The Big Pink tenían en sus manos sacudirse el sambenito de ‘banda encumbrada por NME sin motivos aparentes’, pero perdieron la oportunidad. Hace tres temporadas, Robbie Furze y Milo Cordell supieron justificar todo el revuelo generado en torno a su potencial como dúo de sugerente pop electrónico (junto a Delphic) con unos singles poderosos (“Dominos”, “Too Young To Love”, la irresistible “Velvet”) y un álbum de debut (“A Brief History Of Love”; 4AD, 2009) que se presentaba muy por encima de la media en el arranque del revival dreamy-shoegaze que aún vivimos (y disfrutamos) a día de hoy; además, demostraban su habilidad a la hora de adaptar a los nuevos tiempos sus influencias más evidentes (desde My Bloody Valentine y The Jesus And Mary Chain a New Order) a través de melodías aterciopeladas, distorsión ensoñadora y cierto riesgo en la edificación de las estructuras (fraseos y bases destiladas del hip-hop) sobre las que apoyaban algunas de sus composiciones. A pesar de que poseían aval suficiente para pensar que su éxito no sería flor de un día, las malas lenguas los acusaban de mostrarse como una pareja unida para satisfacer al sector más sensible de los seguidores ávidos de modernas tendencias musicales tan característicos del siglo XXI. Es decir, que The Big Pink eran considerados un producto de diseño, plastificado y artificial, con un único objetivo y una fecha de caducidad próxima.
Transcurridos los años, Furze y Cordell se empeñan en dar la razón a sus detractores y, para su desgracia, decepcionar a los que confiaban en ellos ciegamente. Se suponía que “Future This” (4AD / Pop Stock!, 2012), su esperado segundo disco, haría honor a su título y sería un trabajo enfocado al futuro, en el de los propios The Big Pink, centrados en amplificar los logros conseguidos con su estreno. Aunque, mucho antes de que se publicase, durante su proceso de grabación, las palabras del dúo no ayudaban a elevar las expectativas, ya que incidían en su afán por recurrir al sonido hip-hopero (ninguna novedad) y en el tópico de hacer progresar su carrera… Declarar esto último fue el primer patinazo de los residentes en Londres: si no lo cumplían, se convertiría en una losa muy pesada. De nuevo, sobrevolaba la idea de que toda banda debe atreverse a realizar múltiples saltos sin red, imitando el comportamiento de, por ejemplo, Radiohead.
A veces, resulta más eficaz no variar el sistema si este funciona adecuadamente y retocar sólo lo necesario. The Big Pink rehusaron esa teoría, pero, más que evolucionar, en “Future This” se observa que la pareja empezó a simplificar su credo desde la apariencia gráfica: de la portada onírica y evocadora de “A Brief History Of Love” se pasó a otra más terrenal, con sus figuras sentadas sobre el asfalto bajo una mancha de pintura que salpica la fotografía. El aspecto físico de un LP sigue siendo fundamental para intuir por dónde se moverá su contenido y, en este caso, se rubrica que Furze y Cordell ya no caminan sobre espacios gaseosos, ingrávidos y algodonosos; ni tampoco por las sendas del pop directo con estribillos situados sobre pedestales divinos, por mucho que “Stay Gold” pretenda desprender la misma energía que “Dominos” y “Hit The Ground (Superman)” samplee el “O Superman” de Laurie Anderson para cubrirse de gloria épica. Esta dupla que abre el LP (no por casualidad) se acaba transformando en lo más destacable de un conjunto que naufraga en su intento de insertar beats urbanos en insípidas piezas pop accesibles pero carentes de pegada (“Give It Up”, “Rubbernecking”).
A medida que trascurre el minutaje aumenta la sensación de que Furze y Cordell invirtieron buena parte de su tiempo en el estudio en efectuar diversos experimentos sin conclusión clara; pero que, antes de enviarlos a la papelera de reciclaje, guardaron en su disco duro por si las musas no aparecían. Y así fue, no se dejaron ver, lo que provoca que se tenga la impresión de que “1313” no sea más que un remedo a medio cocer de “Velvet” y “Jump Music” o “Lose Your Mind” traten, en vano, de darle nervio a “Future This” vía Depeche Mode. Demasiados paralelismos deslucidos entre la obra propia de The Big Pink y la ajena que no convencen ni siquiera después de varias escuchas, aunque seguro que facilitan que los oídos menos exigentes y más permeables se fijen en este álbum. De aquí a que se llegue a decir algo como “se vende grupo al mejor postor” sólo hay un paso.