Seguimos esperando a Godot, seguimos sabiendo que vivir es esperar… y por eso mismo «Una Vida Apartada» de Tirana es un EP que, básicamente, nos parte el corazón.
ESTRAGÓN – Estoy cansado. (Pausa.) Vámonos.
VLADIMIR. – No podemos.
EST. – ¿Por qué?
VL.- Esperamos a Godot.
EST. – Es verdad. (Pausa.) Entonces, ¿qué hacemos?
VL. – No hay nada que hacer.
A principio de los dosmiles, hubo dos acontecimientos televisivos que marcarían para siempre a sus espectadores, tal es la fuerza de las imágenes de las que fueron testigos, la emoción encerrada en ese puñado de píxeles. El primero, el 11 de septiembre de 2001, el atentado a las Torres Gemelas. El otro, el 17 de noviembre de 2002, la emisión de “Jurassic Bark”, también conocido en este lado del charco como “el capítulo del perro de Fry”.
En este episodio de «Futurama«, Fry encuentra el fósil del que fuera su perro en el s. XXI, Seymour, y vamos asistiendo a una serie de flashbacks de su vida juntos. Cuando, al final del capítulo, Fry y el Profesor están a punto de clonar el fósil de Seymour para devolverlo a la vida, Fry lo para todo y destruye el fósil del perrete, ya que “vivió 15 años más desde que desaparecí, y aunque yo nunca le haya olvidado, él seguro lo hizo hace mucho tiempo”. Por la pantalla empiezan entonces a pasar imágenes de Seymour sentado a la puerta de Panucci’s Pizza esperando a Fry, todos los días, haga el tiempo que haga, hasta el día de su muerte. De fondo, se oyen millones de corazoncitos rompiéndose al son de «I Will Wait For You» de Connie Francis.
Pero, de haber sido emitido en 2018, el episodio bien podría haber tenido como banda sonora “Per Què No Tornes?” de Tirana, acompañando las imágenes de un Seymour cada vez más viejo pero siempre inmóvil con ese “I si no tornes amb mi / i si no tornes / jo t’esperaré igualment / igualment t’esperaré” («Y si no vuelves a mí / y si no vuelves / to te esperaré igualmente / igualmente te esperaré«) que Olivia Mateu nos susurra con una dulzura que te abre en canal. Escogido como primer adelanto de su nuevo EP -que por fin podemos escuchar desde hace unos días-, el tema es una buena muestra de lo que puede ahora encontrarse a lo largo de todo “Una Vida Apartada” (Hi Jauh USB?/Ultra-Local Records, 2018).
A nivel musical, delicadas armonías de teclados (y alguna línea de guitarra) se van acoplando una a otra manteniendo, eso sí, una estructura más contenida y menos ruidista que su predecesor, el elepé “El Divino Estado de la Descomposición” (Fikasound/Hi Jauh USB?, 2015). Y, a nivel compositivo, una tensión entre el querer desaparecer y el querer quedarse; entre ser plenamente conscientes de la imposibilidad de la comunicación y la voluntad de conectar, de amar todo cuanto nos rodea. Una búsqueda de vínculos con el mundo que siempre ha estado presente en las canciones de Olivia.
Ahí está “Kurt”, que se desarrolla entre el fracaso de la comunicación (“He encontrado a tanta gente / que he recordado mis dificultades / y me he marchado”) y su posibilidad (“He encontrado gente buena / que me ha contado sus dificultades / he sido capaz”). Y, en el LP, “Las Estrellas” o “Solsticios”, que exploraban otras galaxias con la esperanza de que, quizás, seres de otros planetas sí fueran capaces de amar. Y, cómo no, la primera canción enteramente en catalán que publicó Tirana, esa que consigue extraer de la movida que es la vida su significado más último, más esencial, y plasmarlo en apenas un puñado de palabras: “Totes les persones volen més amor i comprensió / jo no sóc diferent de l’altra gent”.
“Una Vida Apartada” se abre con una nota monótona baja y pesada, y la voz de Olivia, sin rastro de la tonalidad alta a la que nos tiene acostumbrados, nos confiesa que ya no siente nada. Ningún sentimiento ni recuerdo desde hace cuánto. En “Cap Record” hay tan solo una vaga conciencia de que la vida solía ser más que esto, pero es una referencia indeterminada, apenas un “Abans tenia opinió sobre el que feia i com / ara ja no / ara ja no sento res” («Antes tenía opinión sobre lo que hacía y cómo / ahora ya no / ahora ya no siento nada«).
