La revista Vice celebra el 10 Aniversario de su edición española con un fiestón muy tremendo… del que te lo explicamos (y te lo enseñamos) todo.
En la era en la que la información se tambalea entre crisis y apogeo, entre desconfianza en los medios tradicionales (e incluyo aquí a los digitales) y una proliferación de canales de comunicación que ni la varicela en una guardería, mantenerse como uno de los mayores referentes del panorama desde hace ya una década no es cosa de poca monta. Y ese es precisamente el galardón que el núcleo patrio de Vice puede colgarse orgullosamente al cuello.
Contra la desconfianza en los medios, un estilo cercano e irreverente que ya ha creado escuela; para llevar la liberalización de la información al propio terreno, la creación de toda una órbita de satélites de contenido especializado (Noisey para la música, i-D para la moda, Broadly para una visión con perspectiva de género, etc, etc…). Y, para celebrar estos diez años de vicio firme y constante que hacen parecer a Jimmy Giménez-Arnau un principiante, el pasado viernes 27 de octubre Vice España hizo honor a su nombre de la mejor manera posible: organizando un fiestón por todo lo alto.
Llegamos una media hora después de que abrieran puertas -que, para alguien acostumbrada a entrar a los sitios cuando quedan menos horas para que salga el sol que horas de noche, es un logro bastante grande- y nos encontramos con que una cola considerable ya se había formado en la entrada de la sala Safari Disco Club de Barcelona. Ciertas cosas no cambian: todos sabemos que una buena cola, llena de gente atractiva, sigue siendo la mejor publicidad gratuita a la que uno pueda aspirar. Y, además de transmitir exclusividad a la par que éxito, es una esperanzadora promesa para las expectativas de la noche.
Sobre la sala cabe decir que, de no haber sido por el trabajo de decoración de Vice (por esas palmeritas y globos colgando del techo, esos neones de adidas o la antesala, que era básicamente una curradísima megacortina de globos), la fiesta podría bien haberse bautizado como aquel 1o» de Piedad Os Lo Ruego titulado «Gente Guapa, Sitios Feos» (e igual parezco una chalada fijándome en estos detalles, pero ese techo de agujeritos es una pesadilla demasiado real para los tripofóbicos). El caso es que la atención al detalle que hizo de ese sitio horrible una sala más que digna fue un poco la tónica común de la noche. Sobrecito con consumiciones, pegatinas y purpurina al entrar, camareros repartiendo trozos de pizza entre concierto y concierto, guardarropa por invitación de la casa… Todas las premisas para que la noche se convirtiera en un cumpleaños inolvidable para todos los presentes estaban más que cubiertas.
Y la noche cumplió. El trap romántico de Gayoncé Rose, experto en hilar bases de bajas revoluciones con un potente fraseo (y en hacer de mochilas y derivados accesorios al nivel de colgantes o gorras, ojo) fue el escogido para empezar a caldear los cuerpos y el ambiente. Con las caderas ondeantes salimos a apurar rápidamente un cigarro con muchas ganas de volver a la pista. Por desgracia, al volver a entrar recibimos un cubazo de agua fría de la mano de Tee Amara, cuyo soul del siglo XXI no terminó de encajar con nuestro estado de ánimo. Pasá na: cerveza, cigarro, copa, cigarro, y a seguir. Por su parte, tanto los madrileños Afrojuice 195 como la diosaza Ms Nina fueron toda una explosión de sudor, culos rebotando, y diversión. Debo admitir que, cuando vuelvo al momento en el que esta última estaba cantando «Traketeo» y yo bailaba como si hubiese metido los dedos en un enchufe, no puedo evitar acordarme del bueno de Dan Treacy y sus punkies a tiempo parcial: pongo sus temas a tope, meneo el culo delante del espejo, pero solo cuando mi madre no está en casa.
Las encargadas de poner el broche final a las actuaciones de la noche (o eso pensaba entonces, que ya me había olvidado del tema Invitado Sorpresa) fueron Las Bistecs, pero en el momento baile-grupal-de-resort-veraniego (artistas y todo el público ondeando los brazos a izquierda, a derecha y al unísono) recordé por qué me bajé de ese tren más o menos cuando sacaron «Universio» -que me sigue pareciendo un buen temazo- y hicimos de la terraza-parking-fumadero nuestro asentamiento principal.
Al volver a entrar, me cruzo con una tía empapada en purpurina y pienso «joder, si que le ha cundido a ésta el botecito de purpurina que regalaban en la entrada«. En el baño, me cruzo con un par más y me reafirmo en mi creencia de que hay gente que se toma muy en serio los accesorios. Veo a gente comiendo cupcakes y no siento mucha envidia porque, todo hay que decirlo, la pizza que repartían antes no es que me pareciera muy allá (además de no poder evitar pensar que, a esas alturas de la noche, me extrañaba que la gente tuviera el estómago tan abierto con la nariz tan cerrada).
Más purpurina, más cupcakes, más gente que tiene una segunda piel hecha de brilli-brilli, más cupcakes y una tía diciendo que ella quería una entrada para el Primavera pero que una para el Mira tampoco le viene mal. Parece ser que, cuando salimos a fumar, nos perdimos todo lo bueno: la tarta-cupcakes (¿qué cumpleaños hubiera sido si no?) y la explosión de purpurina y regalos que había en los sacos de globos colgados del techo, una detallazo por parte de Vice como agradecimiento a sus lectores.
Pues yo me lo perdí todo. Buena lección por haber sido una snob. El resto de la noche se resume en el Invitado Sorpresa, que se revela como la pedazo y divertidísima actuación que nos ofreció Omar Souleyman, en gente muy high (me figuro que como siempre, pero esta vez yo iba ahí toda chill con mis copitas y cervezas y estaba lo suficiente consciente como para fijarme) y en nuevos amigos para toda la vida que solo lo serán una noche. Ojalá haya un 20 Aniversario… y esta vez no me pierda la tarta. [Más información en la web de Vice España]