además de una peli jodidamente ridícula).
Ya está. No le paso ni una más a la DC. En serio que no. Mirad: me he tragado «El Hombre de Acero«, «Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia» y «Suicide Squad«… y todavía no sé cómo se me ocurrió que ir al cine a ver «Wonder Woman» era una buena idea. Bueno, sí que lo sé: no sólo las críticas del film dirigido por Patty Jenkins han mostrado una extraña convergencia a la hora de señalar que es «la mejor película de todas las que llevamos del Universo Cinematográfico de DC«, sino que las redes sociales se han vuelto un poco locas con el film e incluso tengo una colega que acabó de convencerme el domingo mientras retozábamos en la playa al comentarme que salió de la sala con un empoderamiento que no se lo creía. Rollo pensar que podía volcar coches y subirse por las paredes.
Aunque, oye, subirme por las paredes es lo que hice yo durante las casi dos horas y media de «Wonder Woman«. Bueno, no durante todo el metraje: la ilusión me duró unos quince minutos, a partir de ahí me permití el beneficio de la duda durante otro cuarto de hora más… pero, a partir de que la protagonista sale de la isla de Themyscira, ya no quedaba ni ilusión ni beneficio de la duda, tan solo incredulidad ante lo que estaban viendo mis ojos y una necesidad extrema de encontrar justificación a lo que habían dicho crítica y público (y mi amiga loca en la puta playa).
Al fin y al cabo, «Wonder Woman» es una «mala película» de librillo (perdón por el simplismo, pero si el film me trata a mi como un imbécil, tengo todo el derecho de hacer lo mismo con él). El argumento, de hecho, zozobra en las aguas de nadie entre la simplicidad extrema (no confundir con la depuración narrativa) y el maximalismo histórico: Diana es la princesa de la isla de Themyscira, donde las amazonas viven ocultas a los ojos de una humanidad que, según ellas, no les merece porque, aunque fueron creadas por Zeus para llevar la armonía hasta los hombres, estos son unos capullos que prefirieron seguir a Ares hacia la guerra, el caos y la destrucción. La guerra fue tan chunga que todos los dioses murieron, Ares quedó herido de gravedad, las amazonas decidieron recluirse en Themyscira y ya. Oye. Mirad, humanos, que nos da igual lo que os pase, que nosotras estamos aquí la mar de chachis entrenándonos todo el día como una vigoréxica cualquiera.
Pero ya se sabe lo que ocurre en estos casos: Diana llega un punto que desata un poder interior de cagarse y eso coincide con que un avión se estrella en la isla transportando a un espía norteamericano que se hace pasar por nazi en la Primera Guerra Mundial. A partir de aquí, chorreo de surrealismo absurdo con Diana tratando de solucionar la contienda matando a Ares… Lo jodido es que, en serio, ¿quién es Ares? ¿Existe? ¿Es la Doctora Maru, una científica tarada desastrosamente interpretada por Elena Anaya? ¿Es ese comandante Ludendorff que hará todo lo posible para que no se firme la paz entre las diferentes facciones de la contienda mientras se pega unos chutazos tremendos de un gas que ríete tú de los ciclos que se meten las musculocas de tu gimnasio y que lo convierten en una bestia parda y desbocada?
Mira. Yo que sé. ¿Quién es Ares? Si me lo preguntas a mi, te diré que Ares es la directora Patty Jenkins por entregarnos esta mierda maloliente en forma de película. Una mierda que, además, tiene serios bajones rítmicos, que es incapaz de facturar escenas mínimamente icónicas y que, sobre todo, no consigue definir a unos secundarios solventes y atractivos. ¿Hay algo más ridículo que un grupo de outcasts formados por una mujer vestida de amazona, un espía yanki haciéndose pasar por ruso, un escocés borracho con un serio problema de estrés post-traumático y un árabe que cruza el territorio bélico con un fez en la cabeza dejando claro que lo que él quiere es ser actor? ¿No es esto el principio de un chiste de esos de «se abre el telón y al escenario salen…»?
Todo esto, sin embargo, repito que entraría de cabeza en lo que solemos entender por «mala película». Pero es que, por encima de todos estos factores, hay tres razones por las que, según mi humilde opinión, «Wonder Woman» trasciende el calificativo de «mala película» y directamente entra de lleno en la categoría «insulto a la inteligencia de la humanidad»… Aquí van esas tres razones bien justificadas.
¿DÓNDE ESTÁ EL FEMINISMO? Sigo sin explicarme los motivos por los que nadie puede afirmar a día de hoy que «Wonder Woman» es una película feminista. Vale, comprendo que es la primera gran película de superhéroes que tiene la valentía de estar comandada por una superheroína. Eso lo entiendo. Pero con el film de Patty Jenkins me ocurre como cuando me planto en un concierto de Beyoncé e intento buscarle el discurso feminista pero lo único que veo es un conjunto de chicas semidesnudas agotando el imaginario de las últimas cinco décadas de la Playboy. Y otra cosa te digo: Beyoncé por lo menos tiene el toto necesario para meter en sus canciones (y conciertos) extractos de discursos de gente como Chimamanda Ngozi Adichie… Mientras que «Wonder Woman» es un páramo de pura heteropatriarcalidad.
