Los que acaban de cumplir los treinta o aún luchan por superar la depre de haber entrado de lleno en esa (¿por qué fatídica?) edad, seguro que más de una vez pensarían o dirían al que tenían al lado: “Qué bonitos fueron los noventa. Daría lo que fuese por volver a ellos”. No vamos a recordar aquí los pros y los contras de aquellos años, pero hay que reconocer que los que disfrutamos de la adolescencia en esa época siempre diremos que fueron maravillosos (bueno, más de uno se olvidó de darle al reloj hacia adelante; síndrome de Peter Pan le llaman). Tampoco volveremos la mirada sobre los monstruos, musicalmente hablando, que dominaban la Tierra por aquel entonces: primero el grunge (vaya etiqueta) y luego el britpop (otra que tal baila). Bajo sus tiránicos pies tenían que sobrevivir todas las demás propuestas, cuyo interés dependía de su utilidad para escapar de las corrientes dominantes. Una de ellas era el colectivo Elephant 6, una de esas marcas que con el paso del tiempo se convirtieron en míticas (al estilo de lo que había ocurrido con el C86 a partir de finales de los ochenta). El caso es que su fundador, Robert Schneider, es también el padre de The Apples In Stereo, grupo al que acompañaron en sus andanzas otros como Neutral Milk Hotel y The Olivia Tremor Control (ambos surgidos a su vez de antiguos componentes de los Apples) u Of Montreal. Todos ellos compartían ideas, influencias y el gusto por elevar la música pop a la categoría de arte, lo que les emparentaba en cierta manera con otro movimiento que hizo vibrar el underground norteamericano del momento: el lo-fi encabezado por Pavement. Lo malo fue que, con el cambio de década y, a pesar de la llegada de nuevos elementos (Beulah o Elf Power), la comunidad se debilitó. La causa tuvo que ver con algo que nunca había buscado premeditadamente y de lo que incluso huía: el éxito. Irremediablemente, las grandes discográficas se fueron llevando sus miembros más distinguidos… hasta que el elefante se quedó en los huesos.
Debe de ser por eso (y la ironía de Schneider) que el título de este recopilatorio de las manzanas más queridas del pop, “#1 Hits Explosion” (Yep Roc / PopStock!, 2010), juega con el hecho de que la banda nunca tuvo un pelotazo masivo que la colocara en el número uno en las listas, ni falta que le hacía. Sus hits siempre se paladearon en el calor del hogar (a solas o en buena compañía), sirvieron para dar brillo a situaciones tan sencillas como andar por la calle entre la muchedumbre o viajar en tren hasta el trabajo e incitaron bailes playeros con los colegas durante noches de fiesta estival. Así que no está de más echarle una ojeada a este resumen que incluye algunas de las joyas de la banda de San Diego desde su lejano debut, “Fun Trick Noisemaker” (SpinART, 1995), convertido en todo un clasicazo, hasta el más reciente “New Magnetic Wonder” (Yep Roc, 2007). Si alguien se pregunta qué sentido tiene a estas alturas la publicación de la enésima compilación de The Apples In Stereo, debe atender al sentido didáctico del producto (demuestra a neófitos y desorientados que no sabían lo que se perdían escuchando otros sucedáneos) y al publicitario, ya que anticipa la llegada de su nuevo trabajo, apropiadamente llamado “Travellers In Space And Time” (Yep Roc, 2010).
El repaso se centra, sobre todo, en las canciones más guitarreras y melódicas (con algún repunte psicodélico incluido) de su repertorio, aquellas que les acercaron una y otra vez a The Beatles, sin seguir ningún orden cronológico ni de otro tipo. No es raro entonces que comience con “Energy” (perteneciente a “New Magnetic Wonder”) y continúe con piezas aparecidas el siglo pasado, como “Go”, “Strawberry Fire” y “Tidal Wave”. Por cierto, no se nota diferencia alguna entre el sonido de unas y otras, lo que habla a las claras del buen estado de forma del combo a lo largo de los años. El resto del minutaje, presidido por la característica voz de Schneider, está salpicado de guitarras diáfanas, coros, palmas, panderetas, alguna nota de piano y otros arreglos clásicos, y combina cortes briosos (“Please”, “Seems So”, “20 Cases Suggestive Of…”, “Can You Feel It”) con otros más reposados (“The Rainbow”, “The Bird You Can’t See”, “Ruby”). Mención aparte merece “Signal In The Sky”, compuesta en su día expresamente para la banda sonora de la serie de Las Supernenas, que recoge a la perfección el espíritu desacomplejado y vitalista de The Apples In Stereo.
Mientras haya que esperar a que “Travellers In Space And Time” se haga realidad el mes que viene, esta colección funciona como buen pasatiempo para entretener los oídos y como excusa perfecta para desempolvar toda la excelente discografía del ahora cuarteto. Aunque tras su escucha uno clame al cielo por tanta lluvia y frío; con lo bien que quedan las canciones de The Apples In Stereo con el sol entrando por la ventana… ¿Qué era eso que se hacía llamar verano? Yo ni me acuerdo.