Robert Wratten debe de ser el mayor masoquista emocional de la historia: sólo a él se le ocurrió crear un grupo (Trembling Blue Stars) y un disco (“Her Handwriting”; Shinkansen Recordings, 1996) con el único y exclusivo objetivo de airear sus penas tras su ruptura con Anne Mari Davies, fiel compañera (musical y sentimental) en The Field Mice y Northern Picture Library. Hay que tenerlos bien grandes y perfectamente puestos para meterse en tal charco; cualidad que, en este caso, obliga a dedicarle a Wratten un monumento y una admiración total ad aeternum. Pero, por si eso no fuese suficiente, sólo a él (cómo no) se le pasó por la cabeza invitar a su ex a colaborar en los siguientes trabajos de Trembling Blue Stars. La cuestión es que el propio Wratten jamás pensó que “Her Handwriting” pasaría a ser algo más que un disco íntimo de auto-ayuda para evitar acabar tirado en cualquier cuneta ni que calaría tan hondo en los seguidores (y no tan seguidores) de su larga trayectoria. Ese inesperado éxito había dejado patente que mucha más gente de la imaginada se había compadecido de su desgracia y se había identificado plenamente con las reflexiones lacrimógenas que se explayaban en sus textos. Por ello, lo que iba ser una aventura coyuntural, imposible de prorrogar, se convirtió en el germen de la enorme discografía de Trembling Blue Stars.
De ese modo, casi sin querer, Wratten abría otra vez el tarro de las esencias de The Field Mice para sumergirse en su legendario pop de 24 quilates, ampliando sus horizontes hacia diferentes formas e influencias sin perder el espíritu que los había consagrado como una de las bandas seminales del twee-pop y de Sarah Records. El paso de los años y de los álbumes permitió a Wratten ser consciente de que el sentido de cada nueva referencia ya no tenía nada que ver con darle vueltas a su relación con Anne Mari, asunto teóricamente zanjado tras publicar “Lips That Taste Of Tears” (Shinkansen Recordings, 1998). Así que, finalizado su peculiar haraquiri (con su antigua chica establecida como miembro del grupo de pleno derecho), su proyecto de las estrellas azules titilantes se iba consolidando como gran faro del indie-pop en los estertores del siglo XX y albores del XXI gracias a unas composiciones basadas en el amor y la melancolía que evocaban una de las épocas doradas del género: la de finales de los 80. Sin embargo, cuatro discos más tarde, el mismo Wratten se apresuró en anunciar que, cuando llegase el séptimo, se acabaría el viaje estelar. Con lo cual, habrá que tomar “Fast Trains And Telegraph Wires” (Elefant, 2010) como su carta de despedida, como el testamento musical de un individuo que satisfizo con creces sus ansias de superación personal y demostró sus agallas, siempre desde una perspectiva sensible y amable.
Si por algo se caracterizaron Trembling Blue Stars fue por profundizar en una fórmula que, si bien repetían continuamente, nunca provocó cansancio ni hartazgo: se sabía de antemano lo que iban a ofrecer, ya fuese en forma de balada o de píldora acelerada, pero era imposible rechazarlo. Su ejemplo, además, fue de los pocos que escaparon sin complejos de la tesis de que un grupo debe evolucionar e incorporar cambios paulatinamente. A Wratten y compañía nunca les hizo falta meterse en esas discusiones, lo que propició igualmente que su sonido llegase a ser tan auténtico que desde la primera nota era fácil identificar su música. “Fast Trains And Telegraph Wires” lo refrenda con otra buena cantidad de canciones melosas, nostálgicas y apasionadas, interpretadas, cosas del destino, por los dos protagonistas de la pareja que fue el comienzo de todo: Robert y Anne Mari. La sensación de adiós definitivo antes descrita lo remarca el hecho de que buena parte del repertorio navega en aguas tranquilas y reposadas: unas veces jugando con los caprichos del tiempo (el pasado, representado por la muy Everything But The Girl “The Imperfection Of Memory”; y el futuro, del que habla “All Our Tomorrows” entre guitarras de cristal y coros angelicales) y otras incidiendo en el permanente estado taciturno de Wratten (“In Arrivals”, “Frosting”). Por otro lado, en este LP tampoco se pierde el gusto por transformar algunos temas en grandes piezas literarias en las que se intenta dar cobijo a los más débiles de espíritu o los derrotados por las vicisitudes de la vida (“The Dark World Of The Broken”, “The Last Four Winters Of The War / Grey Silk Storm”). Aunque no todo son silenciosos sollozos de paso lento, ya que no podían faltar los himnos para seguir con una mano en el corazón y con la otra formando un puño apuntando hacia el cielo: si, en el pasado, “Helen Reddy” o “This Once Was An Island” cumplieron con esa función, esta vez les toca a “My Face For The World To See” y “Cold Colours” (desde ya, otro de los clásicos de la banda).
Para aquellos que, como un servidor, estén cavilando cómo será su existencia una vez que Trembling Blue Stars dejen de ofrecer su ración de pop curativo, aún queda la posibilidad de abordar el EP “Cicely Tonight”, cuyo primer volumen (el segundo caerá más adelante) se incluye junto a este álbum. Eso sí, deben tener en cuenta que no es más que un apéndice que muestra algunos experimentos entre ambientales y ruidistas alejados del estilo conocido de Wratten, quien para compensar, lo cierra con una canción más tradicional de significativo título: “No More Sad Songs”. Cierto, no habrá más canciones tristes por parte de nuestro Bobby, al menos bajo el amparo de Trembling Blue Stars. Qué bonito fue mientras duró…