¿Es «The OA» la serie más ridícula estrenada en los últimos años? Puede ser. Probablemente sí. Pero eso no quita que es capaz de chiflar a muchos.
¿Cuánto hacía que una serie (o una peli o lo que te dé la gana) no levantaba un odio generalizado como el que ha provocado «The OA«? En serio, pensadlo. Puede que el final de «Lost» generará una similar animadversión masiva, pero antes estuvimos varios años enganchadísimos a los supervivientes y la isla y el búnker y el hombre de negro y toda aquella mandanga. «The OA«, sin embargo, ha sido odiada desde el primer momento. Tiene suerte de haberse estrenado en Netflix, donde las temporadas de las series están disponibles enteras desde el minuto cero; porque, si se hubiera estrenado en un canal de toda la vida, habríamos vivido ocho semanas de violencia creciente y purulenta.
Vaya por delante, por otra parte, que mi intención con este artículo no es defender lo indefendible o intentar convencer a nadie de lo que no es. A las cosas hay que llamarlas por su verdadero nombre, y la única forma de referirse a «The OA» es con el adjetivo «ridículo». Eso es así. No hay vuelta de hoja. Por mucho que duela admitirlo viniendo de quien viene, esa Brit Marling que muchos abrazaron como salvadora del sci-fi con coartada smart gracias a su guión para la impecable «Otra Tierra» o su participación como actriz en la impactante «Orígenes«. El mundo estaba mucho más que dispuesto a adorar a Brit Marling… Pero, oye, hay fronteras que no se pueden cruzar. Por mucho empeño que pongas, hay zonas limítrofes de las que huyes despavorido de forma puramente instintiva. El ridículo es una de esas fronteras.
Pero empecemos por el principio: ¿de qué va «The OA«? Es difícil resumir el argumento de esta serie, pero lo dejaré en que todo arranca cuando una tipa que ha estado desaparecida siete años se tira por un puente (nunca se nos dice por qué), la rescatan, sus padres dan con ella y se lía la de San Quintín cuando esos mismos padres declaran que no entienden nada, porque cuando ella desapareció era ciega. A partir de ahí, y como una Sherezade colgada en la era New Age, la protagonista interpretada por la misma Brit Marling (que al principio se llama Prairie pero luego pasa a llamarase The OA u OA a secas, pero sólo para los amigos) reúne cada noche a cinco misfits de diferentes edades y cada uno con sus propias circunstancias para explicarles su historia. Una historia en la que se pasó muchos años cautiva a manos de un científico loco obsesionado con la vida después de la muerte… Y hasta aquí puedo leer.
Tal y como se habrá podido apreciar en mi sinopsis del argumento, es muy pero que muy fácil dejarse llevar por el cachondeo a la hora de abordar «The OA«. Al fin y al cabo, repito, es una serie jodidamente ridícula. Y no sólo porque contenga una bochornosa participación de Paz Vega haciendo de cubana de vergüencita ajena, sino por todo un conjunto de factores atenuantes… ¿Cómo vamos a tomarnos en serio en pleno año 2017 una serie que juega al misterio de los ángeles (ojito: una de las posibles explicaciones del título de la serie y el nombre «real» de la protagonista es que responde a las siglas de Original Angel)? ¿Cómo defender una serie que acaba (¡ojo con el spoiler!) con un baile ridículo en la cafetería de un instituto mientras un chaval está a punto de cargarse a todo el mundo con una metralleta? ¿Cómo justificar una trama rocambolesca que incluye niñas rusas dotadas para el violín, viajes astrales a espacios surrealistas poblados por una tipa rarísima que se hace llamar Kathun, los cánticos de los aros de Saturno, experiencias cercanas a la muerte, científicos locos, familias disfuncionales, ciegas que recuperan la vista y todo un conjunto de sinsentidos muy pero que muy fuertes?
Ni idea. No tengo ni idea de cómo defender «The OA» de las piedras que ella misma tira sobre su propio tejado. Pero es que, ¿sabéis qué? Que, pese a convenir en que todo este tinglado es muy pero que muy ridículo, tengo que admitir otra cosa: me chifla. He visto la serie en un suspiro, me tragaba los capítulos de tres en tres y me quedaba con ganas de más… Algo que no me pasa con otras producciones más serias y verosímiles, de esas que mola decir en público que te encantan. Está claro que decir en público que «The OA» te encanta es un verdadero suicidio social. Lo digo por experiencia propia. Llevo unas semanas intentando justificar esto mismo delante de mis amigos.
Pero es que, de la misma forma que sería absurdo negar que «The OA» es una serie ridícula, también es absurdo negar su poderoso magnetismo. Venga, chicos, recordad: estamos ante un ejercicio de sci fi puro y duro. Por si no lo sabías, «sci» viene de «science» y «fi» viene de «fiction«, y la verdad es que la serie de Brit Marling (y Zal Batmanglij, que todo el mundo se olvida siempre de él, pobrete) lleva la naturaleza de ambas palabrejas hasta el límite de sus posibilidades. Aquí hay mucha pseudo-ciencia, con los experimentos y el «evil doctor»que intenta probar de forma científica algo tremendamente improbable; a la vez que hay mucha ficción. Hay toneladas de ficción. Hay tanta ficción que, al final, el espectador es incapaz de saber cuál es la presunta realidad sobre la que se erige «The OA«.
Durante ocho capítulos, en el seno de esta serie van creciendo diferentes realidades posibles: todo lo ocurrido podría ser una historia ficticia creada por Prairie como mecanismo psicológico de aceptación del trauma de su cautividad; también podría ser parcialmente cierto sólo en las partes «sci», no en las «fi»… O lo más jodido de todo: podría ser «verdad». Podría darse el caso de que la protagonista haya estado diciendo la verdad a lo largo de toda la serie, lo que nos llevaría de cabeza hacia una segunda temporada (si es que la confirman finalmente, porque por ahora resulta que no hay nada seguro) todavía más delirante y disparatada.
Y ahí está otro de los motivos por los que «The OA» me chifla: porque es capaz de construir múltiples relatos posibles y coherentes (que no verídicos) a partir de un mismo material de partida onírico y disperso -y ridículo, vale, para ti la perra gorda-. La serie te mantiene despierto y atento en un empeño constante de demostrar que todo esto no puede ser verdad, que todo es una invención de la puta loca que se pasea por los capítulos con unos estilismos homeless chic que son tan fuertes que acaban molando lo más grande. Y, aun así, al final tu empeño da igual, porque no puedes evitar enamorarte de los personajes, emocionarte con la historia de Prairie / Sherezade y, en un verdadero grand finale, presenciar como «The OA» riza el rizo en una secuencia de cierre que supera en ridiculez a todo lo visto con anterioridad pero que, a la vez, no solo resulta profundamente honesta con la naturaleza de la propia serie, sino que sobre todo brilla por algo que no se ve demasiado en la parrilla televisiva actual: su valentía.
En un panorama en el que las series parecen creadas siguiendo una plantilla que contente a cuantas más demografías posibles, en el que todas las producciones televisivas se han subido al carro post-«The Wire» que nos vende la hiperrealidad como la única realidad posible, se agradece una producción tan lunática como «The OA«. O, por lo menos, yo la agradezco. Y, aunque os tengo que dar la razón en que es una serie jodidamente ridícula, tendréis que dejarme en paz cuando afirme que me puto chifla. Porque es así. Y porque me sobran los motivos para afirmarlo. [Más información en el Facebook de «The OA»]
https://youtu.be/cmmPQ3yaFyw