«Whiplash» de Damien Chazelle es una noria musical que nunca va a dejar de girar, una obsesión que no cesa, la inmortalidad buscada… Y así lo dice nuestra reseña.
One, two, three, four… Suenan los trombones, entra el piano. Vamos, Andy, relájate, disfruta, es sólo música. Bien, bien, márcate unos feels… Vamos, siente la pulsión de la ciudad, siéntete como la introducción de «The Naked City» de Dassin. El ambiente, el humo de New York City a base de montaje, a golpe de nota, y finalizamos en el cine. Rififi, más Dassin, más cine negro, más voluntad de captar pulsiones. Así, no te pares, sigue mostrando tú obsesión, cómo te ganas el puesto… Cómo… ¿Cómo? Noto un pequeño problema ahí en el tempo. Veamos de qué se trata.
Sigue mi tempo, ¿no te lo he dicho ya? Soy el puto J.K. Simmons, pero aquí puedes llamarme señor Fletcher o mejor no me digas nada. Soy el puto amo, Andy, y me debes tratar como tal. Calla, obedece, camina o revienta. Soy duro, ¿eh? Te maltrato, ¿eh? Me acusarás de elogio del fascismo, de reivindicar el maltrato y el abuso como técnica de motivación. Hey! is this Guantanamo bay? No fuckin’ way, man. Te he visto la cara, Andy, y estás deseando dejar de ser el fracasado total al que te quiere abocar tu vida familiar. Veo tu sudor y tu sangre en el bombo, la caja y los platos. Y quieres que me apiade, ¿no? Que diga «buen trabajo», ¿verdad? Ni de coña, cocksucker. Esto no es tortura, esto es lo más cercano al sadomasoquismo que encontrarás. Te necesito para mi banda, para que el mundo sepa lo bueno que soy. Y tú me necesitas para que te patee el culo, para sacar lo mejor de ti. Esto es retroalimentación, baby, es expansión, es romper los límites. Es jazz, freestyle.
Sí, Andy, tienes que trascender. Tienes que deslizarte más allá de la tristeza, de la lagrimita. Tienes que ser John Maclane. Esto es «Whiplash«, pero podía ser «La Jungla de Cristal: Music Days«. Por eso Chazelle nos filma con la potencia y el dinamismo de un film de acción. Con planos tan acelerados y cortantes que te obliga a preguntar si no estás en el infierno de Michael Bay. Con sangre y choques y gritos y puñetazos y crescendos y depresiones y… Pero no, Andy, no pares. ¿Te he dicho que pares? Eso, llora, vete, y voy a sonreír ante tu fracaso. Yippie ki-yay, Motherfucker.
Bien, Andy, vuelves y me retas y me dices que ahora el tempo me lo vas a marcar tú. Six, seven, eight… ¡Vamos! Nos cierran el plano, ya no hay banda, ni tan siquiera quedamos nosotros como entes físicos o humanos. Somos manos, ojos, ruido. Gotas de sudor perladas salpicándolo todo. Tan abstractos como una nota solitaria. Pero ya no estamos solos, estamos los dos, y dos nunca fue un número solitario. La mirada, Andy, la mirada. Esto es un duelo, esto es el códice del far west. Esto es Sergio Leone, esto es el duelo final. Solo que con el último disparo no se acaba nada. La última mirada no es de muerte, al contrario. Mi mirada es de nacimiento. De sabio conocimiento, del que se sabe triunfador haciéndote creer que has ganado. Hay un fundido a negro, pero es ahí donde va a empezar todo en realidad. Double time swing! Faster, faster. Esto es «Whiplash«, la noria musical que nunca va a dejar de girar. La obsesión que no cesa, la inmortalidad buscada, la sangre derramada, el músculo contrahecho. Puño alzado, fin del ensayo. Triunfo. Ya pueden descansar, señoritas.