Tiene gracia, porque aquí tenía pensado escribir que Tirana nunca ha sido una fiesta pero que este EP a mí me parece menos negativo que otros, y justo entonces me topo con esta entrevista en la que Olivia afirma que estas son las canciones más tristes que ha escrito nunca. Pero, cuando los demás teclados se empiezan a sumar a esa nota monótona de “Cap record” y la voz de Olivia empieza a pillar velocidad y fuerza junto a los demás teclados, termina de pillar carrerilla en ese “Com estàs? / pensa que no estàs sol, ha!” («¿Cómo estás? / Piensa que no estás solo, ¡ha!«) y acaba con el estribillo en el que habla de una especie de fraternidad planetaria de gente triste… yo veo tristeza, pero no el vacío.
Y veo lo que creo que es la clave de la música de Tirana. Es una música tan intimista y personal a todos los niveles -musical, con ese toque de bedroom pop, pero sobre todo en lo lírico, en el que Olivia dice escribir sobre “sus taras”- que, de seguir una lógica estricta, no debería decirnos nada. En cambio, aquí estamos, cantando juntos que estamos cansados de estar perdidos. Y no es metafórico: basta acercarse a uno de los poquísimos conciertos que suele dar Tirana (¡este sábado será el próximo!) para ver esta unión. Conectados por la imposibilidad de conectar, así, en una especie de abrazo tautológico. A mí eso me parece emocionante. Donde hay una emoción queda un pelín de vida.
Y de verdad que ya no sé si esto me hace una persona tan optimista que hasta en lo más triste veo un resquicio de esperanza o tan pesimista que un pelín de esperanza ya me parece que es un canto a la vida, pero percibo esta línea a lo largo de todo el EP. En el esperar pase lo que pase aún sabiendo que no volverá de «Per Què No Tornes?». Y en el último tema, «Si Pogués…«, que, si bien es cierto que parte de un final, de la conciencia plena de que algo se ha roto de manera irremediable, expresa un deseo de volver a esa conexión, a ese amor. Aunque para ello la única solución posible sea algo tan imposible como viajar en el tiempo.
También en «Una vida apartada» (mi favorita por ese detalle de dejarla desbarrar en notas sueltas de teclados y ruidos de cacharros durante algo así como un minuto, haciéndola casi cósmica, para que después todo termine en un ruido de río que te devuelve a la Tierra) lo veía, en ese «acabar» seguido siempre por un «començar de nou» («empezar de nuevo«) o un «tornar» («volver«). Hasta que en la citada entrevista he leído que de lo que canta Tirana aquí es del suicidio; y que de esperanza, ninguna. Me doy cuenta de que seguramente estoy filtrando todo a través de mi percepción, y que jamás podré quitármela de encima (eso o soy una pésima crítica musical). Y pienso en lo lejos que estamos en realidad todos de comunicarnos, de comprendernos. Nos separan cien mil y un malentendidos.
Estoy convencida de que jamás vamos a entendernos del todo entre nosotros, jamás vamos a conectar hasta el punto de conseguir comunicarnos plenamente. En mi opinión, por el mero hecho de que el lenguaje, fundamento de la comunicación, siempre se revela insuficiente, arbitrario y absurdo. Como decía uno de los seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello, “¿Cómo es posible que nos entendamos, señor, si en las palabras que yo digo incluyo el sentido y el valor de las cosas tal como yo las considero, mientras quien lo escucha, las asume inevitablemente con el sentido y el valor que tienen para él, de acuerdo al mundo que lleva en su interior?”. O los mismos Gúdar en “De Nada”: “De qué sirve / dime de qué sirve / dime de qué sirve hablar”.
Pero creo que el amor (y también creo ha quedado claro que no hablo de amor romántico, sino de conexión con el mundo, con la vida) no está tanto en la comunicación plena cuanto en la voluntad de comunicar, de encontrarse, de comprender. Aunque sepamos que jamás se realizará plenamente. Porque se espera a este encuentro como se espera a Godot, a Fry, a que Windows termine de actualizarse. Se espera siempre, como Vicente Aleixandre a la luna. Sentados en las escaleras del puente verde, como Primogénito López, y tumbados en las vías, como José Félix Rodríguez Montero y Juan Turú Valles esperaban al tren y al Infinito. Y se espera, por encima de todo, sabiendo que “solo queda esperar”. Godot no vendrá. Ni hoy, ni mañana. Esto lo sabemos, y lo sabíamos antes de empezar. Pero seguiremos esperando igualmente, porque es lo único que nos mantiene un rato más por aquí. [Más información en el Facebook de Tirana y en el evento de Facebook de su concierto del próximo sábado 21 de abril en Barcelona (Heliogàbal) // Escucha «Una Vida Apartada» en Bandcamp]
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