A todos nos ha ocurrido eso de tener la sensación previa de que algo nos gustará, de intuir que lo que se esconde dentro de ya sea un LP, un libro o una película nos dejará un muy buen sabor de boca o, en definitiva, que responderá a nuestras altas expectivas. En ocasiones daremos en el clavo y habremos acertado; y, en otras, pues algo de aquello que pensábamos que sería genial falla, quedándose en un simple ‘está bien’. Esto me consta que ocurrió a muchos con los primeros The Walkmen, aquellos que, por imagen, comparaciones y demás encendieron los radares de la prensa americana, responsables de encumbrar, quizás antes de tiempo, a una banda que estaba todavía por hacerse. Porque si bien es cierto que sus primeros pasos fueron más que prometedores, especialmente si nos centramos en aquel magnífico «Bows+Arrows» (Record Collection, 2004) que data ya de 2004, también lo es que sufrieron un bajón importante, quizás por no tomarse su tiempo en las siguientes entregas. Afortunadamente, fue algo pasajero, puesto que volvieron con «You & Me» (Gigantic, 2008), un gran álbum donde el sonido más crudo de sus inicios coexistía con un rock de manual más propio de Wilco,; fórmula a la que dieron continuidad hace dos años con «Lisbon» (Fat Possum, 2010), posiblemente el mejor trabajo hasta ahora en la carrera de los americanos.
Y, obviamente, este es el camino que han seguido en «Heaven» (Fat Possum, 2012). Si tuviéramos que señalar el punto en el que los de Washinghton cambiaron, en cierto modo, el enfoque de su música, este sería sin duda la transición que vivieron hacia «Lisbon«, álbum en el que mayoritariamente aparcaban esa elegancia punk con la que los etiquetaron (ya sólo apreciable en contados ramalazos). Aquí ocurre lo mismo, y a la vista queda desde el momento en que le damos al play y nos encontramos con esa perfecta introducción a capella que es «We Can’t Be Beat«, en la que Hamilton Leithauser pasea como nadie (también en directo) una de las mejores voces del panorama, o con joyas del calibre de «The Witch» o «Line by Line«, enmarcada con un punteo tan sencillo como efectivo. Pero, a la vez, y aquí posiblemente resida la grandeza del quinteto, siguen siendo reconocibles esos inicios más guitarreros, que asoman la cabeza en los cortes más inmediatos del trabajo, estando «Heartbreaker«, la tremenda «The Love you Love» o el single «Heaven» para atestiguarlo. Es decir, son capaces de aunar con total naturalidad y en tres cuartos de hora todo lo que han venido haciendo en sus diez años de carrera, capturando los momentos más inspirados de su juventud con el sabio paso adelante que dieron hacia un sonido más maduro hace un par de años… Algo que de fácil no tiene nada.
Ciertamente, y siendo realistas, sigue resultando difícil elevar a la categoría de unos The National o de unos Wilco el trabajo de The Walkmen, ya no tanto por la diferencia en el nivel de sus larga duración (que a día de hoy es casi nula), sino porque el quinteto afincado en NY todavía no dado con la tecla que le permita sonar con la contundencia y el acierto casi continuo de las bandas arriba mencionadas, algo que por otra parte no nos cabe ninguna duda de que lograrán más temprano que tarde. Mientras tanto, podrán seguir disfrutando del encanto de dar conciertos en salas de aforo medio y darse baños de masas cuando les llegue su turno en festivales, algo que muchas grandes bandas seguramente añoren por haberlo perdido en su ascenso de popularidad. Y es que The Walkmen están ahora, más que nunca, en la rampa de salida… Preparados para dar el salto definitivo.