Su biografía, de repente centro de atención de miles de focos y objetivos, recogía que su peculiar historia había germinado en la escena noise-punk de su ciudad natal bajo los curiosos nombres de Swinging Monkey Cocks, Quentin’s Brittle Bones y Whoops Downs Syndrome, una serie de sucesivos cambios de denominación que igualmente reflejaban las variaciones de su estructura interna y su constante búsqueda de un estilo y una plantilla sonora identificativa. La chispa adecuada saltaría con ellos ya bautizados como The Avalanches y en forma de sexteto: Robbie Chater, Tony Diblasi, Darren Seltmann -trío fundacional y miembros estables del combo-, Dexter Fabay (Dj Dexta), Gordon McQuilten y James de la Cruz. Corría el año 1997, y Dj Shadow y Daft Punk habían empezado a elevar a un nivel superior la composición basada en el uso del sample con sus respectivas y cruciales obras “Endtroducing…” (Mo Wax, 1996) y “Homework” (Virgin, 1997). Ese sería el caldo de cultivo ideal para que The Avalanches, sustentados por un bagaje musical que aglutinaba pop, rap, hip-hop, funk, disco music, soul, punk y rock, llevasen a las práctica los bocetos sonoros que pululaban por sus creativas cabezas.
Simultáneamente, el hecho de vivir en la lejana Australia e inscribirse en la sección más underground de las catacumbas alternativas de Melbourne les obligó a asimilar las limitaciones de un espacio que, por otra parte, les permitió evolucionar con una libertad que, quizá, no sería posible en otro lugar del entorno occidental. En tales condiciones, The Avalanches fueron progresando por una senda similar a la que había seguido en mitad de los 80, salvando las distancias, The Wild Bunch -cuna artística de Massive Attack, Tricky y Nellee Hooper– en las calles de Bristol, encabezados por su particular pareja de productores, Robbie Chater y Darren Seltmann -reunidos bajo el alias Bobbydazzler-, que habían adquirido en el grupo un rol inspirado en la dirección de Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo a los mandos de Daft Punk. De ahí a las permanentes comparaciones con el dúo francés sólo quedaba un pequeño paso. Aunque su single de debut, “Rock City” (Trifekta, 1997), y su posterior EP, “El Producto” (Wondergram, 1997), los acercaban en mayor medida tanto a Beastie Boys y al rap norteamericano que coqueteaba con el funk y el rock como al hip-hop combativo y multi-étnico de Asian Dub Foundation. La predominancia de la sección vocal y los ritmos utilizados todavía ocultaban el futuro aspecto técnico de The Avalanches, a pesar de que manejaban con solvencia los resortes del cut ‘n’ paste, sobre todo gracias a la labor del recién incorporado turntablista Dj Dexta.
Pero en esa etapa se produciría otra circunstancia significativa: Steve Pavlovic, la persona que había dado cobijo a The Avalanches en su sello, Wondergram Records, inauguraría una nueva casa discográfica en 1998, Modular, para la cual reclutó a la banda debido a su creciente repercusión en el panorama independiente australiano. Bajo su amparo facturarían sus siguientes EPs: «Undersea Community» (Modular, 1998) y “Electricity” (Modular, 1999), con los que ampliarían su radio de acción a Gran Bretaña y su alcance hasta lograr convertirse en teloneros de sus adorados Beastie Boys, además de Public Enemy o Beck. Así, The Avalanches colocaban las primeras piedras de su inminente y fulgurante irrupción a nivel planetario, mientras ayudaban a Pavlovic a construir la rampa de lanzamiento de la nueva ola electrónica proveniente de Australia que durante los últimos años ha crecido vigorizada por Modular.
Con el cambio de milenio, los acontecimientos se precipitarían para The Avalanches. Tras aproximadamente dos años de intenso trabajo en el estudio recolectando, perfilando y ensamblando miles de muestras (se calculan que unas 3500, obtenidas de todos los géneros y artistas imaginables: de Madonna a Françoise Hardy, pasando por Sérgio Mendes y Boney M) su primer LP, “Since I Left You”, estaba listo para ser publicado a principios del 2000. Sin embargo, por cuestiones de licencias y permisos legales para la inclusión de determinados samples, su salida se retrasó hasta finales de aquel año. Lo que no afectó un ápice en la impresión que provocaría desde esa fecha hasta 365 días después, cuando eclosionó en el mercado internacional y escaló hasta posiciones elevadas dentro de las listas de ventas y éxitos anglosajonas gracias a sencillos como “Frontier Psychiatrist”, “Since I Left You” -y sus respectivos videoclips, ya emblemáticos- o “Radio”. Un triunfo extraño e inesperado al tratarse de un artefacto en el que los átomos del concepto sampledelia chocan entre sí para dividirse en pedazos sonoros conocidos -y no tanto- y reunirse en novedosas y relucientes piezas de núcleo añejo pero pátina innovadora.
