«Puedo Oír El Sol» te enganchará con su historia de amor gay… Pero te enamorará al abrirte los ojos ante la situación de la gente con déficit auditivo.
Tengo que reconocer que, siendo yo gay, desconfío por naturaleza de todas las ficciones gays. Algunas de estas ficciones forman parte de mi educación sentimental y, de algún modo u otro, contribuyeron a moldear mi personalidad y, sobre todo, a aceptarla plenamente sin ningún tipo de complejos ni vergüenzas. Pero, precisamente por eso, porque conozco el valor que puede tener una buena ficción gay, se me ponen los pelos de punta cada vez que me topo con una ficción cuya única valía está precisamente en ser de temática gay. Da igual el argumento, olvídate de las capas de sentido… Lo único importante aquí es que tenga dos protagonistas hombres que follen en algún punto de la trama. Y ya.
Pero, precisamente por todo lo dicho, también aprecio especialmente cuando una ficción gay es interesante más allá de su propio carácter homosexual… Es por eso mismo por lo que llevo unos meses totalmente enganchado a -y profundamente enamorado de- «Puedo Oír El Sol«, el manga de Yuki Fumino que está siendo publicado en nuestro país de la mano de la editorial Milkyway. De hecho, ya hay publicados tres tomos: los dos primeros, que contienen su propio arco argumental fundacional, y un tercer volumen que, bajo el subtítulo de «Limit«, aborda un nuevo arco argumental que Fumino dará por finiquitado -presumiblemente- en un cuarto número a publicarse en nuestro país en este año 2019.
¿Y qué es lo que me ha enganchado -y enamorado- de «Puedo Oír El Sol«? Pues, para empezar, el propio trazo de Yuki Fumino a la hora de dar vida a sus personajes, con ese estilo que es shojo (es decir, manga para chicas) con toques de yaoi (es decir, manga con personajes homosexuales) pero sin pasarse, y que podría tener un pariente cercano en el «Orange» de Ichigo Takano. El trazo es limpio y estilizado, pero sobre todo bordea a la perfección la zona limítrofe que separa la realidad de lo pastel (terreno en el que suelen incurrir muchos autores de shojo). Las emociones de los personajes flotan hacia la superficie del dibujo de Fumino solo cuando tienen que hacerlo, y eso puede ser una gran baza a la hora de acercar hasta «Puedo Oír El Sol» a lectores de fuera del mundo del manga.
También está lo innegable: que nos encontramos ante una ficción gay que no solo es solvente, sino que vuela a alturas elevadas a la hora de abordar lugares comunes como la asunción de los sentimientos homosexuales por parte de alguien que siempre se ha considerado heterosexual, los encuentros y desencuentros de dos personas que se acaban de conocer, los malentendidos que nacen de las verdades a media voz porque no hay valor suficiente para expresarlas en voz alta… Todo ello enmarcado en un entorno puramente nipón en el que hay muchos bentos con comida propia del estudio Ghibli, universitarios que pertenecen a clubs sociales y un eterno contraste entre el personaje fogoso que vive la vida como un jabalí y el personaje introspectivo con problemas para conectar con su entorno hasta que el otro, el jabalí, le enseña cómo hacerlo (y le ofrece un motivo para ello).
Ahora bien, lo que realmente sublima «Puedo Oír El Sol» y lo convierte en una ficción gay magistral es su capacidad para coger todo esto, todos estos lugares comunes, y ponerlos al servicio de una capa de significado para nada oculta. Me explico: la historia de amor creada por Fumino tiene como protagonistas a Taiichi, el jabalí, y Kohei, el retraído. La variante aquí viene dada por el hecho de que el carácter introspectivo de Kohei no es algo caprichoso, un golpe de guión, sino que nace en su déficit de audición. Los dos personajes entran en contacto, de hecho, cuando Taiichi se ofrece a coger apuntes en la universidad para Kohei (a cambio de los bentos repletos de manjares mencionados más arriba).
A partir de aquí, Yuki Fumino podría caer en la facilidad de la vagancia, limitando el argumento de «Puedo Oír El Sol» en el típico caso de chico conoce a chico con déficit auditivo, se enamora y, al ver cómo la condición de su amado le desconecta de la sociedad, decide consagrar su vida a hacer que las personas con déficit de audición se integren lo máximo posible en el tejido social. Pero Fumino rebasa esta simplicidad y, más allá de ella, lo interesante de este manga es que va más allá de esta superficialidad y muestra muchas luces, claro, pero también muchas sombras en la actitud de Taiichi, cuya lucha por integrar a las personas con esta discapacidad puede resultar entrañable, pero también peligrosa e incluso puede ir a la contra de aquellos a los que intenta ayudar.
Y hasta aquí puedo leer. Si quieres saber más, tendrás que engancharte a (y enamorarte de) «Puedo Oír El Sol«. Y, de hecho, no hay mejor momento para hacerlo que ahora mismo, justo antes de que se publique el último -o no- tomo de esta serie que te enganchará con la historia de amor gay entre Taiichi y Kohei, su maravilloso equilibrio entre el drama y el humor, entre la sensibilidad y la realidad. Pero que, sobre todo, te abrirá todo un nuevo mundo en el que a lo mejor no has pensado tanto como deberías: el mundo de esas personas con déficit de audición cuyas particulares necesidades y problemáticas probablemente desconoces. Personas que están a tu alrededor y que se pueden beneficiar de tu comprensión… Pero nunca de una actitud paternalista, obvio. No vayas a acabar siendo más Taiichi que Taiichi. [Más información en la web de la editorial Milkyway]