UP
El Up del 2013, no sólo del festival, ha sido la Noria. Pero vamos, sin ninguna duda. Y, con ella, el momento noria + algodón de azúcar que devolvió a más de uno a su (no muy lejana) infancia.
Un Ben Gibbard vigoréxico roneando y rondando a una maravillosa Jenny Lewis en gran parte del emotivo concierto de The Postal Service, con el pobre Jimmy Tamborello de improvisado aguantavelas. A Ben le ponen los flequillos, es así. Y desde FPM estamos muy a favor de que Gibbard encauce su vida con Lewis… ¡Hacen muy buena pareja!
El contraste entre las pintas de redneck de King Tuff y las vocecillas que se gastan.
Que, por fin, se hayan dejado de chorraditas y hostias tecnológicas y este año hayamos podido pagar con cash de toda la vida en las barras: tantas birras, tantos euros. WIN.
Que, gracias al frío, no tuvimos que soportar los shorts culeros. Bien. Y gracias.
Nuestra macha favorita, ese Robert Mitchum hipster que es Doughn Gibson, su camisa rosa y su sorprendente concierto en el Pitchfork que casi le cuesta la relación a uno de los colaboradores: su novia se vio abrumada por la guapura del americano mientras este interpretaba brillantemente las canciones de su glorioso “All Hell”. Luego el hombre dio que hablar en los mentideros del festival por ese pañuelo que colgaba del bolsillo trasero de su vaquero. ¿Hanky code u homenaje al Boss en “Born in the U.S.A.”?
El crowdsurfing y los baños de masas que se dieron Alice de Crystal Castles, Damon Albarn de Blur, Thomas Mars de Phoenix, Nick Cave y Adam Green.
La nueva zona VIP entre el Heineken y el ATP. Se nos hace difícil imaginar futuros Primaveras sin la comodidad que ofrece este emplazamiento.
Savages AKA Brandon Teena y Las Malotas de Clase AKA Siouxsie Curtis and the Fugazshees dando el primer conciertaco del festival, incluso salvando elegantemente los problemas técnicos que Gemma Thompson tuvo que aguantar en la segunda mitad del show.
Las paradas que hizo el cantante de The Oh Sees para que los seguratas dejaran en paz a la gente de las primeras filas.
Los gintonics a 3.50 € que daban vida en los peores momentos; la comida del Bouzu (en especial sus mochis); los edificantes manjares de Nick’s Perritos (los del vikingo rubicundo) y La Churrería La Selva como antídoto perfecto al sempiterno riesgo festivalero de hipoglucemia. El hecho de que nuestros intestinos aún estén pendientes de recuperarse del todo es meramente circunstancial.
Los chorrazos de champagne con los que RZA mojaba al público haciendo de la botella una extensión de su pene. Y el show que dieron Wu-Tang Clan.
El smoquing de The Magician. Y The Magician himself: en cuanto pisó el escenario se escucharon suspiros (principalmente de gays con barba) por doquier.
Que Hidrogenesse salgan en la crónica de Pitchfork bien destacados. No es un halago: es más bien un ¡ya era hora!
Death Grips anunciando el Apocalipsis.
El castellano «chapurreao» de Adam Green al que sólo le faltó decir «PAELLA, SANGRÍA, FIESTA«.
Los pasitos que aprendimos gracias a los bailarines de The Knife y la (sana) polémica «The Knife sí, The Knife no«. Ya se sabe: que hablen bien o mal, pero que hablen.
El culazo de Solange Knowles. Pensábamos que Jay-Z se había quedado con la hermana buena, pero después de ver esos sensuales movimientos durante la noche del viernes, nos hemos dado cuenta de lo equivocado que estábamos.
Los pogos en King Tuff y en Thee Oh Sees.
Melody Prochet. Vean la foto, escuchen su disco. ¿Hacen falta más palabras? No. Melody Prochet, serious crush.
Los pocos retrasos en las actuaciones: que sepamos, se siguieron los horarios con precisión inglesa. Un 10.
La clase magistral que dio Apparat el viernes en el Auditori. La erección todavía no se le ha le bajado a algún colaborador y eso que se ha evitado la viagra durante todo el fin de semana.
El cierre de Coco en el Rayban, broche de oro a una de las mejores ediciones de este festival. Un clásico.
Pese a Coco, es inevitable pensar que, después de lo vivido un día antes en el mismo escenario, el mejor fin de fiesta hubiera sido un Daphni que nos dejó locos.