“Since I Left You” no se creó a partir de instrumentación tradicional (sólo se incluyeron varias líneas de teclado) ni de secciones vocales registradas ad hoc al micrófono, sino de las vastas colecciones de viejos vinilos de sus autores. Como buenos herederos del legado de Coldcut, Bomb The Bass, M/A/R/R/S o Beats International, tomaron el sample como el santo grial de un proceso compositivo guiado por los dictados de los patrones troceados que, manipulados hasta el extremo de ofrecer el sonido deseado, encauzaban la base y el desarrollo de cada canción. De ahí que la grabación del álbum -varios años para acumular el material necesario; otro año y medio para cincelarlo y reducir una primera versión de dos horas de duración- fuese una especie de estado de locura variable en busca de la culminación de cada fase del proceso: captura, montaje y reformulación. A pesar del detallismo de un procedimiento de orfebrería impulsado por el perfeccionismo, las casualidades positivas y los cambios de idea sobre la marcha también modelaron “Since I Left You”, que empezó siendo un esbozo de disco conceptual -con una historia de amor como argumento- y acabó convertido en un (im)posible collage sonoro pop, sin silencios ni solución de continuidad, hecho realidad gracias a una ardua meticulosidad, un verdadero acto de espeleología musical y el afán de sus creadores por rendir tributo a sus clásicas influencias y revisar sus gustos personales.
Para The Avalanches, su complejo modus operandi pasaba por ser la vía más barata y fácil de hacer música, inspirada en el funcionamiento de The Beach Boys, Brian Wilson, Phil Spector o My Bloody Valentine –“artistas capaces de desarrollar una serie de ideas sin perder homogeneidad”-. Lo que no impedía que ellos mismos aseguraran que podrían elaborar un álbum según las maneras tradicionales -como reflejaban en sus enérgicos, divertidos y caóticos directos, como en el FIB de 2001-, una posibilidad con visos de materializarse de cara a su segundo LP. En 2005, la banda australiana ya confirmaba que había empezado a diseñarlo, noticia ratificada por su sello Modular en 2006, con rumores incluidos sobre una versión primigenia del disco rechazada. Al año siguiente continuarían dándole vueltas al asunto insistiendo en que ofrecerían un trabajo muy festivo y más hip-hopero de lo esperado. Pero el caso estaba adquiriendo idénticas connotaciones que las de las eternas dilaciones discográficas de sus admirados My Bloody Valentine, al margen de las sesiones de dj de los miembros del grupo y de sus puntuales entregas en formato mixtape o remezcla de tema ajeno. No sería hasta 2011 -coincidiendo con la salida al mercado de la reedición deluxe de “Since I Left You”– cuando se destapó la primera pista fiable: el tema inédito “The Stepkids”, aunque no se disipaba el misterio en torno al nuevo disco.
La gran intriga de la música electrónica del siglo XXI se fue desgranando a lo largo de 2012 al desvelarse varios nombres que colaborarían o habían colaborado en el estudio con The Avalanches -la vocalista norteamericana Jennifer Herrema, el rapero Danny Brown o Ariel Pink-, filtrarse la demo de “A Cowboy Overflow Of The Heat” y anunciarse que el grupo poseía grabadas y mezcladas unas treinta canciones que conservaban fresco el sonido característico de “Since I Left You”. ¿Buena o mala señal? Recurriendo otra vez al símil con My Bloody Valentine, podría resultar un arma de doble filo entregar, tras un largo tiempo de espera, un producto anclado en una época sonora pasada: en el lado negativo, correría el riesgo de no colmar las enormes expectativas del sector más especializado de su potencial audiencia; pero en el positivo, se mostraría como la extensión lógica y natural, aunque no rayase a la misma altura, de “Since I Left You”, ese multi-premiado y alabado álbum que, elevado a objeto de culto, sigue girando en miles de reproductores con su distinguible crepitar de vinilo de fondo y su aura de ejemplo pionero de avant-pop que aprovechó al máximo la tecnología disponible.
The Avalanches no dejaron de ser una rara avis en Australia y fuera de ella en cuanto se inició su imparable expansión. En su momento de apogeo, incluso el ínclito Simon Reynolds se rindió a la retromanía generada por el combo de Melbourne, una máquina de triturar géneros musicales de la que se afirmó que “están destinados a convertirse en los primeros y verdaderos Magos de Oz de la música de baile” (Mojo); y de “Since I Left You” -de impacto equivalente al causado una década antes por “Screamadelica” (Creation, 1991) de Primal Scream– que “suena como lo que hubiera producido Jimi Hendrix con dos platos y un sampler” (Muzik). Exageraciones o no, los padres de la neo-sampledelia obligarán a desempolvar, cual vinilo sacado de un baúl, ese tipo de expresiones cuando, dentro de unos meses, regresen que con uno de los discos más anhelados de los últimos años.