Raül de Tena escoge a David Pedre, aka «Hulk» o «Troll» o «Trulk». Todos somos conscientes de que Pedre no tiene ningún futuro con Corina. De hecho, la única vez que han compartido algún tipo de actividad (esa partida en los recreativos en los que el tipo se puso hasta el ojete de cargarse a zombies mientras la damisela preguntaba «¿y esto cuándo se acaba?«), había menos química que en las burbujas del jacuzzi en el que Álvaro Roque pretendía remojar la cebolleta en la salsa tártara de la Corintia. Aun así, rezamos al cielo para que David llegue al último programa. ¿Imagináis una final en la que la princesa tiene que elegir entre Pascualín o Trulk? Imposible no ser fans.
Visto lo visto, David no va a dar juego nunca en compañía de Corina. Pero es que este hombre no necesita una princesa para ser el Príncipe de la Tierra Media. Su aparición hulkiana en el gimnasio, sus gritos de guerra, su perpetua expresión de ojos entrecerrados como si no viera un pijo y boca entreabierta como si estuviera a punto de caerle un reguerillo de baba guarrindonga… Y, además, repito: el interés de Pedre en Corina es prácticamente nulo. Cuando le plantaron una buenorra sobona al lado y le tomaron las pulsaciones, lo único que hacía era repetir que este experimento era una gilipollez porque el amigo de Corina no les había tomado previamente las pulsaciones basales. Nadie sabe qué son las pulsaciones basales. Lo único que sabemos es que, mientras que sus compañeros no superaban la marca de 70, Pedre casi manda al aparatejo al cielo de los pulsómetros al bordear unas 140 pulsaciones que nos invitan a pensar que, con semejante presión sanguinea, su pene estaba como el planeta Namek en «Dragon Ball«: a punto de ex-plo-tar.