«The Young Pope» dejó el listón muy alto… Así que es necesario preguntar: ¿es «The New Pope» una nueva obra maestra de Paolo Sorrentino? ¿O no?
El misterio es la cima de cualquier conocimiento. El ser humano no puede aspirar si no al mayor de los misterios, a la más grande de las incógnitas. Sin el misterio, nuestra civilización jamás habría avanzado, o, al menos, no habría avanzado hacia esta dirección concreta (si es o no la correcta, eso ya es otro tema). No habríamos llegado al espacio, ni creado templos en cada parte del planeta, ni produciríamos arte, ni conoceríamos minuciosamente la enfermedad. El misterio nos completa porque nos miramos en él como en un espejo. En él nos vemos reflejados, pero, sobre todo, alcanzamos a ver nuestras partes incompletas, aquellas que, justamente, componen el misterio.
Sin embargo, el enigma, la forma que apenas intuimos tras el velo, es también un arma muy poderosa. Eso es lo que parece decirnos Paolo Sorrentino en la maravillosa saga papal compuesta por »The Young Pope» y, recientemente, »The New Pope». Desde los inicios de la primera temporada, el Papa Pío XIII, encarnado de forma magistral por Jude Law, muestra su firme intención de reformar la Iglesia desde el más puro misterio. Solo desde allí, desde el motor mismo de la fe, la institución más antigua del mundo puede construir unos nuevos cimientos. Aquel primer discurso, ya investido como Papa, de Pío XIII envuelto en las sombras del balcón del Vaticano, ya es historia viva de la ficción televisiva, y nos revela la esencia de la serie.
»The New Pope», no obstante, arranca de forma diametralmente opuesta. Con Pío XIII en coma y convertido en santo para la opinión popular, la Iglesia, dirigida desde las tinieblas por Voiello (me pegaría con cualquiera que no comparta que este hincha del Nápoles es el mejor personaje de toda la serie), se encuentra en stand by. Por supuesto, urge la necesidad de encontrar un nuevo Papa.
Tras muchas idas y venidas (y un asesinato), parece que John Brannox (John Malkovich), un teólogo y filósofo inglés, parece la mejor opción para suceder a Pío XIII. Así es como Brannox se convierte en Juan Pablo III, la antítesis del personaje interpretado por Jude Law. Mientras que Pío XIII se mueve estrictamente por la fe, Juan Pablo III lo hace por la lógica, a través de su famosa »vía intermedia». Aun así, los dos papas comparten algo: un dolor insondable, inconsolable, cuya raíz es el sentimiento de abandono, la soledad, a causa de unas figuras parentales ausentes durante toda su vida.
En medio de esta tensión ideológica, Sorrentino plasma, a través de esos planos oníricos e imposibles marca de la casa, algunos de los conflictos internos universales del ser humano, desarrollados con precisión de relojero por el directo italiano. Son sutiles, pero profundos, dolorosos, y recorren a cada uno de los personajes de la serie. Tanto es así que, más allá de la suculenta trama, podemos decir que las emociones humanas son las verdaderas protagonistas de »The New Pope».
Quizá es por esto por lo que esta acabe siendo una anti-serie que una serie al uso. Mucha gente la compara con »Juego de Tronos»: las dos tratan, al fin y al cabo, de la lucha de unos individuos para conseguir un trono. Pero mientras que »Juego de Tronos» se basa en ofrecer bruscos e inesperados giros de guión, acción, romances y épicas batallas, la ficción de Sorrentino es reposada, lenta, metafísica y minimalista (punto y a parte para su increíble apartado visual). Es decir, todo lo que una serie moderna no se puede permitir si quiere lograr grandes picos de audiencia. Y es esto precisamente lo que convierte a »The New Pope» en imprescindible. En un mundo como el televisivo (aunque claramente existen grandes excepciones que todos conocemos de sobra) donde lo que cuenta es tener al espectador pegado a la pantalla, la saga protagonizada por Jude Law y John Malkovich es capaz de darnos otra cosa, algo más: espacio para respirar.
Si el tiempo es justo (y en materia de lo artístico suele serlo), »The Young Pope» y »The New Pope» serán recordadas como obras ineludibles de la ficción televisiva de nuestra época. No creo en las »obras maestras»; pero, si tuviera que creer en ellas a la fuerza, diría sin duda que esta serie merecería entrar en esta categoría. ¿Por qué? Porque las »obras maestras» son aquellas que hablan de forma universal sobre nosotros, aquellas que establecen un relato con todas las cualidades que nos hacen ser humanos e, incluso, nos revela otras nuevas que no conocíamos.
Por eso las grandes obras son grandes y son capaces de perdurar en el tiempo y en la memoria de nuestra especie. Por eso no olvidamos los mitos antiguos o volvemos una y otra vez sobre los relatos más sobresalientes, porque nos dicen quienes somos, y »The New Pope» nos mira de frente a los ojos, haciéndonos sentir vulnerables, frágiles, indefensos, conscientes de que conocer esa verdad duele y que solo el dolor puede salvarnos. [Más información en la web de HBO]