Advertencia: después de leer «La Vida Secreta de las Vacas» no te harás vegano (ni falta que te hace)… Pero sí cambiará la forma en la que mirarás a los animales de granja.
Tengo que reconocer que me ocurre una cosa bastante peculiar últimamente… La cuestión es que, como todo hijo de vecino, durante mi infancia tuve algún perrito y algún gatito, incluso algún pato y un conejo, si no recuerdo mal. Pero en torno a las 13 años me diagnosticaron alergia a perros y gatos y, desde entonces, no he sido mucho de mascotas más por fuerza de necesidad que por decisión propia. Esto podría ser algo maravilloso si fuera un Mr. Scrooge cualquiera, pero resulta que me encantan los animalitos, así que, también como todo hijo de vecino, acabo invirtiendo buenos ratos de procastinación en ver vídeos de mascotas en internet.
En mi caso en concreto, mi vicio se llama 9gag. Y aquí llega lo peculiar: una web como esa, bien preñada de memes y de presuntas chorradas destinadas a lobotomizarte durante unos minutos con una sonrisa en los labios, me ha acabado llevando a unas reflexiones impropias de este nido de procrastinación… En concreto, no puedo evitar quedarme francamente consternado cada vez que veo un vídeo de un mapache lavando sus preciadas pertenencias en un cubo de agua, cada vez que me topo con una gallina aficionada a ser abrazada por niños, cada vez que veo la maldad cachonda en los ojos de un gato o una sonrisa puramente humana en el hocico de un perro.
Puede que esto me ocurra porque no he tenido mascotas en edad adulta. Tengo, eso sí, amigos que siempre me hablan de las cualidades humanas de sus mascotas, de su temperamento e identidad intransferible, única y original. También de su forma de interactuar con su amo no solo en una estricta relación de necesidad del tipo «quiero que me des de comer y, por lo tanto, acabo haciendo lo que me pides«… Sabéis a lo que me refiero: cualquier persona con mascota seguro que en alguna ocasión os ha hablado de ella en términos emocionales de una complejidad propia de un ser humano.
Y, sin embargo, hasta que no empecé a toparme en 9gag con todos esos animales tan profundamente humanos, no quise creer del todo a mis amigos… Ahora bien, si no queréis admitir nunca en público que perdéis el tiempo en 9gag, lo mejor que podéis hacer es leer «La Vida Secreta de las Vacas» de Rosamund Young, editado ahora en nuestro país de la mano de Seix Barral, y después hablarle a vuestros amigos de la iluminación que habéis vivido y que os ha llevado a pensar que a todos los animales, no solo a las mascotas, solo hace falta tratarlas con respeto y de forma individual para recibir a cambio una buena ración de reacciones y aptitudes -llamémoslas- humanas.
Permitid que me remita a las propias palabras de Rosamund Young en una reflexión ligeramente extensa (¡perdón!) para ilustrar lo que acabo de exponer pero de forma mucho más elocuente y concisa: «Todo aquel que tenga algún animal lo conocerá sin lugar a dudas como individuo y probablemente podrá referirse con gran conocimiento de causa a las virtudes o idiosincrasias de su naturaleza particular. Los animales de granja suelen criarse en grandes grupos, pero eso no significa que su individualidad desaparezca. Sus niveles de inteligencia son tan variados como los de las personas. Ningún maestro esperaría ni desearía que todos los alumnos de una clase fueran idénticos. Nadie querría crear una sociedad en la que todo el mundo llevara la misma ropa o tuviera los mismos pasatiempos. Que no seamos capaces de apreciar las diferencias entre dos arañas, mariposas, jilgueros o vacas no es motivo suficiente para presuponer que no existen. Puede parecer que animales y personas pierden sus identidades o se alienan si se ven obligados a vivir en condiciones antinaturales, abarrotadas, excesivamente reglamentadas o aburridas. Que eso suceda tampoco es una prueba de que todos los individuos sean iguales, ni de que deseen ser tratados como tales. Muchas personas juzgan la inteligencia comparativa de diferentes especies partiendo de estándares humanos. Pero ¿por qué motivo deberían los criterios ser relevantes para otras especies? Lo que debemos presuponer es que todos los animales tienen la capacidad ilimitada de experimentar una gran variedad de emociones, y habría que juzgarlos siempre según sus propios parámetros. Si una vaca es lo bastante lista para salir adelante en tanto que vaca, ¿qué más se le puede pedir?»
