Para alguien que, en el grueso de sus ejercicios, ha tenido que limitarse a la corrección, a lo esperable y a la adaptación sobre materia ajena, la libertad creativa no sólo te permite moverte por márgenes nunca antes explorados, sino que, una vez liberado de todo yugo y límite, explotas y acudes en masa a un tratamiento ejemplar de una adaptación subjetiva, personalista y liberadora (creativamente hablando) de todo un cúmulo de propósitos hasta el momento eclipsados por la potencia de la adaptación del servicio para el que se emplea. Dicho menos técnicamente y menos coñazo: David T. Ginzo se ha salido por la tangente después de tener que adaptar sus conocimientos sonoros a bandas y proyectos de tan diverso estacionamiento como Templeton, Anni B. Sweet, El Hijo, CatPeople, Sidonie o Lüger, por mencionar sólo algunos, y ha rebautizado su proyecto en solitario como TUYA tras un breve periplo en el que utilizaba el mismo nombre que escogieron sus padres para que figure en el carné de identidad para el resto de su existencia. El resultado es un EP que esboza sus filias poppys más aperturistas, sirviéndose de músicos como Brian Hunt (conocido por haber producido y dado bautizo a los debuts de Russian Red y Anni B. Sweet, además de grabar maqueteramente a decenas de grupos prometedores, y por haber formado parte de bandas como Half Foot Outside, Kidsgofree o Templeton, además de un escarceo solista editado por Limbo Starr), Juan Diego Gosalvez (batería de Anni B. Sweet o César & Parker, entre otros) y Héctor Ngomo para el empleo de su ejercicio, valga la redundancia, más liberador y necesario.
Curioso es que Ginzo decida llamarse TUYA cuando debería ser algo así como POR FIN MÍA, al menos en lo que a decisión y expansión de sus deseos más elementales en lo que al plano creativo se refiere. Si bien su empleo individual ya había despuntado en un claro enclave lo-fi por fallos técnicos en materiales bastante recientes como «Instrumental 01» (Autoeditado, 2009) o «Four Songs About…» (Autoeditado, 2010), de un tamiz eminentemente maquetero y limitado en recursos, es en TUYA, su nuevo álter ego, donde encuentra plenas facultades y medios para desarrollar sus filias a campo abierto. «Own» (Subterfuge, 2011) es un compilado de postales difuminadas entre el ruido, la presión y las bajas pasiones, coqueteando con el lo-fi en sus tónicas más preciosamente nostálgicas y melancólicas, con cierta añoranza hacia esa distorsión permisiva de proyectos de rock enérgico y tembloroso de la década de los 90 (Sebadoh, Heavenly, The Field Mice, Luna) y conectando, curiosamente, con la templanza compositiva del primer Beck (el de «Mellow Gold» (Geffen, 1994), pero en un modo menos festivo y carnavalesco, claro), el Graham Coxon pidiendo exilio de Blur o el John Frusciante más juguetón y pasivo (probablemente el de «To Record Only Water for Ten Days» -Warner, 2001-) pero entendiendo su posición actual (y su estética, incluso) gracias a armonizadores del pastoreo pop como Bon Iver o Fleet Foxes: o así al menos lo deja entrever el hecho de que «The Baq» y «Focus» e incluso cierta apariencia del ruidillo nervioso de «Pictures & Flowers» sean probablemente, las piezas que mejor complementen toda esa conjunción de sonideros apócrifos que destellan cual estrellas moribundas por un parqué híper creativo propio de una de las grandes novedades del folk-power-pop-noise tendencioso elevado a la caza de la burbuja por Pitchfork o Gorilla vs. Bear. Aquí nos adelantamos y entonamos un sereno, claro y cuasi obvio: Ave, Ginzo. Yo, mí, me, contigo. Tuya siempre.
[Alan Queipo]