Vivian Girls no quieren ser como las otras chicas. No como todas esas que, a rebufo de lo que ellas mismas han logrado desde que se empezara a saber de su trayectoria musical allá por 2007, se han limitado a copiar o adaptar su osadía lo-fi femenina en plan noisy. No. Ellas no quieren ser perezosas. Ni vivir de las rentas. Ni aposentarse en el sonido que las ha hecho populares y las ha convertido en iconos del pop actual y en el trío de féminas más deseado… Por eso abren su tercer album, «Share the Joy» (Polyvinyl / Houston Party, 2011), con su mayor statement hasta el momento: «The Other Girls«, en la que a lo largo de seis minutos dejan bastante claro por dónde van a ir los tiros de su esperadísimo (y desconcertante) regreso y en el que no se cansan de repetir “I don’t wanna be like the other girls / Don’t wanna see like the other girls / I don’t wanna lose myself / I don’t wanna live my life like / The other girls”. Seis minutos de calidez sesentera envuelta en una melodía suave y translúcida con ese estribillo como mantra. Ni rastro del ruidismo y el apremio acelerante que las convirtiera en punta de lanza de todo un movimiento que en cosa de tres años ha reventado los círculos más hipsters y la distribución de discos hasta casi rozar el aburrimiento y el hartazgo. Puede que aquéllas osadas Cassie Ramone (guitarra y voces), Katy «Kickball» Goodman (bajo, batería, voces) y Frankie Rose (batería, bajo y voces) no fueran las primeras en apoderarse del pop sesentas y embadurnarlo de noise garagero para vomitarlo con euforia acelerada hasta las cejas de estrógenos, pero nadie puede quitarles el mérito de haber sido las que más llamaron la atención y de forma más temprana… Ni siquiera Dum Dum Girls.
Mucho ha llovido desde entonces: el trío original ha sufrido importantes cambios con la salida de Frankie Rose (ahora centrada en su propio proyecto: Frankie Rose & the Outs), el paso fugaz de Ali Koehler y ahora la inclusión de Fiona Campbell a la batería; además de permitirse el lujo de mantener proyectos paralelos: La Sera en el caso de Goodman y The Babies en el de Ramone. Un hecho que, lejos de medrar en la creatividad del tándem Ramone-Goodman (ahora con Campbell) les ha dejado ver con claridad hacia dónde querían ir como Vivian Girls. Tenían dos opciones: seguir con lo hecho hasta ahora, repitiendo la muy exitosa fórmula de sus dos anteriores trabajos, o salirse por la tangente y disfrutar de lo aprendido. Y «Share the Joy» va más por lo segundo sin alejarse excesivamente de lo primero. Así que, si después de escuchar «The Other Girls» alguien espera algo ruidismo y taconazos en el suelo, mejor que vuelva a «Vivian Girls» (The Red, 2008) o a «Everything Goes Wrong» (The Red, 2009) y recuerde a las tres de Brooklyn como en una foto en tonos sepia.
En infinidad de entrevistas, Cassey Ramone, portavoz, letrista y alma matter del cambiante trío, no se ha cansado de repetir lo mucho que empezaban a aburrirse de las etiquetas y de que las incluyeran en ese movimiento de rock femenino que ellas resucitaron después de la dolorosa disolución de Sleater-Kinney. Puede que ese sea el motivo por el que «Share The Joy» es tan poco garagero y el halo punk que siempre las había rodeado solo se perciba ya en sus directos que no han cambiado. Con la esencia de los girl groups todavía ardiente -la voz de Ramone sigue jugueteando con los coros spectorianos de sus compañeras-, la fuerza reside en melodías puramente retropop. Aquél lo-fi que las hiciera tan populares sólo existe en apariencia: este disco suena impecablemente vintage y nada improvisado, un hecho que a la vez juega a su favor y en su contra.
A su favor porque a lo largo de sus diez canciones demuestra que las niñas no se han limitado a dar guitarrazos y hacer mohínes, que en el camino han aprendido. Que lejos quedan ya aquellos exabruptos que las llevaron a componer canciones de escasos dos minutos, tan destartaladas y tan ruidosas. En «Share the Joy» hay una voluntad de demostrar cierta técnica: las canciones duran más (a veces, y para lo que son, incluso demasiado) y los instrumentos y las voces no se atropellan sino que se ensamblan, dando lugar a hitos ya en su carrera como «Take It As It Comes«, con un tempo perfecto y una conexión total entre música y voces (que las acerca demasiado a Best Coast), o en «Dance (If you Wanna)» y «I Heard You Say» con su ritmo bubblegum y esa calidez tan seventies. En su contra porque lo que las hizo genuinas fue precisamente ese angst adolescente que se escurre como arena en los dedos y que tan difícil es de escupir con la fuerza adecuada para que dibuje la parábola perfecta: lo que molaba de Vivian Girls era esa sensación de hype, de cerilla que se enciende y con rapidez se consume. Que su existencia fuera el equivalente al minutaje y la energía de sus canciones: breve y arrolladora. Pero no ha sido así, y ellas han crecido como mujeres y como grupo. Que el resultado las aleja de la originalidad para situarlas en lo casi mediocre, es posible. Pero, afortunadamente, el que tuvo retuvo; y en «Share The Joy» hay mucho de esa esencia apremiante que las distinguiera, pero pasada esta vez por un filtro retro y sosegante: donde antes hubiera rabia, ahora hay calma reposada pero enérgica, como en esas «Sixteen Ways«, «Lake House» y «Light In Your Eyes» (un crescendo emotivo de seis minutos en el que esta vez sí hay guitarrazos despechados) en las que las chicas se dejan llevar por completo y en las que parecen sentirse más cómodas sin necesidad de la pose comedida que parecen querer adquirir con este nuevo giro.
«Share the Joy» no es en absoluto el disco que se esperaba de Vivian Girls, pero no se puede negar que en él reside el mérito de la inquietud y el no querer estancarse. En un momento en el que hasta la dueña de la tintorería de debajo de mi casa (con su moño y con su bata) tiene puesto un grupo de lo-fi garajero, Ramone & Cia. han dado el paso más astuto y, lo que es mejor, el que sencillamente les apetecía. Eso se nota en las canciones. Por ello vale la pena darle más de una oportunidad: si estas niñas de flequillo perfecto y maneras de vikinga nos piden que compartamos su alegría, hacedles el favor ni que sea durante el rato que dura el disco.