A muchos les encantaría montarse en una máquina del tiempo para trasladarse a los años anteriores y posteriores al cambio de la década de los 80 a la de los 90: huirían de la negra actualidad hacia ese pasado que siempre se cree fue mejor, recuperarían sensaciones juveniles olvidadas, podrían ponerse de nuevo parte de la ropa arrinconada en el desván sin parecer los bufones del reino y vivirían en directo la vigencia de varios grupos, sellos y corrientes musicales ya considerados legendarios. Esto último sería lo que disfrutarían con más placer Widowspeak si realizasen ese viaje de ciencia ficción… Aunque, un momento: sí que ya lo han hecho, pero sin recurrir a ningún tipo de asombroso cachivache. Para lograrlo, a sus dos cabezas pensantes, Molly Hamilton y Robert Earl Thomas, les bastó con meterse en el estudio y dejarse llevar por sus grandes pasiones musicales cuando grabaron su ópera prima, “Widowspeak” (Captured Tracks, 2011), con la que transmitían sin complejos su amor por el indie-pop primigenio, su reverencia hacia tótems como Cocteau Twins (de los que tomaban su modo de consolar almas apenadas y tele-transportar a la audiencia a dimensiones desconocidas) y su afinidad con la marca 4AD (de identidad tan reconocible y singular como etérea e indescriptible hace 25 años, momento en que vivió una de sus varias eras doradas).
En esa particular travesía temporal, Widowspeak respetaban sus sagradas influencias a la vez que adaptaban sus enseñanzas a su discurso. En el proceso, ayudó en buena medida el ascendente de su discográfica, Captured Tracks, cuyos funcionamiento y corpus sonoro (vinculado con la belleza shoegazer y el lado ensoñador del pop ochentero y noventero) ya se empezaban a volver absolutamente distinguibles, como en su día había sucedido con 4AD (salvando las distancias históricas…). Así que se recuperaba, de forma más modesta, la ideal conexión banda-sello para dar lustre al dream-pop (aderezado con toques twee) de factura clásica pero elaborado en pleno siglo XXI. Una unión que no sólo se mantiene vigente, sino que también se engrandece con el segundo LP de los neoyorquinos, “Almanac” (Captured Tracks, 2013), que se abre con una canción que no engaña: “Perennials”, en la que Molly se cubre con el elegante vestido vocal de Elizabeth Fraser y Robert con el impoluto traje eléctrico de Robin Guthrie (palabras mayores) para saltar con suavidad a épocas pretéritas, como quien brinca entre los nenúfares de un lago situado en un edén de fantasía.
Moviéndose a través de ese agujero de gusano, Widowspeak perpetúan su estado ensoñador mediante gemas sonoras rescatadas de partituras perdidas en la oscuridad de un pasado muy lejano (“Thick As Thieves”), en los márgenes del camino que fueron dejando tras de sí Cocteau Twins cuando llegaron al universo paralelo al nuestro (“Sore Eyes”) o en la cabeza de Hope Sandoval: la tripleta “Minnewaska”, “Spirit Is Willing” y “Storm King” reproduce el folk abstraído de la delicada diva de Mazzy Star (otro de los espejos en los que se miran Widowspeak) para reflejar que Molly y Robert saben cuándo deben finalizar su periplo y volver, relativamente, al mundo real. Tal excusa les vale para sacar a relucir su inquieto pero romántico y melancólico pulso pop, el cual, cómo no, escala las ramas de su árbol genealógico para alcanzar las fuentes originales de las que bebe: “Dyed In The Wool” y “The Dark Age” hunden sus raíces en el dark-new-wave ochentero, revelándose como borrosas caras B de los (casi) siempre luminosos Tennis; “Devil Knows” y “Locusts” (sorprendentemente afilada y desafiante) abandonan esas telas negras para envolverse con un velo translúcido de gasa blanca; y “Ballad Of The Golden Hour”, uno de los puntos álgidos de “Almanac”, avanza unos cuantos años dentro de los 80 hasta el momento en que la escena indie-pop comenzaba a vislumbrar el nacimiento del shoegaze como género autónomo.
Algunas malas lenguas afirman que Widowspeak no dejan de ser el típico ejemplo de grupo revivalista que regresa una y otra vez al período que más le inspira y que, efectivamente, desearía haber gozado en carne propia. Sin embargo, la forma en que pasan las hojas de su almanaque hacia atrás los diferencia de ese gran pelotón de bandas y artistas que se dedican a jugar, sin ningún sentido ni fundamento, con la herencia recibida. En su caso, Widowspeak consiguieron convertir “Almanac” en una cápsula del tiempo muy peculiar: quien la encuentre en el futuro podrá saltar, imaginariamente, de su presente musical al nuestro; y de ahí, a su vez, a nuestro pasado. Doble viaje en el tiempo.