Estamos de enhorabuena: parece que este año se volverá a recuperar el espíritu de las girls (con groups o sin ellos) de los 50 y 60 que tantas alegrías dio a nuestros oídos en el tramo que fue del verano de 2006 al de 2007. Las reinas indiscutibles de ese particular year of love fueron The Pipettes, seguidas muy de cerca por Lucky Soul, los Camera Obscura del disco “Let’s Get Out Of This Country” (Merge, 2006) y, hasta si me apuran, Amy Winehouse (antes de que empezara a protagonizar escenas más propias de «Trainspotting«). Pues exceptuando a los escoceses, que se adelantaron en 2009, el resto acaba de publicar o publicará nuevo trabajo en los próximos meses: Lucky Soul lo tienen recién sacado del horno (“A Coming Of Age”; Ruffa Lane, 2010); las Pipettes esperarán a junio para hacer lo propio con el suyo (“Earth Vs. The Pipettes”); y Amy… qué vamos a decir de Amy. Por ahora sólo se sabe que tiene intención de darle continuación a “Back To Black” (Universal Republic, 2006) a lo largo de 2010. Pero la gran cuestión es que lo haga realmente y, si es así, si llegará a hacerle sombra, aunque sea mínimamente, a su antecesor.
Ésos son los tres nombres a anotar con letras grandes en la agenda, a los que hay que sumar uno nuevo: The School. Bueno, nuevo por decir algo. Porque en 2008 ya se habían hecho más que conocidos gracias a sus singles “Let It Split” y “All I Wanna Do”, certeros dardos hechos canción que se clavaron en el centro de la diana pop del momento y, a la vez, de nuestros corazones. Además del valor musical, también había que añadir la voz y la estética de Liz Hunt, que sobresalía de entre sus otros siete compañeros (está de moda eso de montar auténticas comunas artísticas). Lo curioso del caso es que, a pesar de su origen galés, y de sonar con profusión en las radios británicas, la discográfica que se llevó el gato al agua fue la española Elefant (para que luego digan…). Y ella se encargó de lanzar hasta el infinito y más allá “Loveless Unbeliever” (Elefant, 2010), un debut, dicho sea de paso, que se hizo esperar más de la cuenta.
La curiosidad residía en comprobar si The School serían capaces de mantener el nivel de los sencillos antes mencionados (incluidos en el largo) y no tanto en ver si daban alguna sorpresa en cuanto a su sonido: estaba más que claro que seguirían ahondando en sus influencias clásicas (The Supremes, The Ronettes, The Shangri-Las…), aunque sin perder su raíz british. En este sentido sería injusto dejar de lado una pieza clave del proceso: su productor Ian Catt, que hizo el mismo papel que Phil Spector con sus chicas en aquellos maravillosos años. Su curriculum incluye colaboraciones con bandas de la talla de Saint Etienne, The Boo Radleys o… ¡Shampoo!, entre muchos otros, de ahí que se note su mano prodigiosa en el acabado de “Loveless Unbeliever”. Tampoco hay novedades en cuanto a lo que nos dice Liz, que al igual que en décadas pretéritas, centra todas sus palabras en el amor y sus tres conjugaciones verbales principales: el que se tuvo, el que se tiene y el que se tendrá. De ahí que love y you sean dos de las palabras más utilizadas en el álbum: The Beatles ya demostraron con creces que con esa materia prima básica se pueden construir grandes himnos. Y no hay que olvidar que ése es el terreno en el que mejor se mueve el pop…
¿Por ello “Loveless Unbeliever” puede resultar lineal y rutinario? Difícilmente, pues la fórmula ya funcionó hace cincuenta años, y no va a fallar ahora, por mucho que el ser humano se empeñe en demostrar lo contrario. Además, qué mejor que escuchar lo que queremos que nos digan en el momento adecuado: cuando todo parece ir sobre ruedas (“I Love Everything”); si surgen las molestas dudas o incertidumbres (“Is He Really Coming Home?”, “Is It True?”, “Hoping And Praying”, “Can’t Understand”); si aparecen arrebatos de melancolía temporal (“I Want You Back”); y cuando llega la amargura de los finales infelices (“The One Who Left Me”, “I Don’t Believe In Love”).
¿Cómo que no crees en el amor? No Liz, ése no es el camino, tú misma lo cantas a los cuatro vientos en “Valentine”. ¿O es que prefieres que desaparezca de nuestras vidas? Mientras ella contesta, y comprobando que la temperatura cada vez sube más, ya sé qué voy a pedir que suene a través de los altavoces cuando esté sentado en la barra del chiringuito de la playa: The School, la mejor escuela de calor.