«Walkaway: La Vida Por Defecto» de Cory Doctorow es una distopía que merece ser la nueva «Un Mundo Feliz», «Fahrenheit 451» o «1984»… Y aquí te explicamos por qué.
«Un Mundo Feliz«, «Fahrenheit 451» y «1984«. Esta es la Santísima Trinidad de las distopías con las que han crecido las generaciones del cambio de siglo y, muy probablemente, los libros que consiguieron que todos nos familiarizáramos con el concepto de distopía. Pero ocurre que, como en muchos otros ámbitos de la cultura, podría parecer que la literatura se ha revelado incapaz de generar nuevas distopías creadas en el presente y que alerten del futuro.
Bueno, no, un segundo que hago una puntualización: el calendario editorial está a reventar de distopías, pero ninguna de ellas ha sido capaz de calar en el imaginario colectivo de la misma forma masiva en la que lo hicieron las creadas por Aldous Huxley, Ray Bradbury y George Orwell. La que más se le acerca es, probablemente, «El Cuento de la Criada» de Margaret Atwood, y probablemente su impacto se deba más a la serie de televisión que al libro original.
Aunque, de alguna forma u otra, cualquiera podría alegar que esto no es algo que sea aplicable tan solo a las distopías en concreto y a la literatura en general. Muchas son las voces que hace tiempo que dicen que ya nunca más existirá una Madonna en el mundo de la música o un «Titanic» en el mundo del cine. Porque los tiempos son otros, y la atención del público está tan fragmentada y dividida que parece que ya no hay espacio para un evento realmente «global».
Pero, claro, después aparece Beyoncé y demuestra que, a lo mejor, sí que es posible que exista una nueva Madonna. Y aparece «Barbie» y demuestra que, a lo mejor, sí que es posible que exista una nueva «Titanic«. Así que, de alguna forma u otra, existe un espacio en el mundo de las distopías que está deseando ser ocupado… Y yo vengo aquí a decir que, si ese espacio no acaba siendo ocupado por «Walkaway: La Vida Por Defecto» de Cory Doctorow, es que tenemos un problema como sociedad.
Al fin y al cabo, el punto de partida de este libro es un futuro próximo pero demasiado reconocible: «En este mundo, si no tienes éxito, eres un fracasado. Si no estás en lo alto, estás abajo. Si estás en medio, estás colgando de la punta de los dedos con la esperanza de conseguir un agarre mejor antes de que te abandonen las fuerzas. Todo el que está aguantando ahí tiene demasiado miedo para soltarse. Todo el que está abajo está demasiado agotado para intentarlo. ¿Y la gente de arriba? Esos son los que dependen de que las cosas sigan como están«. ¿Te suena? ¿A que resulta particularmente fácil verse reflejado en este pasaje de «Walkaway«?
La novela de Doctorow arranca con una fiesta en la que Hubert Vernon Rudolph Clayton Irving Wilson Alva Anton Jeff Harley Timothy Curtis Cleveland Cecil Ollie Edmund Eli Wiley Marvin Ellis Espinoza, conocido por los amigos como Hubert etc. o directamente como Etcétera, aterriza en una fiesta comunista con su amigo Seth. Allá conoce a Natalie, una revolucionaria comunista cuyo destino queda unido al de los otros dos chicos después de que la fiesta acabe en redada policial. Con muerto incluido.
Pronto, Etcétera y Seth descubren que Natalie es hija de una de las familias más ricas del mundo… Pero también advierten sus intentos por emanciparse de su familia y dejar atrás un modo de vida con el que no está nada de acuerdo. Juntos, los tres se unen al movimiento «andante» (es decir: «walkaway»), que consiste, simple y llanamente, en ponerte a andar y alejarte de la vida por defecto (esa vida que han diseñado para nosotros por defecto y en la que también nos han encarcelado por defecto) para vivir en asentamientos que aprovechan los fallos y las sobras del sistema para vivir en pura autarquía.
