Se acaba de reeditar la «Teoría King Kong» de Virginie Despentes… Y, la verdad, ahora más que nunca necesitamos pensamientos que electrocuten la revolución feminista.
Junto con la publicación del último volumen de la trilogía «Vernon Subutex«, Literatura Random House ha aprovechado para reeditar «Teoría King Kong» de Virginie Despentes. Este ensayo feminista ya fue publicado en 2007, pero ahora sigue siendo tan necesario como entonces e incluso más vigente que nunca: es un momento idóneo para recuperar o descubrir esta lectura y profundizar en el debate sobre temas que siempre levantan ampollas como son la feminidad, la virilidad, la maternidad, la emancipación femenina, el poder, la violación, la prostitución o la pornografía. Acostumbrada a ser una figura incómoda, con una biografía que no deja indiferente a nadie, este ensayo de Despentes parece una bofetada a la hipocresía imperante, como si el tiempo de las buenas intenciones y las buenas maneras se hubiera terminado, por estéril. Un puñetazo en la mesa: “Basta, ahora me toca hablar a mí”.
Virginie Despentes posee la autoridad que le confiere su experiencia vital. Su vida podría dar pie a múltiples personajes de ficción: como joven punk mendigó y durmió en la calle, fue internada en un psiquiátrico con 15 años, con 17 la violaron, encadenó varios trabajos precarios, se dedicó a la prostitución de manera esporádica, se hizo escritora, adaptó su novela al cine, ha sido dj… Recurrir a su biografía puede parecer un reclamo sensacionalista, pero aquí nos sirve ya no solamente para subrayar que la autora habla con conocimiento de causa, sino también como aviso para navegantes: Virginie Despentes nunca hace lo que de ella se espera. Y eso parece molestar mucho a la moral y el buen gusto de la sociedad bienpensante.
A partir de experiencias personales, elabora todo un discurso sobre la violencia ejercida sobre las mujeres, en sus múltiples formas. A base de frases lapidarias y muchas palabrotas, analiza los motivos que sustentan y perpetúan esa violencia y los mecanismos que usa el patriarcado para señalar a la que se sale del redil. La tesis del libro se desarrolla sobre tres premisas, a su vez relacionadas entre sí: la figura de la mujer-madre vs. la mujer-sexual, la maternidad como la nueva religión y el capitalismo como fuerza alienante y niveladora.
LA MUJER-MADRE VS. LA MUJER-SEXUAL. La figura de la mujer-madre y la mujer-sexual son irreconciliables. La sexualidad no le pertenece a las mujeres. Estas no deben hacer un uso activo de ella, lúdico y mucho menos lucrativo. Su placer empieza (y acaba) con el placer del hombre. Las que hacen un uso lucrativo de su sexualidad viven en la periferia de la sociedad, a veces incluso de la legalidad. La mujer sexual, puta, viciosa, bruja, es una figura impura, hay que esconderla y despreciarla en público.
El mensaje es claro y nos lo han repetido hasta la saciedad: la mala mujer de la cultura judeocristiana, la descarriada, la que se sale del camino y reta al grupo con su actitud, sufrirá escarnio público. “Avisadas estáis”. Ese escarnio público no es más que miedo a la emancipación femenina, a su independencia sexual y económica, miedo a que el resto de mujeres empiecen a decidir por ellas mismas qué es lo que les conviene.
“Lo que nos da miedo es que digan que ese trabajo no es tan aterrador como parece. Y no solo porque todo trabajo es degradante, difícil, duro. Sino porque muchos hombres nunca son tan amables como cuando están con una puta.”
LA MATERNIDAD ES LA NUEVA RELIGIÓN. Nos repiten por activa y por pasiva que la mayor realización personal a la que puede acceder una mujer es la maternidad. La figura de la madre se idealiza: las madres, absolutamente todas, saben lo que es bueno para sus hijos. Asimismo, el Estado adopta el rol de madre: ella sabe lo que nos conviene, lo que tenemos que comer, hacer, leer, lo que podemos comprender o no. Se trata de un claro mecanismo de subyugación de las masas, nos infantiliza para poder velar por nuestros intereses.
