A las puertas del segundo capítulo de «MasterChef 3», la redacción de Fantastic Plastic Mag escoge a sus cinco favoritos (y se pasa un poco con ellos, todo sea dicho).
Digámoslo pronto y mal: el primer capítulo de la tercera edición de «MasterChef» fue un bluffarro de tomo y lomo. Puede que sea debido a la alargada sombra de las acusaciones de tongo de la edición anterior, pero lo cierto es que el proceso de selección de los quince concursantes finalistas supo a refrito, a recocinado, a lasaña de La Sirena recalentada en un microondas del 91 (por seguir con los símiles culinarios). Poco espacio hubo para la sorpresa: la limusina rosa de Samantha, el superávit de gorros absurdos, la gilipollez de meter un trailer en el plató para soltar un pollo, el cantante de una banda de versiones de rock, el dueño de un sex shop, el fail de Mustafá… Vamos, que será que «¿Quién Quiere Casarse Con Mi Hijo?» nos tiene malacostumbrados, pero lo de la primera gala de «MasterChef 3» fue aburrido y alarmantemente falto de brío. ¿Estaba dirigido por los responsables de la gala de los Goya?
Anyway. Que nadie desfallezca: ya se sabe que, más allá del proceso de casting, lo que le da vidilla a este concurso es precisamente el resultado de ese mismo casting. Los quince concursantes están elegidos con una finura extrema, son un ejercicio de ingeniería genética de última generación y, al fin y al cabo, hay que reconocer que están pensadísimos para que todo telespectador pueda verse reflejado en uno de estos quince espejos y así vivir el concurso a través de sus propios ojos. En esta edición hay varios que van a dar que hablar: está Lidia, la nutricionista preñada y saltless que dice que no tiene ni chorizo ni chocolate en su casa; Andrea, la modelo chapas que no se calla; Mila, la Lomana entre fogones; Pablo aka #sufrocomopablo… Y, claro, está también Sally Stefanih, que pese a tener ese nombre como de villana de telenovela venezolana dispuesta a dejarse preñar por su hermano con tal de vengarse de su primer novio se postula desde ya como posible ganadora de esta edición por eso de la historia lacrimógena y tal. Boring.
Pero en el panteón de preferidos de Fantastic Plastic Mag sólo existen cinco ganadores absolutos. Y nuestros winners (por orden alfabético) son….
ALBERTO: De apellido Lecter. «Mi misión es salvar vidas… O endulzarlas«. Así se presentaba Alberto durante el casting de «MasterChef 3«. Mientras que el resto de concursantes intentaban llamar la atención con gorros surgidos de una polución nocturna en technicolor de Samantha, él prefirió postularse a asesino en masa y sociópata en potencia de esta edición plantándose ante el jurado con una bata de científico (o de serial killer aficionado a Halloween), con la mirada extraviada a medio camino entre Bambi ante la muerte de su madre y Ted Bundy, con menos presencia escénica que un secundario haciendo de árbol en una función escolar y con una vocecita de castratti reciente. Pero, ojo, beware, que los últimos serán los primeros y va a resultar que Alberto va a molar lo más grande.
Porque la variedad es amor, y Alberto es el más variopinto de todos los concursantes de esta edición de «MasterChef«. Poco después de su perlaca al respecto de salvar vidas, y ante la pregunta del jurado de si los concursantes tenían alguien importante esperando fuera, Alberto respondía «Tengo familia y amigos… Novia casi«. Entendamos «casi» como «tengo un crush al que stalkeo por Internet y a quien llamo a las 2 de la madrugada para gemirle al oído hasta que me cuelga y me deja el onanismo a la mitad«. Pero repito: que mi pluma cabrona no os lleve a pensar que Alberto me mola porque es un rival débil. No, señores: Alberto es el típico lobo con piel de cordero que se va a comer con patatas al resto de concursantes. Bueno, a lo mejor también es un poco Hannibal Lecter y se los come con patatas literalmente. Pero eso es otro cantar. [Raül De Tena]
CARLOS. Tu KaNdidAtöh faBoRiTo. Hay quien se presenta a «MasterChef» para convertirse en un gran cocinero. Otros se conforman con salir por la tele. Y después está Carlos, que se presentó al concurso para poder besar a Samantha y a Eva. Este galán poligonero solo necesitó unos pocos minutos para lograr su objetivo… Así que, aunque sólo llevemos un programa, ya conocemos al ganador moral de esta edición.
Sin embargo, dudo mucho que él, por muchos besos que dé y por muchos pectorales que tenga, se convierta en MasterChef. De lo que estoy seguro es que nos va a ofrecer momentos irrepetibles. Espero que no tarden en ponerle en algún equipo junto a Alberto, el científico loco, y empiecen conversaciones en plan:
-Este tubérculo todavía no ha alcanzado el punto de cocción óptimo.
-Pues espera, que le meto un meco a ver si espabila.
