Puede que Hayao Miyazaki se la gran referencia de «Una Carta Para Yodo»… Pero, ojo, porque este cómic de Jim Bishop es mucho más que esa influencia.
¿Cuándo deja una influencia de ser un referente y pasa a ser un lugar común? En muchos de los cómics que he leído últimamente, una de las primeras referencias que me saltan siempre a la cabeza es precisamente Studio Ghibli en general y Hayao Miyazaki en concreto. Tan solo en los últimos meses, me he topado con casos realmente interesantes que toman este referente ya sea en la forma, como es «Rosa» de Gaëlle Geniller, o en el fondo, como ocurre en la revisión de las primeras obras de Tillie Walden.
Y ahora resulta que La Cúpula edita «Una Carta para Yodo«, de Jim Bishop, y la referencia vuelve a estar ahí, en primer plano tanto en el fondo como en la forma. ¿Significa esto que debería darle importancia a esta influencia por lo que tiene de sublimación de ciertas constantes (el viaje, la familia, el niño como héroe, la preservación de la tradición y la naturaleza, la creación de un mundo inédito en el que se subvierte lo antropomorfo…)? ¿O debería apartar a Miyazaki y el Studio Ghibli de esta reseña porque ya es un lugar común que puede rastrearse en casi toda la nueva producción visual reciente?
Hay toda una generación de autores que ha crecido con películas como «La Princesa Mononoke» o «El Viaje de Chihiro«, y es por eso por lo que puede resultar extenuante rastrear su huella en la producción de artistas que ahora mismo se dedican al cómic y/o a la animación. Artistas como, por ejemplo, el mismo Jim Bishop, nacido en el año 1985 en Seine-Saint-Denis pero viviendo actualmente en una ciudad tan comiquera como Angoulême. Su nombre empezó a sonar con «Nubo, Le Gardien Nuage» (inédito en nuestro país), pero fue con «Una Carta Para Yodo» cuando crítica y público empezó a fijarse en un estilo realmente único.
Porque ahí reside lo curioso de este caso: está muy claro que el estilo de Bishop bebe directamente del de la dupla indivisible formada por Miyazaki y el Studio Ghibli… Pero también tiene la suficiente personalidad propia como para percibirse como algo único, personal e intransferible. Además, voy a decirlo sin dar más rodeos: «Una Carta Para Yodo» es, más que probablemente, el cómic más espectacular visualmente que he leído en los últimos años. Tal cual.
Jim Bishop toma el cromatismo de la era digital que tan bien encapsula el arte de María Medem y lo aleja de lo conceptual para acercarlo a un terreno en el que confluyen los cauces de los ríos del manga post-Miyazaki y la bande desinée de vocación juvenil. Su mezcla de pluma de trazos orgánicos y vivos, casi crujientes, y un entintado digital aficionado a los colores pasteles y a los contrastes de colores complementarios es una verdadera gozada. Hasta el nivel de que hay ciertas páginas que puedes enmarcar y colgar en tu pared perfectamente. Ese es el nivel portentoso del que estoy hablando.
Esto sería parte de la forma de «Una Carta Para Yodo«. Pero hay mucho más… Lo que ocurre es que no puedo seguir hablando de la forma sin atacar algo que también es puro fondo: el argumento. En esta historia, Bishop aborda la historia de Yodo, un chaval que vive recluido en una casita junto al mar esperando la carta de su madre, que se marchó en un avión buscando un nuevo lugar en el que vivir y que le prometió que le enviaría las señas para que fuera a reunirse con ella.
Como no recibe la ansiada misiva, Yodo se dirige a la gran capital para preguntar en Correos… Allá, su camino se cruza con el de Hermanita y, de repente, se ve inmiscuido en una aventura más grande que la vida misma en la que habrá policías corruptos y policías ineptos, padres ausentes mortificados por el sentimiento de culpa e inclusos mafiosos dispuestos a tomarse la justicia por su mano. Suena a dramón hiperrealista, ¿verdad? Pero aquí viene cuando «Una Carta Para Yodo» rebosa magia pura y dura.
Porque el mundo en el que se mueven Yodo y Hermanita (es decir, la forma de la obra en cuestión) está repleto de peces que, gracias precisamente a las investigaciones del padre del primero, se mueven por la superficie sin problema alguno. Con toda la naturalidad del mundo. Son seres fascinantes pero, sobre todo, entrañables y divertidísimos. Y, aun así, por debajo de las dos historias que aquí se superponen, la de Yodo y la de Hermanita, corren otras dos historias (y aquí volvemos al fondo) mucho más complejas… y oscuras.
Por un lado está el mafioso Howard Phillips, ¡el pulpo! Un personaje que guarda una intrahistoria que habla de lucha activista contra todo lo que los humanos le han arrebatado al mar (¿existe premisa más Miyazaki que la de cualquier canto de amor a la naturaleza por encima del apetito voraz y destructor de la humanidad?). Y, por el otro, puede que todas las cartas que Yodo haya puesto sobre la mesa no reflejen precisamente la realidad… y hasta aquí puedo leer sin incurrir en spoilers.
Lo que está claro es que, mas allá del referente omnipresente, «Una Carta Para Yodo» es una lectura que conmueve y que toca una parte muy profunda e íntima del lector, tenga este la edad que tenga. Es esa parte que se emociona cuando vuelves a ver «Porco Rosso» o «Susurros del Corazón«, claro; pero también la que se estremece al contemplar como los cómics de Tillie Walden elevan tu corazón hacia unas nubes preñadas de luz.
Por decirlo de forma similar, Jim Bishop eleva tu alma hacia cielos con bellísimos degradados de colores pastel. Cielos con horizontes en los que ya titila una oscuridad que se acerca sin prisa pero sin pausa. Cielos que preludian obras futuras en las que cada vez hablaremos menos de Miyazaki y más de un universo original, hipnotizante y poderosamente magnético. Un universo en el que yo quiero habitar ya, la verdad. [Más información en el Instagram de Jim Bishop y en la web de La Cúpula]