Afirmar que para algunas mujeres la prostitución puede ser un medio de realización personal mayor (y mejor pagado) que otro trabajo más convencional dinamita el núcleo mismo sobre el que se sustenta nuestra sociedad: el matrimonio. Un discurso como este difumina los límites que pueden existir entre la prostitución y un matrimonio de conveniencia, o la prostitución y el sexo interesado, o la prostitución y las mantenidas, por poner algunos ejemplos. La prostitución no es una amenaza para las mujeres. Lo es para los hombres. Por eso la practican en la clandestinidad y la atacan con virulencia en público. Si tanto se preocuparan por las mujeres, se encargarían también de que esas mujeres pudieran ejercer su trabajo de una manera justa y segura.
“Las prostitutas forman el único proletariado cuya condición conmueve a la burguesía (…). El tipo de trabajos que las mujeres no pudientes ejercen, los salarios miserables a cambio de los cuales venden su tiempo, eso no le interesa a nadie. Es el destino de las mujeres que han nacido pobres al que nos acostumbramos sin problema (…). Convertirse en vagabundo es una degradación tolerable. El trabajo es otra. Pero la venta del sexo, eso le concierne a todo el mundo (…).”
EL CAPITALISMO QUE NOS IGUALA. El cuerpo de la mujer siempre ha pertenecido al hombre. El de este, cuando había guerras, pertenecía al Estado. Ahora todos somos esclavos del mismo dueño: el capitalismo. Este actúa como fuerza niveladora de las masas y nos convierte a todos en lo mismo: consumidores insatisfechos. A través de la publicidad, se perpetúan estereotipos con el fin de promover el consumo sin fin. La publicidad, omnipresente, contiene altas dosis de sensualidad y sexualidad, nos hace desear constantemente cosas y personas que no podemos poseer. La pornografía funciona como válvula de escape.
Pero los deseos son privados, los aceptamos (o no) con culpa y vergüenza. Nuestros deseos más primarios deben ocultarse, la sociedad señala y censura lo que no es normativo. De nuevo, vemos como la figura de deseo se desvincula de la figura mujer-madre. De nuevo la censura, hay cosas que deben permanecer secretas, en la intimidad. De nuevo el Estado protector diciéndole a una mujer lo que debe hacer con su cuerpo y, sobre todo, que no cobre por algo que debería seguir siendo gratis: el sexo.
“Siempre me ha impresionado la similitud entre la parte promocional de mi trabajo de escritora mediatizada y el acto de prostituirse. Con la diferencia que cuando dices “soy puta”, tienes a todos los salvadores de tu parte, mientras que cuando dices “salgo en la tele”, lo único que encuentras son envidiosos.”
Vivimos en un sistema que propicia la creación de víctimas pero que al mismo tiempo las anula. Virginie Despentes rechaza ser etiquetada como una víctima. Toda su trayectoria se define por esa voluntad de no serlo: hablar de ello en público, no avergonzarse por algo que no pudo evitar, vivir para contarlo, rehacer su vida… El claro ejemplo de cómo no tiene que comportarse una víctima. La discreción es fundamental para no escandalizar al mundo, hay que mantener cierto grado de decoro porque lo que es escandaloso es tu tono quejica y no que un tío te viole.
Esto coincide con el testimonio de James Rhodes: tras haber sufrido abusos en su niñez y lograr sobrevivir, su mujer lo denunció a raíz de la publicación de su libro «Instrumental«, en el que contaba esa experiencia y se hacía pública. Ella defendía que era para proteger al hijo que tenían en común. De nuevo, la madre protectora. De nuevo la sociedad censora: violación y pedofilia, lacras de la sociedad, no pueden hacerse públicas. La víctima, si sobrevive, debe superarlo en soledad. Se la estigmatiza a la vez que se le niega su recuperación o cualquier tipo de redención. El silencio como imperativo.
«Teoría King Kong» es un relato sincero y sin tapujos, imprescindible para comprender el lugar que ocupamos las mujeres en el mundo. Va un paso más allá de la revolución feminista. Hace un llamamiento a la revolución de los géneros, a romper con todo, con los géneros impuestos sin tener en cuenta las particularidades de cada uno, para así acabar con la hipocresía y el cinismo que amparan la desigualdad y la opresión. Y los hombres tienen que implicarse tanto o más. Es hora de que reflexionen sobre la virilidad, de que se impliquen y de que asuman responsabilidades. La destrucción como única solución. Punk en estado puro. [Más información en la web de Random House // Empieza a leer aquí «Teoría King Kong»]