Desde el sistema existe la percepción de que los andantes son algo así como vagabundos que viven en la más absoluta de las pobrezas. Pero esa percepción poco tiene que ver con la realidad de unos asentamientos andantes en los que las necesidades de los habitantes están plenamente satisfechas y en los que cada uno aporta lo que quiere aportar. Lo que ocurre es que, precisamente de esa libertad, nace un sistema en el que cada uno deja de lado su ego personal y aporta lo mejor de sí mismo, por lo que los asentamientos son lugar donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la vida humana se optimiza hasta sus últimas consecuencias.
Doctorow explica este principio de forma particularmente clara: «Si haces las cosas porque quieres que otra persona te dé una palmadita en la espalda, no serás tan buena como quien lo hace por satisfacción propia. Queremos el mejor edificio posible. Si establecemos un sistema que haga que la gente compita por el reconocimiento, estaremos propiciando que esto se convierta en un juego y que se manipulen las estadísticas, incluso fomentaremos cosas nada sanas, como trabajar un número de horas sin sentido para imponerte a los demás. Una tropa de gente infeliz haciendo un trabajo de poca calidad. Si construimos sistemas que hagan a la gente centrarse en el dominio de las tareas, la cooperación y la mejora del trabajo, tendremos una posada preciosa llena de gente feliz que trabaja bien junta«.
«Walkaway» pronto destapa su mejor baza: esta falta de ego (en la que cada uno se sabe prescindible y lucha contra el impulso de ser percibido como mejor por los demás) tiene su traducción en una estructura novelesca en la que no hay un protagonista claro. Cuando parece que Etcétera va a ser el protagonista, la acción sigue a Iceweasel (el nuevo nickname de Natalie al apartarse de la vida por defecto) o a Limpopo o a Dis o a quien sea. Porque lo importante no es quién, sino qué.
Cada capítulo de «Walkaway» sirve para que Cory Doctorow aborde una problemática del mundo actual y lo desactive por la vía de la filosofía andante. Al principio es la estructura social basada en la desigualdad (ya sabes: pocos ricos con todo el poder y todos los recursos, muchos pobres sin nada de poder y con recursos escasos), pero cuando el mundo por defecto empieza a atacar a los asentamientos andantes se van revelando nuevas capas de reflexión en torno a la monopolización de los avances científicos y tecnológicos, por ejemplo, y sobre todo en torno a los conceptos de humanidad y mortalidad.
Ahí es cuando «Walkaway» se vuelve revolucionario: cuando los andantes consiguen meter la conciencia humana en su red de comunicaciones y, por lo tanto, la convierten en una conciencia eterna desligada del cuerpo. Un cuerpo que ya no te da miedo perder porque siempre será sustituible. Los personajes de Doctorow hablan (mucho) de qué nos hace humanos… Pero lo mejor de todo es que la novela no solo avanza a golpe de diálogo: también avanza con una serie de acciones (impactantes) y un conjunto de arcos (toda la trama de Iceweasel vs. su familia es cremita, igual que la estabilización de Dis como primera conciencia humana en pasar a la red andante), con twists incluidos, que te impiden soltar el libro.
Es cierto que, por momentos, la prosa de Doctorow es densa. Pero es que, como ya he dicho más arriba, no vivimos en los tiempos de las primeras distopías. Vivimos en un mundo obsesionado con la verosimilitud de la ficción hasta el punto de que a la ciencia ficción se le pide que sea más ciencia (datos reales, teorías, etc,) que ficción. Y el autor entrega en «Walkaway» una buena ración de ciencia que reclama la atención completa del lector. A veces también su paciencia.
Pero es que este es uno de esos libros que piden mucho de ti, pero te dan tanto como te piden. Un libro que, como ya he dicho al principio de todo, merece convertirse en una distopía tan significativa como la Santísima Trinidad con la que crecimos todos, ya que el futuro del que habla ya lo tenemos a las puertas. Así que tengo que reconocer que me odio un poquito porque ya estoy deseando que hagan la serie de «Walkaway» para que se convierta en el fenómeno que merece ser. Es jodido desear algo así, pero estos son los tiempos (pre-distópicos) que nos han tocado vivir. [Más información en la web de Cory Doctorow y en la de la editorial Capitán Swing]