Asistimos a las jornadas temáticas de bacalao en Tapatxi… Y acabamos viviendo una epifanía gastronómica que nos (re)descubre este pescado.
El pasado jueves 7 de mayo tuvimos el honor de asistir a la jornada inaugural del ciclo de jornadas temáticas gastronómicas organizadas por el chef Juan Aparicio junto a GAFT Restaurant Group, donde el bacalao fue el protagonista elegido para el primero de estos festines gastronómicos. Para muchos, quizás fue simplemente una agradable velada donde disfrutar de buena comida y buen vino entre amigos, pero para mi fue una epifanía gastronómica en la que (re)descubrí que me gusta el bacalao. Para daros una idea de lo lejos que me quedaba una noche gastronómica dedicada en su totalidad a tal pescado, os explicaré que mi única relación con el bacalao hasta la fecha había sido con su pariente musical escrito con k. Y ya. De hecho, siendo total y completamente honesta, la verdad es que siempre había sentido un poco de reticencia hacia ese pescado ante mis ojos viscoso y blanquecino que la gente llama bacalao.
Cuando, al entrar por la puerta del restaurante Tapatxi, situado en la concurrida calle Ferran en Barcelona -casi en el desemboque con Las Ramblas -, nos explicaron que la jornada temática de aquella noche giraba totalmente alrededor al bacalao, pero que, si no nos atraía demasiado la idea, podíamos pedir cualquiera de los pinchos de la barra. No pude evitar soltar un suspiro de alivio por lo bajini y virar rápidamente hacia una un pincho de croqueta de carne sobre tostadita de pan que se dibujaba en el horizonte como mi gran y apetitosa salvación. Ilusa de mi, no podía imaginar que, unos minutos más tarde, aquellos platos de bacalao que nos anunciaban me iban a cambiar si no la vida, por lo menos mi concepción de la gastronomía.
Tras un rato degustando algunos de los pinchos de la barra y un breve y animado discurso en el que nos presentaron los platos que íbamos a degustar a continuación, sin que en mi mano faltara nunca una copa de buen vino tinto (aunque por ahí circulaban también sin cesar un rosado, un blanco -todos con D.O. vasca- y un delicioso txacolí, rey de los alcoholes vascos), mi acompañante y yo nos sentamos en una amplia mesa iluminada por una luz cálida: en cuanto me llevé a la boca el primer entrante, unas cortezas de bacalao, se hicieron añicos todas mis reticencias y opiniones preconcebidas ante tal pescado para no volver jamás. El festín gastronómico de mis papilas gustativas se daba oficialmente por inaugurado.
A continuación, nos sirvieron un timbal de bacalao adornado con unas jugosas y delicadas alubias que descansaba plácidas y deliciosas sobre una cama de pimientos, que poco rato después dio paso a otra de las estrellas de (mi) noche: un enorme pimiento relleno de brandada suavemente rebozado. También cabe decir que, si nunca había sido devota del bacalao, de los pimientos menos. Así las cosas, resulta que mis papilas experimentaron allí la segunda revelación del día: aquello estaba riquísimo, y la salsa elegida para acompañarlo le quedaba como un guante.
Para finalizar, tras estos dos primeros llegaron tres segundos a escoger entre la penca, el morro y las cocochas del bacalao. Nosotras éramos incapaces de decidir con qué quedarnos, así que probamos de todo un poco… y fue una óptima elección, ya que todo estaba riquísimo. Tras una delicada tarta de manzana acompañada de un poco de helado y la última copa de vino y txacolí, salimos del este Tapatxi con una único pensamiento rondando en nuestras cabezas y nuestros estómagos: nunca es tarde para enamorarse… Pero ojalá alguien nos hubiera descubierto el maravilloso mundo de la cocina vasca y el bacalao mucho antes.