Lo mismo, pero expresado con mayor claridad, ¿verdad? Pues de eso trata precisamente de «La Vida Secreta de las Vacas«, uno de esos libros que es capaz de cambiarte la vida por completo… Y, ojo, que tampoco quiero venirme arriba con el rollo new age y afirmar que, después de leer las reflexiones de Rosamund Young, te harás vegano y te irás a vivir a la montaña en compañía de cabras y vacas. Ni mucho menos. Al fin y al cabo, la autora no está hablando de la necesidad de dejar en paz a los animales y no comérselos (ni sacar producto alguno a partir de ellos): está disertando más bien de la necesidad de tratar de forma moral a los animales para que la comida derivada de ellos sea lo más saludable posible, pero también porque se lo merecen. Y punto.
A ver, ¿acaso no te horrorizaría ver una granja de personas humanas tratadas como se trata a las gallinas? Crees que sí porque a los humanos los piensas como seres individuales. Pero, cuidado, porque, a lo mejor, dependiendo de cómo te lo vendieran desde la industria de la alimentación, ¿no podría darse el caso de que acabaras alienándote tanto como para pensar que los seres de esa granja parecen humanos pero no son como tú, no son personas, no tienen identidad, solo son comida? Esa es la revolución de «La Vida Secreta de las Vacas«: hacerte entender que las vacas y muchos otros animales de granja no son humanos, pero su individualidad y sus identidades son realmente complejas.
El gran acierto de Young está en apuntar a una diana muy certera: todos nosotros acabamos aceptando que nuestras vidas no son más que la suma de diferentes historias que van trenzándose en una narrativa general que se extiende de forma cronológica en el tiempo. Y lo que hace la autora es precisamente, después de una introducción repleta de datos estadísticos bastante impactantes, cambiar de tercio y hablarnos de diferentes historias que van trenzándose en una narrativa general que se extiende de forma cronológica en el tiempo. Son las historias de las vacas de la granja de la familia de la autora, Kite’s Nest, que ha contemplado de forma privilegiada las vivencias de sucesivas generaciones de varios árboles genealógicos vacunos.
Leer las historias de «La Vida Secreta de las Vacas» es como ver los vídeos de gatetes y perretes en 9gag de los que yo hablaba al principio, pero en versión elevada: al acabar cada relato, te acabas planteando si la vida de esas vacas en concreto no ha sido más humana (e interesante) que lo que sueles vivir tú en un día laborable cualquiera. Hay historias de madres e hijas que se pelean y no vuelven a tener contacto jamás, de terneros que establecen amistades extrañas que duran toda la vida, de ovejas que no son nada tontas, de animales que piden ayuda a los humanos de formas elocuentes y sorprendentes, de vacas que desprecian a los humanos y les miran de forma altiva por encima del hombro e incluso de toros que descubren que el humo del tubo de escape de la furgoneta es algo adictivo.
Son fábulas como las de Esopo, pero en las que no es necesario forzar cualidades humanas sobre los animales protagonistas porque estos ya van sobrados de humanidad. Fábulas que sirven para concienciarte más todavía de que la industria alimentaria mundial es insostenible y que necesita cambios urgentemente: «Tal vez sea más fácil asumir que los animales no tienen sentimientos. Así, se les puede utilizar como generadores de beneficios sin prestar ninguna atención a sus necesidades, cuya satisfacción supuestamente no compensa. Los animales más felices crecen más deprisa, se mantienen más sanos, causan menos problemas y generan mayores beneficios a largo plazo si se tienen en cuenta todos los factores, como los efectos en la salud humana y el entorno. W.H. Hudson dijo: «Tengan en cuenta [que] los animales sólo son infelices cuando los humanos los hacen infelices»«.
Pero repito: que nadie crea que el libro de Rosamund Young intenta lavar conciencias. Eso es solo la breve introducción… Después, «La Vida Secreta de las Vacas» es un libro de cuentos como los que leías de pequeño. De hecho, es un libro de cuentos protagonizados por animales reales que podrías leer a tus hijos sabiendo que les harán reír, llorar, emocionarse y, sobre todo, ser mejores personas. [Más información en la web de Seix Barral]