Las noticias que se generaban en torno al regreso de The Magnetic Fields resultaban esperanzadoras: vuelta al sello Merge (donde Stephin Merritt y compañía habían publicado el majestuoso “69 Love Songs” -Merge, 1999-) e inclusión, otra vez, del término ‘amor’ en el título de su nuevo disco, “Love At The Bottom Of The Sea” (Merge, 2012). A la información pura y dura se añadían otro datos orientativos, como que el décimo álbum de los neoyorquinos sería el primero tras la denominada por el propio Merritt ‘trilogía sin sintetizadores’ de su etapa en Nonesuch o que relajaría la rigidez del formato temático / conceptual mediante el cual modelaba sus trabajos, como los pertenecientes a la citada tríada discográfica: “i” (Nonesuch, 2004) utilizaba la octava letra de nuestro abecedario para apelar a la primera persona del singular y divagar sobre las relaciones sentimentales; “Distortion” (Nonesuch, 2008) sorprendía por acudir al feedback sónico del rock alternativo de finales de los 80 y principios de los 90 y por su minimalista portada masculina; y “Realism” (Nonesuch, 2010) hacía lo propio por su aspecto acústico próximo al folk y por su simplificada carátula femenina. Sin embargo, hay que dejarlo claro desde el comienzo: este tratado sobre el amor en el fondo (súmese el tono metafórico del significado de la palabra en la lengua de Shakespeare) del mar no cumple con las grandes expectativas que siempre se crean alrededor de cada lanzamiento de The Magnetic Fields.
Este sentimiento de ligera decepción surgió igualmente, hasta transformarse en una especie de rutina, al seguir cada paso de Stephin Merritt y compañía tras la triple eclosión de “69 Love Songs”, listón insuperable que se convirtió en un incómodo lastre. No obstante, sus trabajos recientes, aunque no satisficieron a toda su audiencia por igual, acabaron dando la talla. Con respecto a ellos, “Love At The Bottom Of The Sea” se sitúa un par de peldaños por debajo, lo que no significa que, a día de hoy, el grupo y el mismo Merritt hayan perdido habilidad melódica (aunque no sea tan certera como antaño) o eficacia compositiva. Al contrario: el de Nueva York mantiene bien afilada su pluma y no escatima esfuerzos para trasmitir su perspectiva irónica, ácida y sarcástica sobre los vínculos físicos y emocionales del ser humano a través de historias que mezclan realidad y ficción
El aspecto externo del LP sigue a pies juntillas el deseo de Merritt de reincorporar los teclados y sintetizadores a su conjunto de instrumentos, ya que se basa íntegramente en los esquemas establecidos por el synth, el tecno y el electro-pop (sobre todo de ascendencia ochentera). Así, “Your Girlfriend’s Face” podría pasar por ser una simpática pieza destinada a la pista de baile a pesar de describir macabros anhelos de venganza pasional; “Infatuation (With Your Gyration)” y “My Husband’s Piéd-à-terre” enganchan por sus maneras kraftwerkianas; “The Machine In Your Head” recuerda a los primeros Depeche Mode para definir qué es realmente el sexo robótico; y “All She Cares About Is Mariachi” introduce una tonada de aires mejicanos en una balada sintética en la que Merritt da rienda suelta a su sentido del humor para quitarle hierro a un desengaño amoroso. Esta es, justamente, otra de las claves de parte de “Love At The Bottom Of The Sea”: la vena cómica de su autor, siempre presente en su obra, que le permite desmenuzar el comportamiento hipócrita puritano en la festiva “The Horrible Party”, la confusa fijación por determinada persona en la tropical “Andrew In Drag” y la cuestión del celibato radical en “God Wants Us To Wait”.
Aunque los textos son primordiales para entender el alcance de las composiciones de The Magnetic Fields, no hay que obviar el efecto de su envoltorio. Ahí es donde falla este disco, que se hunde en varios tramos anodinos (“Born For Love”, “I’d Go Anywhere With Hugh” o “The Only Boy In Town”) en los que incluso la lírica (que continúa describiendo diferentes estados del corazón y escenas amorosas) pierde chispa y se torna plana y tópica. Debido a esta irregularidad, “Love At The Bottom Of The Sea” no alcanza el vuelo esperado, con lo que se puede afirmar que es el álbum más flácido e inconsistente de los últimos quince años de la trayectoria de The Magnetic Fields. Pero, dado el genio demostrado por Stephin Merritt en el pasado, siempre queda la posibilidad de que su banda retome la dirección correcta hacia la magnificencia en el futuro.
Magnetic Fields, ‘Andrew In Drag’ from Christie Brown on Vimeo.