NOMBRE COMPLETO. Anya Kuschenko . ALIAS. Anna Chapman. La espía que vino del frío.. NACIONALIDAD. Rusa (Moscú). EDAD. 28 años. PROFESIÓN. Espía y Mata Hari, mujer de negocios, aficionada a los líos, futura chica Bond, friki de las redes sociales, aspirante vocacional a usuaria de Votamicuerpo.com.
WHO’S THAT GIRL?
Que nos gusta a los medios un escándalo. Si, además, la cosa viene envuelta en un cuerpo despampanante y con una bonita y exótica cara, la revolución está servida. Si Anna Chapman hubiera sido fea o no gastara cantidades ingentes de dólares y rublos en ropa de marca cara, carísima, hubiera pasado tan desapercibida como los otros diez involucrados en su caso y nunca hubieran escrito sobre ella en muchos medios que le han prestado atención, y ni mucho menos aquí. Pero no. Esta muchacha de 28 años, cara angelical, maneras de aristrócrata zarista y ambición desproporcionada, se ha convertido en la nueva next best thing en el mundo del cuore y de la prensa seria. Ella es la Espía que vino del frío.
Recapitulemos, porque esta historia tiene visos de guión retorcido de telefilm de tardes sabatinas, con la nota fascinante de haber tenido lugar en plena época dorada de las redes sociales y la comunicación 2.0.
Anna Chapman fue detenida hace dos semanas junto a diez ciudadanos rusos acusada de actuar de forma encubierta y de pasar información confidencial estadounidense al Kremlin. Ciertas rutinas de la pelirroja despertaron las sospechas de las autoridades norteamericanas, aunque ni Chapman ni los otros detenidos han podido ser acusados oficialmente de espionaje o conspiración porque, a pesar de que hay indicios y sospechas de que estuvieron enviado cierta información sobre las esferas políticas del país, nunca llegaron a ser pillados enviando información clasificada in fraganti. Se sabe, sin embargo, que la mismísma Chapman intercambiaba desde enero su laptop cada miércoles con otro involucrado en diferentes localizaciones, entre las que se incluía una librería del West Village. Ni Blair Waldorf podría tener mejor gusto escogiendo lugar. Además, se habla de manejo de mensajes en onda corta, prácticas de esteganografía y otros usos y rutinas del espionaje habitual.
Los analistas de todo el mundo están alucinando, porque la nueva red de espionaje ruso con esta femme fatale como protagonista reproduce patrones que no se utilizaban desde hacía más de diez años y conformaban una red de espías encubiertos de un elevado nivel intelectual, un entrenamiento excelente, un gran conocimiento de la cultura americana y unas dobles vidas estructuradas hasta el más mínimo detalle, que ríete tú de «Mentiras Arriesgadas» y de Doris y Boris. La misma Chapman se había convertido en una it girl de todas las fiestas de la Alta Sociedad, tenía una red de contactos que incluía magnates y políticos, y aunque su padre Vasyli ya era embajador ruso (y algunos le relacionan con la mismísima KGB), la muchacha hacía gala de un gusto en el vestir despampanante y una soltura inédita en semejantes saraos y entorno. Como si hubiera nacido viendo «Gossip Girl«. Algunos entrevistados reconocen que pensaban que era una billonaria, que siempre era la más fancy del lugar y desconocían que en su día había sido una simple trabajadora del Barclays Bank (en cuya sede ya están temblando porque temen que también haya podido traficar con información del banco en el que estuvo trabajando durante seis meses en 2004).
La historia de Chapman, como la de toda buena espía a la antigua usanza, está llena de lagunas y blanks que costarán ser desentramados. Se sabe que está divorciada de Alex Chapman, que se casaron en Moscú cuando ella tenía 18 años y que vivieron en Londres. Cuando se divorciaron, nuestra femme fatale se instaló nada menos que en el ufano barrio de South Kesington, cerca del Museo Nacional de Historia. En una zona donde las casuchas se venden por nada menos que unos siete millones de libras. Ahí es nada. Además de trabajar en Barclays unos meses, la chica tiene un Master en Economía, habla cinco idiomas, trabajó en NetJets Europe como asistente ejecutiva, y creó su propia empresa con sede en NY, donde reside desde hace unos años.
STYLE ICON WHY?
Que nadie nos acuse de inculcar valores amorales a nuestros lectores (sobre todo a los más jóvenes). Espiar está mal. Ahí estamos todos de acuerdo. Pero al margen de intríngulis políticos y sociales (que por lo que es habitual no tienen cabida en esta web), la historia de Anya Kuschenko, su transformación en Anna Chapman y la ascensión de esta en las más elevadas esferas sociales americanas es digna de estudio y mención. Por no hablar de la ineptitud de aquellos que se dedicaron a babear sobre sus pecosos pies sin darse cuenta de cómo semejeante pibón se la estaba pegando, no solo a ellos, sino a su país (seguro que Aaron Sorkin ya está pensando en escribir algo para ella).
Champan es la espía 2.0, una freak de las redes sociales que no tuvo nunca problemas en exhibir ni su cuerpo ni sus hábitos en Facebook (donde, en la sección “About Me” había escrito un premonitorio: “If you can imagine it, you can achieve it; if you can dream it, you can become it”.). Su currículum se podía consultar en Linkedln -y es ahí de donde las autoridades que la investigan sacaron gran cantidad de incoherencias que son incapaces de comprender y que apuntan cada vez más seriamente a que algo olía podrido en la vida de esta muchacha-. Anna, además, es cuidadosa de su look y de su imagen, no sólo de su apariencia natural, sino de sus estilismos de pija del upper east side neoyorquino. La vida y maneras de esta rusa nos evoca a tramas antiguas de películas en color sepia que disfrutábamos cuando éramos niños, cuando la Guerra Fría era aquél fantasma que pululaba por el metraje de «Juegos de Guerra«. Con su físico despampanante, la Chapman ya se ha ganado el apelativo de nueva chica Bond (y me juego que a Daniel Craig le encantaría posar sus manazas sobre ella). Es sexy, misteriosa, pija y letal. Lo más. Tal es ya su influencia, que en algunos sitios ya han bautizado su peculiar interpretación del preppy trend de la Gran Manzana como spy-chic.
PREDICTOR
Lo peor que podría pasarle a Anna Chapman -y a nosotros, que ya somos fans- sería acabar en prisión. Y aunque no nos cuesta imaginarnos a la pelirroja con el mono naranja, unos Laboutin y un piti en ristre dando alguna entrevista carcelaria cargada de suculentos titulares, el futuro de la espía que nos amó debería de estar en la calle. Obviamente, los acontecimientos más recientes mermarán parte de su vida social, pero viendo la increíble capacidad que tiene para captar el interés mediático y su evidente telegenia, no tardaríamos en verla en portadas de The Sun (aunque ya la hayamos visto en tetas gracias a la generosidad de su ex), New York Post, Perez Hilton, Qué Me Dices y otras publicaciones de prestigio. Ella misma será la asesora de su futura película, y si hubiera justicia en este mundo, alguien le daría libertad total y dinero suficiente para sacar su propia línea de ropa. Lo veo: trenchs rojos emulando las carcasas del ejército ruso, corsés en turquesa emulando su ya famosa foto de Facebook, zapatos de tacón de aguja ideales para meetings de intercambio de información confidencial, el teñido de henna como must de la próxima temporada Otoño / Invierno 2011 y «Je serai espionne» de Baxendale como canción oficial.
[Estela Cebrián]