«The Morning Show» no solo es la justificación perfecta para subscribirse a Apple TV+, también es la serie con una visión más elocuente (y necesaria) del #MeToo.
Apple TV+ debutaba el pasado 4 de noviembre con varias series de relumbrón… y con mucho que demostrar. Sobre todo porque, en pocos días, quedó claro que la competencia iba a ser muy pero que muy dura: ¿cómo competir contra Disney+, que también arrancaba en los mismos días, cuando ese otro nuevo servicio de streaming partía con la ventaja de «The Mandalorian«, nueva serie derivada de la saga «Star Wars«? ¿Y, sobre todo, cuando ya empezaba a despuntar ese fenómeno meme llamado Baby Yoda?
Las apuestas de partida de Apple TV+ estaban bien claras: «See» tenía muchos elementos para capturar al público que el final de «Juego de Tronos» dejó huérfano (y descontento); «Para Toda La Humanidad» era el sleeper en potencia; «Dickinson» la sitcom raruna; e incluso había un club de lectura con Oprah Winfrey y series para los más pequeños como «Snoopy en el Espacio«… Ahora bien, la joya de la corona quedó bien definida desde un buen inicio: «The Morning Show» debía ser la serie que justificara una suscripción a este servicio por sí sola.
No en vano, incluso antes de que se estrenara la primera temporada ya se sabía que habría una segunda tanda de episodios. En parte porque el guion estaba pensado para dos temporadas desde un buen principio, en parte porque el ruido que estaba armando la serie desde su anuncio iba aumentando de forma exponencial. Y no era para menos: ¿el regreso de Jennifer Aniston a un protagónico televisivo tantos años después de «Friends«? ¿La confirmación de Steve Carell como un peso pesado fuera de la comedia? ¿La posibilidad de más Reese Witherspoon tras las dos temporadas de «Big Little Lies«? Y también un planten de (no tan) secundarios tan interesantes como Billy Crudup o Mark Duplass. ¡Si es que incluso Néstor Carbonell estaba en el reparto recordándonos cómo nos obsesionó si el actor llevaba eyeliner o no en «Lost«!
Ahora bien, hay que admitir que hubo algo que hacía augurar lo peor en el caso de «The Morning Show«: la serie fue inicialmente un proyecto del asesor político Jay Carson, pero en la fase de pre-producción ya surgieron diferentes problemas que hicieron que el papel de showrunner acabara recayendo sobre Kerry Ehrin, conocida por su labor al frente de «Bates Motel«. Una polémica antes de que la serie despegara no es exactamente lo mejor que podría desear Apple TV+.
Pero aquí estamos, con 7 de los 10 episodios de la primera temporada de «The Morning Show» ya disponibles en la plataforma (que, por cierto, está optando por los estrenos de episodios semanales, a la forma de HBO y lejos del binge watching de Netflix)… Y ya podemos confirmar que esta serie no solo justifica por sí sola la suscripción al servicio televisivo de Apple, sino que es más que probablemente la serie que todos veníamos necesitando ahora que el tiempo nos permite observar el #MeToo con un poco de perspectiva.
Porque el punto de partida del primer capítulo ya es un sí mismo un posicionamiento en toda regla: Alex Levy (Aniston) se dirige de madrugada hacia el plató de «The Morning Show«, el programa informativo matutino líder de audiencia en EE.UU., y mientras tanto explota la bomba. Su eterno compañero, Mitch Kessler, ha sido despedido fulminantemente ante la acusación de varias trabajadoras del programa de haber abusado de su posición de poder para mantener relaciones sexuales con ellas. La situación es un polvorín emocional en sí misma, pero a ello se le viene a sumar que entra en cuadro Bradley Jackson (Witherspoon), una periodista de filiación republicana sin pelos en la lengua que acaba por ocupar la silla caliente de Mitch sin comerlo ni beberlo.
El enfoque del #MeToo en «The Morning Show» no podría ser más elocuente. Empezando, obviamente, por cómo el propio programa intenta adueñarse del flujo informativo para ofrecer su visión de los hechos, pero sobre todo dando espacio para que el personaje de Mitch Kessler ofrezca otra visión de este movimiento social. En cierta conversación con otro vilipendiado público, Kessler intenta hacer distinción entre los hombres que el #MeToo se ha llevado por delante: hay verdaderos depredadores sexuales, según afirma, pero también hay otros que han sido condenados sin posibilidad a réplica porque, antes de poder demostrar su (siempre presunta) inocencia, ya han sido juzgados y condenados al ostracismo social.
«The Morning Show» ofrece todas las visiones posibles del #MeToo, y ya era hora de que alguna ficción se atreviera a mostrar los claroscuros de este movimiento. Ya no solo los claroscuros que implican el juicio social sin posibilidad de defensa, sino sobre todo deteniéndose en cómo las diferentes mujeres se enfrentan también a todo este intríngulis. Hay algunas que optan por la ley del silencio auto asumida, otras que se aprovechan deliberadamente del hombre en situación de poder para conseguir lo quieren, otras que se ven arrastradas hacia simas oscuras de las que les cuesta salir y otras que siguen indecisas, sin saber qué sentir al respecto.
Es esta una serie que no se conforma con ofrecer una cara del #MeToo, sino que pretende ofrecerlas todas… Y hacerlo de la mano precisamente de dos de los personajes femeninos más poderosos de la televisión de los últimos años. La dupla formada por Alex Levy y Bradley Jackson es realmente elocuente por lo que tiene de sabotaje hacia el público habitual de este tipo de ficciones. Desde el principio, habrá todo un público que espere que «The Morning Show» se convierta en una verdadera pelea de gatas, en una lucha de titanas que se arranquen los ojos en ausencia del gallo del corral. Pero no es así. Aunque tampoco es lo contrario.
Es, de hecho, mucho mejor que eso. Porque, como en el caso del #MeToo, la relación de las dos protagonistas muestra todas las caras posibles de las relaciones entre dos mujeres. Pasan por momentos de desconfianza e incluso de odio visceral, pero al final lo que se acaba imponiendo es (por lo menos en lo que llevamos de serie) una sororidad absoluta que les sirve a modo de alianza para abrirse paso entre el campo de nabos que resulta ser la televisión informativa yanki.
Todo ello hilvanado por una realización que podría caer en los peligros de la mímesis de Aaron Sorkin (la sombra de «The Newsroom» es muy alargada) pero que encuentra su propio pulso en una realización rigurosa, funcional y poderosa con tendencia hacia la épica del montaje musical. Algo que podría ser un desastre pero que funciona… Sobre todo al final de cada uno de estos capítulos que te dejan con ganas de más. Más «The Morning Show» y más esperanzas hacia lo que nos depara Apple TV+. [Más información en la web de «The Morning Show» en Apple TV+]