Es un sueño recurrente: me levanto como cada día a las 6:45, me ducho, me visto y cojo el autobús H12. Pero no me bajo en Plaça Europa, sino en Wiley Post Park. Allí está Wayne Coyne. Nos saludamos y, mientras saco unas copias en CD de “The Soft Bulletin” (Warner, 1999) y “Yoshimi Battles The Pink Robots” (Warner, 2002) y los deposito en el césped, le digo “Wayne, you’ve lost that loving feeling” pero alguien lo subtitula en la escena del sueño con un simplón “Hey, tú antes molabas”.
Y esto no es exactamente así, aunque un poco de verdad hay en ello. Desde hace más de diez años, la sensación que nos queda tras cada lanzamiento discográfico de The Flaming Lips es de pequeña decepción inicial. “Yoshimi Battles The Pink Robots” y, muy especialmente, “The Soft Bulletin”, gemas ambas de incalculable valor, permanecen a día de hoy como piezas insuperadas (quizás, me temo, también insuperables) en la carrera de Wayne Coyne y los suyos. Y aunque sería estúpido e inicuo condenar “At War With The Mystics” (Warner, 2006), “Embryonic” (Warner, 2009) o la pequeña rareza “The Flaming Lips and Heady Fwends” (Warner, 2012) como fracasos artísticos, es evidente que la deriva estilística acontecida en esta última etapa no ha llegado a conectar con la audiencia que adoró (y adora) aquellos discos de la etapa 1999-2002.
En “The Terror” (Warner, 2013), Coyne, Drozd y compañía (con Dave Fridmann como sempiterno co-productor) juegan a recrear ambientes a través del sonido, más que a seguir un patrón de canciones más o menos estándar (en realidad, “estándar” y “Flaming Lips” no deberían aparecer jamás en una misma frase). Ello conlleva un efecto dual contradictorio. Por un lado, es apreciable el devenir experimental en el plano musical que toman los temas del álbum, que se van sucediendo casi sin solución de continuidad en un proceso cuasi alucinatorio (escuchen “You Lust”); todo ello parece sustentado en discretas torsiones sonoras a través de la acumulación de sintetizadores que curiosamente evocan un sonido a la vez frío y orgánico. En su contra, el calado melódico de la obra parece algo pobre, lo cual merma su impacto inicial y le pone en serio riesgo de ser olvidado, casi seguro injustamente, en alguna estantería o carpeta de archivos.
“The Terror”, aludiendo a su título, efectivamente asusta desde su primer avistamiento. En su portada, un tipo sentado en el suelo contempla en soledad lo que parece ser una deflagración masiva. Sus canciones también evocan muchas veces esa sensación: no es el pánico que te hiela la sangre de unos Swans, pero sí un pequeño miedo que entumece tus músculos. Asimismo, quizás intencionadamente, The Flaming Lips ofrecen imágenes contradictorias al oyente. Por ejemplo, ¿es “Look… The Sun is Rising” un canto optimista a la llegada de un nuevo día o bien una llamada de alerta a unos eventuales acompañantes de jolgoriosa actividad nocturna?
Quizás ahora sí se han terminado el confeti y los paseos dentro de un globo transparente por encima de las cabezas del público. “The Terror” ofrece demasiada oscuridad para ello, y debería plantear la opción de acercarse de una forma diametralmente opuesta a una eventual translación al directo de sus temas. “Turning Violent” y la titular “The Terror” son un ejemplo de ello, como también lo es “You Lust”. Esta epopeya de trece minutos se va consumiendo en un desarrollo lisérgico y tenebroso y se convierte en la pieza central de la obra, aunque corre el riesgo de tornarse un peligroso turn-off en los conciertos de la banda para aquellos que aún lloramos recordando las épicas y gozosas interpretaciones en directo de “Waitin’ for a Superman” o de “A Spoonful Weighs a Ton” con sus Teletubbies danzando patosamente. En el lado opuesto de la balanza encontramos por ejemplo “Try to Explain”, que sí parece entroncar con aquellas canciones más luminosas. Engalanada apenas con leves distorsiones y efectos, se sustenta por si sola en una bonita melodía apoyada en unos coros majestuosos. Es el momento definitivamente emocionante de “The Terror” y, desde luego, nos encanta.
Llegará un día en que historiadores y musicólogos del futuro ubiquen la importancia de The Flaming Lips en el devenir de la música que hoy llamamos contemporánea. No dudamos de la categoría que este combo de maravillosos freaks obtendrá llegado ese momento, pero tampoco vacilamos en señalar la trayectoria de los muchachos de OKC como pelín irregular y probablemente demasiado propensa a descolocar a la audiencia. Si entras en ese juego, adelante con “The Terror”: no vas a salir defraudado.