¿No creéis que un tío que explica sus platos diciendo “Pues aquí está el pato, ahí, ¿no?” merece, por lo menos, una oportunidad? Yo digo sí. Y vosotros también deberíais. [Jordi Iglesias]
KEVIN: El mundo contra Jordi. Podríamos incurrir en el indecente error de pensar lo típico y lo tópico: que Kevin está aquí (es decir: tanto en el programa como en este Top 5) porque está bueno. Y, oye, a ver, que no voy a decir que no: en este programa tan aficionado al «no juzgues a un libro por la portada» (porque, joder, como lo hagas vas a querer clavarte agujas en los ojos y dejar de leer para el resto de tu vida), una presencia como la de este chaval te alegra la vista. Fue verlo aparecer en el horizonte, con su gorrito hipster, y pensar inmediatamente: «este viene de Barcelona«. No iba errado: viene de Tarragona. Y ya se sabe lo que dicen por ahí: «Tarragona m’esborrona» (que no sabría como traducirlo ni voy a sacar las ganas para hacerlo porque se entiende prou bé, ¿no?).
Pero a lo que íbamos: que Kevin está buenorro, sí, que le poníamos un piso y lo adoptábamos como mascota sexual que nos cocine cuando no lo estamos empalando como un pollo a l’ast, también, pero sobre todo se ha ganado a pulso su puesto en el programa porque va a ser el candidato «serio» de esta temporada. El que va a intentar pasar de tejemanejes y de gilipolleces… por mucho que desde el minuto cero Jordi la haya tomado con hacerle bromas absurdas sobre gorros. ¿Está sacando Jordi las uñas ante una posible competición buenorra? ¿Pelea de gatas? Tiene toda la pinta, que ya se sabe que Jordi es muy mala. Pero volvamos a centrarnos, que nos vamos por peteneras: ¿alguien se fijó la meticulosidad con la que Kevin cocinaba? Vale: no nos va a dar titulares en los que decir burradas, pero el chaval se lo toma en serio y se deja de tonterías. Y contra eso no podemos hacer nada. [Raül De Tena]
MARÍA ENCINA: La vieja no se achanta. Me niego a aceptar que esta mujer esté destinada a ser, como he leído por ahí, la “nueva Churra”. No, amigos. Churra era todo amor y dulzura. Encina tiene carácter y responde cuando se le critican sus platos. Es una abuela de las de verdad, de las que te mete una hondonada de hostias si no te acabas su filete de 600 gramos de ternera acompañado de patatas fritas, huevo y dátiles con bacon.
A Encina no le tembló la voz al decirle “Tiquismiquis” a Jordi Cruz en el primer programa, junto a otras perlas como “¿Tú que quieres? ¿Que me recicle a mi edad?” o “Yo no me como espuma porque no”. Es presumible que la dirección del programa intentará que esta abuela sea la favorita de Pepe, aportando un tono menos glamuoroso y más simpático. Lo primero está claro. Lo segundo quizás no tanto.
Veremos cómo evoluciona el personaje, pero, de momento, y en pocas palabras, Encina es la viva imagen de esta mítica viñeta del genial Héctor Bometón. [Jordi Iglesias]
MIREIA: Maleni de libro. “Poppy Girl, tú vas todos los viernes al Espiral”. De Vacaciones, del canal de IRC #Murciaespop, de esa N.O.M (o Nueva Ola Murciana) que tomaba el sol calzada con sus adidas (esas “tres rayitas en los pies”), del epicentro de ese indie del que ahora reniegan Víctor Lenore, Nando Cruz y los nuevos guardianes de la moral… De ahí parece haber salido Mireia Pilar Ruiz. Esta pedagoga, casi un híbrido entre Ruth Vacaciones y Marina de Klaus & Kinski, nos cautivó de entrada con ese cuello Peter Pan y esa receta de pollo al jengibre con pimentón que quizás no estuviera sacada del más profundo pozo de sabiduría y conocimiento culinario (“mmm… me la acabo de inventar”, le confesaba a Pepe Rodríguez), pero que a la postre le sirvió para llegar a la prueba eliminatoria definitiva en el plató del programa. Allí, unas aparentemente riquísimas albondiguicas (pronúnciese algo parecido a albondiguiqueh) especiadas sobre vichyssoise de manzana le dieron finalmente el pasaporte para convertirse de manera oficial en aspirante a MasterChef.
Apuesto a que, a pesar de su apariencia candorosa, Mireia se postulará como una de las líderes en las pruebas grupales dada su experiencia política en el ámbito municipal, puesto que, ojo ahí, estamos hablando de la expresidenta del Comité Federal de Juventudes Socialistas y exconcejal en el ayuntamiento de Archena. Que Mireia Ruiz vaya a tener un papel relevante en la eventual regeneración de la izquierda en Murcia es algo que ni nos va ni nos viene, pero lo que sí nos importa es que en apenas un programa ya nos ha conquistado por su adorable y marcadísimo acento murciano, su porte, su loable dedicación a la labor social, su cutis divino casi coreano, sus camisas amarillas, su corte de pelo finisecular y, claro, sus dotes culinarias. Ay, Murcia, di que sí, qué hermosa eres. [David Martínez de la Haza]