No hay que juzgar un libro por su portada… Pero sí por su título. Y es que, si un escritor no ha reflexionado lo suficiente sobre todo lo que quiere transmitir con su título, lo más normal será que el lector tampoco acabe interesándose demasiado por lo que hay en el interior del manuscrito. En el caso de los discos puede afirmarse tres cuartos de lo mismo: un buen título de álbum ha de expresar con sutileza lo que guarda en su interior. En el caso de lo nuevo de Templeton, es inevitable comparar el nuevo título con el de su debut: mientras que aquel se titulaba «Exposición Universal» (Subterfuge, 2008), con todo lo de grandes intenciones (y expectativas) que eso implica, para esta ocasión han elegido «El Murmullo» (autoeditado, 2012), una opción mucho más contenida con dulces notas de intimidad y arrullo. Declaración de intenciones que, seguramente, mucho tiene que ver con la historia reciente de la banda: en los últimos años no sólo han salido de la casa Subterfuge, sino que incluso se han decidido a probar con la autoedición para este segundo álbum que sólo se lanza en formato vinilo (además de la inevitable descarga y escucha digital disponible en el Bandcamp de la banda). Pura depuración: desde los oropeles ampuloses que se le presuponen a toda banda que debuta en Subterfuge, parece que Templeton han empezado a andar un camino en dirección hacia su verdadera personalidad… Que puede que no tenga tanto que ver con lo que creímos con su debut.
«El Murmullo«, sin embargo, bien parece la hoja de ruta de diversos Templetons posibles. Es lo que pasa cuando un niño empieza a experimentar, a agotar las posibilidades más afines con tal de quedarse finalmente con la más genuina. En este caso, y en un alarde de coherencia, los diversos Templetons posibles tienen mucho que ver los unos con los otros… Y eso siempre es una buena señal. O, al menos, una señal de que aquí no hay brotes de esquizofrenia a la búsqueda de una mirada ajena cuanto más masiva mejor. De esta forma, «El Murmullo» se abre de forma expansiva: «Miércoles Capítulo» hace pensar en el pop patrio de finales de los 90, en una versión de Ellos menos hedonista (y amanerada) y con una emocionalidad más cercana a Los Flechazos. El tema en sí es un himno en potencia que se va reproduciendo en un poderoso eco a lo largo del álbum: «El Cazador» pone el acento sobre las guitarras igualmente noventeras que acaban diluyéndose en un estribillo de «parapapás» y en un xilófono que quitan hierro y tensión a la atmósfera; «Sabe Mejor» parece recurrir a la radiofórmula ochentera de estribillo fácil y melodía pegadiza haciendo pensar en aquellos maravillosos años en los que propuestas como la de Los Sencillos (sin sus ropajes mods) podían acceder a un público extenso; y, por último, «Vestido de Blanco» cierra «El Murmullo» como una síntesis de esta personalidad posible y más que probable poniéndole los pies en la actualidad, con una percusión in crescendo de puro pop-rock que no sabe a glorias pasadas, sino a triunfos futuros.
Estos posibles Templeton en expansión, sea como sea, se ven contrarrestados por otros Templeton posibles: los que catamos en el single de adelanto, «Los Días«… Unos Templeton en implosión que saben que la contención de la explosión puede ser tan impactante (en lo emocional) como su expansión libre. Ahí queda el impacto de la mencionada «Los Días«, donde la herencia pop de la banda se remite a generaciones menos recientes y parece tomar la claridad de líneas de la canción melódica sesentera patria a lo, por poner dos ejemplos que no sean Los Brincos que va a mencionar todo el mundo, Juan y Junior o Nino Bravo (algo que habrá quien piense que está dicho con saña y que, por el contrario, en manos de estos chicos se convierte en pura delicia). Es en este campo donde aparecen los matices más numerosos: «Miedo en Verdad y en Condiciones» llega a una de las mayores alturas de «El Murmullo» partiendo de un lugar común similar al de «Los Días» pero incorporando el brincar de una deliciosa orquestación (cómo duelen los violines y cómo sanan las trompetas); «Mar Cantábrico» chapotea en un folk pastoral que hace pensar en raíces mientras que «Entre los Sicomoros» evoluciona esa raigambre pop hacia un legado de guitarras rockeras atmosféricas que suele asociarse al sur yanki; y, por último, la dupla formada por «El Caminante» y «La Semilla del Diablo» trae a primer plano una referencia que inevitablemente tendría que haber caído mucho antes: la de Simon & Garfunkel.
Misión cumplida: tras dejar Subterfuge, lo normal sería pensar que Templeton tardarían en dar con un sonido que pudieran llamar propio, intransferible. Pero «El Murmullo» consigue que el discurso de la banda se materialice de repente varios pasos por delante de lo que podría pensarse al considerar la continuación de un debut como «Exposición Universal«. Y lo mejor de todo es que es algo que la banda consigue sin levantar la voz, sin alejarse demasiado del ese murmullo que enfatizan desde el título… Aquí hay dos Templetons posibles, explosión e implosión, que sin embargo se demuestran compatibles en un álbum que parece alumbrado bajo el poderoso signo de Géminis: enseñando siempre dos caras de una misma moneda. Una moneda transparente que permite, de hecho, ver la otra cara mientras estás mirando esta.