Recapitulemos: Diana podría ser un agente de cambio por lo que tiene de amazona que ha crecido en una sociedad de mujeres que, de repente, se encuentra con una sociedad machista que intenta hacerla callar continuamente. Lo de que vaya semidesnuda lo justifico plenamente en el hecho de que, si cualquiera de nosotros hubiera crecido en una tribu de amazonas, también iríamos semidesnudos por el mundo. Incluido yo. Pero no paso por el aro de que a Diana le parezca fetén que el héroe de la función decida camuflarla como su secretaria todo el rato, la trate como una imbécil a la que manipular a través de «verdades a medias» y la haga callar delante de todo quisqui.
No solo eso: lo que viene a decirnos el final de «Wonder Woman» es que todas las enseñanzas ultra-feministas (o algo así) de las amazonas son una puta mierda pinchada en un palo y que no sirven de nada porque lo que sí que sirve es la enseñanza del héroe, del hombre, del macho que puede que sea menos fuerte y ágil y superheróico que ella, pero es el que le ofrece la enseñanza final. ¿Cuál es esa enseñanza final? Pues el poder del amor, cari. Tú decides creer en la guerra y eso, pero yo creo en el amor y te pateo el culo. Así que ya sabes: olvídate de las enseñanzas de las amazonas y encadénate a un hombre de por vida a través del poder del amor. Súper feminista todo, vamos.
¿SE PUEDE SER MÁS COBARDE? Si hay algo por lo que me suelen gustar los films del Universo Cinematográfico de Marvel es precisamente porque creo que se meten en camisas de once varas que nadie les pide, pero que son realmente elocuentes y consecuentes con su tiempo. «X-Men» abrió fuego al hablar del miedo a las minorías y de la tendencia de la sociedad a establecer herramientas para exterminar al diferente, a aquel que no comprende, un discurso que entonces muchos asociamos a la causa LGBTIQ pero que a día de hoy sigue siendo más que válido en la era de la paranoia Trump. Pero es que, además, las últimas entregas de este universo han empezado a dirigirse hacia un punto de oscuridad opaca en el que los superhéroes se plantean hasta dónde está bien matar a alguien (tanto culpables como daños colaterales) en pos de una causa mayor. De nuevo, ¿se puede ser más pertinente en un momento como el actual de guerra contra el terrorismo?
Y entonces volvemos a «Wonder Woman«, que viene a vendernos un discurso (de mierda) que ya superamos en los años 70: ¿el poder del amor lo soluciona todo? ¿El poder del amor es capaz de solucionar un tinglado de magnitud tan inabarcable como la Primera Guerra Mundial? A semejante ridiculez hay que sumarle otra burrada puramente historicista: el argumento quiere convencernos de que el combate contra Ares ocurrió apartado de los ojos de la humanidad aunque fue el verdadero puntal del conflicto… Pero, entonces, ¿por qué después hubo una Segunda Guerra Mundial si Ares estaba muerto? ¿Qué ocurre con las bombas nucleares que sí que serían el puntal de la maldad de ese Dios (repito: muerto)? Si Diana acaba con el enemigo máximo, ¿cómo puede ser que acto seguido ocurriera en Hiroshima y Nagasaki la verdadera atrocidad final de la humanidad?
Vale, puede que le esté dando demasiadas vueltas a lo que claramente es una película de superhéroes del montón. Pero es que resulta que en los últimos tiempos han habido diferentes visiones tanto desde el cómic como desde el cine que han jugado a reescribir la historia a partir de unas bases de pura verosimilitud. Ahí están «Los Proyectos Manhattan» de Jonathan Hickman y Nick Pitarra (cómic de lectura obligada, la verdad). Pero también está ahí Quentin Tarantino reescribiendo el final de la Segunda Guerra Mundial en «Inglourious Basterds» de una forma mucho más coherente y creíble que todo este chichinabo montado por «Wonder Woman«.
¡Ah! Y un último acto de cobardía por parte de DC: si ya hace tiempo que el personaje de Wonder Woman es abiertamente lésbico en los cómics, ¿a qué viene toda esta mandanga absurda de relación heterosexual en la película?
BARRA LIBRE DE CLICHÉS. Pero, sin embargo, por encima de todo lo dicho hasta este punto, lo que más insulta a mi inteligencia (y espero que a la del resto de la humanidad) es el hecho de que «Wonder Woman» pretende forzarme garganta abajo todo un conjunto de clichés que Patty Jenkins se toma súper en serio pero que el cine superó hace varias décadas. Ha llegado un punto en el que, sinceramente, si te tomas tan en serio a ti mismo a la hora de reproducir determinados clichés, caes directamente en el terreno de la parodia.
Lo jodido es que «Wonder Woman» no tiene nada de paródico a la hora de operar con todo un conjunto de clichés caducos que, vistos a través de los ojos del año 2017, resultan profundamente ridículos. Ahí están escenas especialmente sangrantes como Diana girando la cabeza para ocultar la cara a la cámara y volver a girarla con una mueca de pura #intensity para mostrar su diadema antes de meterse en la batalla, pero también los abrazos entre los soldados de diferentes bandos al final de la película y toda una barra libre de imágenes que hemos visto una y mil veces (poses guerreras, principalmente) a las que la cámara lenta les hace un flaco favor.
Lo siento, pero no compro. Y me resulta francamente increíble (además de bastante fascinante) que absolutamente todo el mundo sí que esté comprando esta «Wonder Woman«… ¿Es mío el problema? [Más información en el Facebook de «Wonder Woman»]
https://youtu.be/6wMTF4kEJKQ