ASESINATO EN 8MM. Uno de los grandes se nos ha ido. Sí, el matón más despiadado de «Amor a Quemarropa», el pseudo-productor de cine y recluta talentos enfermizo de «Asesinato en 8mm» y, por encima de todo, el mafioso más humano que hemos conocido a lo largo de nuestras miserables vidas. James Gandolfini se ha ido y, con él, uno de los personajes más carismáticos y más queridos por los millones de amantes de la caja tonta -con todo el cariño del mundo-: Tony Soprano. Leyenda. Mito. Probablemente, Gandolfini nació y murió con el vestido de gángster puesto, aunque en numerosas ocasiones nos demostró que para él no era muy complicado cambiarse de traje por un segundo y adentrarse en cualquier otro tipo de papel completamente opuesto a su forma natural de gorila, sicario, chuleta y caradura con clase. Es cierto que es inevitable separar a Gandolfini de Soprano puesto que, a lo largo de los años, la linea que delimitaba a estas dos figuras ha ido desapareciendo gradualmente, fundiéndose en un único individuo. Pero si hiciésemos el esfuerzo de volver a separar a persona real y personaje televisivo, no sería más fácil poder mirar con perspectiva y apreciar otras incursiones de Gandelfini en el mundillo.
Dejando de lado a Tony Soprano, me quedaría de lejos con el asquerosos de Eddie Pool. Este papel lo tengo grabado a fuego en mi mente, y probablemente sea porque he visto «Asesinato en 8mm» una infinidad de veces -soy un orgulloso y confeso adepto a la Nic Cageologia-. Aquí Gandolfini lo borda y no es de extrañar, puesto que vuelve a vestirse de matón, sólo que esta vez no es ese tierno italo-americano al que todos hemos idolatrado y querido, sino que se trata de un bastardo seboso que engaña a una inocente muchacha con la excusa de convertirla en la siguiente gran estrella de Hollywood, dándole el papel protagonista en una película snuff. La escena en la que Gandolfini entre carcajadas descoloca mandíbulas, insultos y chulería confiesa que el único aliciente por el cual cometió el crimen fue el dinero, es gicantésca. Un Nicolas Cage más metido de farlopa que nunca se enfrenta y tortura a un pobre Gandolfini que muestra su lado más oscuro y bizarro. ¿El final de Eddie Pool? El mismo que el de James Gandolfini: muerto. Igual no son las mejores palabras para rendirle homenaje al bueno de James, pero es que me cuesta escribir mientras aún me seco las lágrimas. Tu muerte ha sido un drama y yo te llevaré siempre en el corazón. [Marco Ascione]