¿Es «Una Nueva Amiga» una comedia de enredo prototípica? Sí, pero Ozon también la convierte en un maravilloso diálogo sobre la identidad sexual.
Hacia la mitad de «Una Nueva Amiga«, François Ozon siembra una frase devastadora en el seno de una estructura (proto)típica de comedia de enredo… Pero vayamos por partes, que si hay alguien que todavía no esté familiarizado con el argumento del film puede llegar a perderse (eso sí, quien no quiera spoilers, que pare de leer ahora mismo): «Una Nueva Amiga» narra la historia de David (Romain Duris), quien tras la muerte de su esposa decide recuperar su afición por el travestismo (algo que había hecho ya antes de conocer a su mujer) para darle a su hija recién nacida la presencia femenina que le falta. La historia de David y su alter ego Virginia llega hasta el espectador a través de los ojos de la amiga de la mujer muerte, una Claire (Anaïs Demoustier) que también tiene en su plato una buena ración de confusión de género: tiene un cuerpo de niño y no es precisamente la mujer más femenina del mundo, eso sin contar que su relación con la difunta estaba cercana a un amor lésbico al que se le ha escamoteado la parte sexual.
Justo en el epicentro de este panorama que Ozon construye como una comedia de enredo típica y tópica, el marido de Claire le pilla en una mentira ante la que, en vez de explicar la verdad, prefiere mentir y afirmar que David es gay. Su nuev@ amig@ le pregunta por qué ha mentido de tal forma, y Claire responde de manera tajante: «Mejor decirle que eres gay que no travesti«. Y ahí, como una frase más en una comedieta clásica, el director siembra la simiente de la que han de florecer todas las preguntas de «Una Nueva Amiga«. La primera de ellas es sencilla y rotundamente sólida: ¿es el travestismo el heredero natural de la homosexualidad en la categoría «tabúes sexuales y sociales»? Pero pronto el film empieza a abrir más y más interrogantes que se desbordan más allá de la cuestión travesti, transgénero, pansexual y/u homosexual: ¿qué es eso que llamamos «género»? ¿Qué significa ser un hombre? ¿Qué significa ser una mujer? ¿Por qué nos vemos socialmente forzados a introducir algo tan expansivo como la identidad sexual dentro de unas cajas tan obtusas y diminutas como las de «hombre» y «mujer», «heterosexual» o «gay»? ¿Cómo catalogarías a una mujer a la que le gusta ser mujer pero le atrae un hombre que se traviste de mujer? ¿Cómo definimos a un hombre al que le gusta vestirse de mujer pero que le gustan las mujeres y quiere conservar su pene?
No responda todavía, que aún hay más. François Ozon parece abordar la identidad sexual como una segunda piel: abundan en «Una Nueva Amiga» las liturgias femeninas del vestirse y desvestirse, las ceremonias sagradas con las que estos seres se ponen su piel de mujer y que aquí se comprimen entre dos escenas que se espejan la una sobre la otra y que cierran la película en un círculo pluscuamperfecto. La primera escena es la de los propios créditos: vemos cómo una mujer se está poniendo su vestido de boda, pero pronto nos damos cuenta de que las manos son masculinas y, al final, vemos que la mujer está en un ataúd. En la última escena es Claire la que viste a David mientras este está inconsciente: le viste de mujer reafirmando su identidad como Virginia. La primera escena es el acto simbólico de enterrar a aquello que le impedía a David ser Virginia, mientras que la segunda es otro acto simbólico, pero esta vez de desenterrar y de sacar a la luz aquello que el mundo no quiere ver.
Al fin y al cabo, todas las películas de Ozon siempre le han dado vueltas a la cuestión de la identidad: si en «Sitcom» una rata de laboratorio mordía a una familia burguesa y sacaba sus verdaderas identidades enterradas en lo más profundo bajo capas y capas de convenciones sociales y si en «En La Casa» el oficio de narrador de un joven sacaba a su profesor del pasivo papel burgués en el que a la sociedad le viene bien mantenernos, en «Una Nueva Amiga» no hacen falta coartadas ni de sci-fi ni de culteranismo literario para que sus personajes tengan que enfrentarse a sus verdaderas identidades. Igual que ocurre con sus personajes, «Una Nueva Amiga» es una película con varias pieles: está la epidermis externa de comedia (proto)típica, pero también están las capas inferiores de piel en las que laten todas las preguntas que van saliendo hacia la superficie poco a poco, inevitablemente, movidas menos por los resortes de la ficción y más canalizadas a través de la imposibilidad de luchar contra la naturaleza de uno mismo. ¿Es este, pues, el trabajo más naturalista de Ozon?
Parece provocador afirmar tal cosa, teniendo en cuenta que el mismo argumento del film, repleto de travestismos y confusiones sexuales, parece indicar todo lo contrario. Aun así, me aventuraré a afirmar que, si no es la película más naturalista del realizador, por lo menos es una en la que todo transcurre de forma más natural: incluso en el momento de confusión sexual más colorido de la película, ese cabaret en el que un travesti canta el himno «Une Femme Avec Toi» de Nicole Croiselle. La escena es emotiva por motivos más que aparentes: un hombre vestido de mujer que canta la canción de una mujer que explica la primera vez en la que se sintió mujer en brazos de un hombre. Y, mientras tanto, a su alrededor se arrebolan todo un conjunto de parejas (de dos y de tres personas) que cuestionan frontalmente el concepto convencional de pareja hombre / mujer.
Como decía más arriba, «Una Nueva Amiga» no deja nunca de sumar preguntas… Y, sinceramente, a estas alturas me parece la forma más inteligente de abordar la problemática de la identidad sexual en el siglo 21. Puede que, a día de hoy, ser gay sea más aceptable socialmente que ser travesti, pero tanto unos como otros están metidos hasta las trancas en un lodoso pantano en el que se están poniendo a prueba ciertos conceptos, cuestionándolos para abrir horizontes. La última escena de «Una Nueva Amiga» es tan abierta que asustará a los que necesitan un final totalmente cerrado: sí, Ozon nos da cierta información sobre qué ocurre con los personajes, pero nos escamotea mucha otra información que nos obliga a pensar que las posibilidades son infinitas. Ahí está lo sublime del discurso de esta película: en dejar las preguntas abiertas pero, a la vez, mostrarnos que las respuestas son infinitas. Y que dependen enteramente de nosotros.
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