Ambos coincidían en que estaban viviendo un momento inolvidable. “Siento que está siendo un verano asombroso, el mejor de mi vida”, confesaba una efusiva (aunque tímida en sus gestos) Lea, a la que siguió Tommy con un elocuente “Me siento muy excitado porque no esperaba vivir un verano así”. Quedaba claro que su aventura conjunta en Ibiza superaba todas sus expectativas, sobre todo por detalles como la posibilidad de conocer a algunos de sus referentes musicales -en el caso de Tommy, Redlight, con el que compartió cabina en Amnesia– o intervenir en festivales multitudinarios –Lea participó en la apertura de Monegros y en la clausura del Exit Festival en su país natal ante 20.000 personas-. De ahí que admitieran que no reflexionan demasiado acerca de su futuro más próximo, que únicamente piensan en exprimir su brillante presente.
Con todo, sí que tienen en mente algunos proyectos a realizar más adelante: Lea reveló que está trabajando en un remix para un artista importante del que no quiso desvelar su identidad y que se muestra “confiada con “Disconnect It”, mi track original editado por Burn Records, para, cuando vuelva a casa, poder hacer un álbum. Me siento muy inspirada ahora mismo y tengo muchas cosas que decir, musicalmente hablando”. Por su parte, Tommy intentará “producir y pinchar lo máximo posible, mantener el contacto con las personas que he ido conociendo durante este tiempo en Ibiza y, ya en París, fundar un nuevo sello con varios amigos”. Además, el francés ha sacado del horno su segundo EP, “Jetlag” (Sounds Of Sumo, 2013).
Finalizado tan agradable encuentro, la conversación con Lea y Tommy continuó durante una sabrosa cena cuidada hasta último detalle por el exquisito personal del Café Mambo y en la que se constató la seguridad en sí misma y la pasión por la música clásica de la serbia y la firme personalidad y la adoración por el hip-hop y los scores cinematográficos del parisino. El intercambio de palabras se interrumpió en cuanto el sol comenzó a abrirse paso entre las gruesas y grises nubes para ir descendiendo lentamente, a descubierto y bien visible, sobre el horizonte entre reflejos naturales de tonos azafranados, naranjas y rosáceos con la subyugante melodía de “Unfinished Sympathy” de Massive Attack de fondo. Una perfecta banda sonora para el que fue, según los propios Lea y Tommy, el atardecer más espectacular del verano.
Llegada la noche, el dj residente John Jacobsen comenzó a girar los otros platos del local para construir una sesión de house para todos los gustos -en consonancia con la placentera atmósfera del momento- salpicada de hits como un remix del incunable “Last Night A Dj Saved My Life” de Indeep o, cómo no, del “Get Lucky” de Daft Punk, himno de nuestra estancia en Ibiza. Entre los efluvios de cierta bebida espirituosa aderezada con limón y esencia de lima, nuestra cabeza pensaba en el camino que llevaba a Privilege, donde viviríamos otros de los instantes más destacados de nuestra travesía.
En la gigantesca pista principal -vacía y desierta, lo que incrementaba su elegante aspecto mastodóntico- del considerado «club más grande del mundo», escuchamos con mucha atención, cuales aplicados alumnos, los datos y las explicaciones que su jefa de prensa, Patt Quinteiro, nos ofreció sobre la evolución del recinto hasta convertirse en Privilege hace dos décadas. En ellas se desgranó, no sin cierto asombro, cómo fue evolucionando el recinto a partir de una piscina municipal hasta transformarse en el añorado Ku; y, después, en Privilege, que actualmente puede albergar en su interior a 12.000 personas. Además de por el mentado enorme espacio, resultó igualmente llamativo pasear por su conocida cúpula metálica -también cerrada esa noche al público general- y repasar las diversas fiestas que dieron fama mundial a Privilege en el pasado, como Manumission; y, sobre todo, en el presente, como las especiales Privilege Sonríe con los Niños -con fines solidarios- o Cream Ibiza – BBC Radio 1, las multitudinarias SuperMartXé o A State Of Trance, la arriesgada Yolo Ibiza o la divertida The Singer Mornings de elrow Ibiza, en la cual nos sumergimos sin dudarlo.
Con muñecos y máscaras en cada rincón, hinchables de múltiples formas y gigantes pelotas de fútbol de espuma colgados del techo, colores chillones por doquier, gogós con extravagantes pelucas y animadores disfrazados de guardias civiles (con sus correspondientes delincuentes a los que perseguir), jugadores de fútbol americano (acompañados por cheerleaders), personajes de tebeo (como Mortadelo) y lo que hiciese falta, era imposible no dejarse llevar por el animadísimo ambiente que se respiraba en aquella macro-jarana carnavalera celebrada en los estertores del verano. Incluso la música -tech-house poderoso pero relativamente machacón y repetitivo, sólo roto por rehechos como los de “The Bomb (These Sounds Fall Into My Mind)” de The Bucketheads o, ¡sorpresa!, el “Get Lucky” daftpunkiano- pasaba a un segundo plano mientras las miradas seguían las locas carreras que se producían en plena pista y las disparatadas situaciones que se recreaban en una peculiar casa denominada “13 Row del Percebe” colocada sobre la cabina del dj. Delirante a la par que gracioso y entretenido: así deberían ser todas las fiestas, en Ibiza y en cualquier parte del mundo.
Pese a las extraordinarias dosis de euforia y entusiasmo recibidas, el cansancio comenzaba a hacer mella en nuestros cuerpos. Además, al día siguiente, domingo, jornada del indeseado regreso al hogar, aún debíamos cumplir con una última parada en el F*** Me I’m Famous! Lounge Club, inaugurado en 2012 como una idea de la empresa española de restauración Áreas reforzada por la colaboración de Cathy y David Guetta. Sito en el aeropuerto de Ibiza, lo convierte en la primera pista de baile aeroportuaria que, se quiera o no se quiera, se pase frente a él con prisa no, su cuidada estética exterior atrae inexorablemente a su glamuroso interior. En él, la música dance en sus diversos estilos -ya sea escuchada personalmente a través de soportes dispuestos ad hoc o gracias a la labor de un dj- se combina con la causal food, refrescantes bebidas y cócteles, zonas de descanso, áreas de juegos para niños y pintorescas vistas para dar forma a un concepto de negocio único e intransferible, que sólo se puede instaurar en un lugar como Ibiza, en ningún otro.
Un pensamiento similar surgía cuando, en pleno vuelo de vuelta al noroeste peninsular con la Luna y Venus rozándose en el cielo, debatíamos si existe, aparte de Ibiza, otro punto en la Tierra donde se pueda llevar a cabo el Bootcamp Burn Studios Residency. Ninguno. Sólo en la isla blanca. Contemplando absortos desde el avión la franja rojiza que dividía el horizonte, nuestras mentes ya empezaron a visualizar su edición de 2014…
[FOTOS: Iria Muíños]