Aunque de buen principio este libro de Emecé pueda tirar para atrás debido a una portada que parece producto del mal gusto (no por ser ofensiva, sino por ser simplemente fea), tengo que reconocder que me sentí rápidamente atraído al leer su título. «Todos Mis Amigos Son Superhéroes«. Definitivamente se trata de un título cargado de fuerza, la suficiente como para animar a darle la vuelta y leer la contraportada. Tras esa rápida lectura, el gancho romántico de la novela me convenció y, ya que no tenía el bolsillo del todo seco, me la compré. Craso error. Lo único positivo del libro de Andrew Kaufman es que se lee en una tarde y no te roba demasiado tiempo, gracias a una extensión corta mezclada con una letra tan grande que quizá hasta un ciego podría leerla.
Pero, ¿qué hace de esta novela algo tan poco recomendable? La historia es descaradamente sencilla, sin siquiera ser buena. Tiene algún momento interesante, pero la calidad se disipa siempre en menos de dos páginas. Todo el peso de la narrativa recae en las descripciones de los superhéroes, eje indiscutible de esta ficción… Pero leerlas deprime, porque carecen de un buen estilo. Se trata más bien de pequeños chistes malos, juegos de palabras pobres. Siempre se repite lo mismo: gente con poderes que en realidad no son poderes o que se vuelven inútiles por equis razones, demostrándonos que los superhéroes son gente normal, como nosotros. La primera vez ya pillas de qué rollo va el asunto, pero el hecho de que el autor lo repita hasta la saciedad transmite una serie de cosas negativas… Primero, que trata al lector como si este fuese un idiota que tuviese que leer treinta ejemplos distintos de algo para entender de qué va la cosa. Segundo, que la historia es tan pobre que requería ser rellenada con algo. Pero es que tanto el pollo como la guarnición dejan que desear, así que poco se salva con este recurso fácil.
Finalmente, también pienso que se quería rellenar la historia para transformar lo que en realidad es un cuento largo en una novela. Si al manuscrito de Kaufman le quitas todas las molestas descripciones de superhéroes y le rebajas el tamaño de la letra, te queda un pobre librito de unas cincuenta páginas. Y, ¡ojo! Nadie esta criticando eso. A fin de cuentas, otras obras de extensión similar (como «Bartleby El Escribiente» de Herman Melville, por poner un ejemplo), son simplemente geniales. Pero en este caso lo primero que viene a la cabeza es lo siguiente: aunque la mona vista de seda, mona se queda.
[Julián Q.]