He aquí algunos conflictivos interrogantes del eterno debate en torno a lo que se denomina música independiente: ¿qué busca un grupo o artista protegido tras el parapeto de ‘alternativo’ más allá de huir de los cánones comerciales establecidos? ¿Mantener sus principios inalterables aunque ello suponga llegar sólo a un número reducido de oyentes? ¿Intentar ampliar su público potencial a costa de abrir su abanico creativo lo justo para que su conciencia se quede tranquila? ¿Dar saltos en la frontera entre lo indie y lo mainstream para vivir de su trabajo y que este no se quede en una especie de hobby nada rentable? Estas y otras cuestiones relacionadas con el asunto se pueden responder rápidamente en función de a quién vayan dirigidas, aunque hay casos en los que no resulta tan sencillo. Por ejemplo, en el de Tegan And Sara, a las que habría que hacer otra pregunta: ¿por qué tras una larga y más que aceptable carrera, cimentada en una efectiva fórmula, han decidido virar su rumbo hacia un destino inesperado? Para ponernos en situación, aclarémoslo cuanto antes: las gemelas canadienses se han olvidado en “Heartthrob” (Vapor / Warner, 2013), su séptimo álbum de estudio, y de su característico pop-rock de guitarras para explorar nuevos parajes sonoros (para ellas, no para el resto del mundo) y construir un trampolín que les aúpe a una mayor cota de audiencia. Así de simple.
Nadie va a negar a Tegan And Sara el derecho a intentar concretar con éxito una estrategia legítima pero sorprendente: desde que empezaran a abandonar el anonimato global con su tercera obra, “If It Was You” (Vapor, 2002), el dúo se mostró como un valor en alza dentro del rock femenino tendente al pop que dulcificaba los postulados de bandas coetáneas en aquel momento como Sleater-Kinney y similares. Es decir, que las hermanas Quin ofrecían la cara más amable (y bella) del movimiento riot-grrrl gritón y desmelenado… Al menos hasta “Sainthood” (Sire / Vapor, 2009), su anterior LP. Porque, cuatro años después, en “Heartthrob” no se atisba nada de eso: donde antes las guitarras eran las protagonistas (eléctricas y acústicas, aunque sobre todo las primeras) y las que llevaban el peso de las melodías, ahora se encargan de esa función los sintetizadores y las bases tecno-pop. Sí, Tegan And Sara se han pasado al lado synth de la vida, para ponerse bailongas o apesadumbradas desgranando historias de amores que matan, ríen, lloran, amargan, engañan, agobian, juegan y faltan.
En realidad, Tegan y Sara Quin nunca ocultaron su gusto por los ritmos electrónicos y sintéticos, ya que algunos de sus singles más conocidos fueron pasados por la batidora de remezcladores de renombre, entre los que se encuentra Tiësto, al que le devolvieron el favor interviniendo en un corte de su disco “Kaleidoscope” (Musical Freedom, 2009), que acabó por revelarse como un muestrario de figuras ‘alternativas’ invitadas que asomaban su cabecita al techno-house-trance masivo. Puede que ahí se formara el germen del cambio estilístico de las gemelas, guiadas por el espíritu emprendedor de otro insigne colaborador de ese álbum: Kele Okereke, que pretendió convertirse después, por todo los medios, en la diva dubstep-house de la generación EDM en Gran Bretaña. Con todo, el empeño renovado de las Quin no alcanzó los niveles paroxistas del vocalista de Bloc Party, sino que se quedó en una penetración suave, con vaselina, en el territorio del pop cheesy y radio-friendly de Katy Perry, Ke$ha o Carly Rae Jepsen. ¿Asombrados, tratándose de Tegan And Sara? Si es así, véanlo de esta manera: quizá el dúo les esté sugiriendo que, puestos a caer en las redes de los acostumbrados guilty pleasures musicales, elijan los temas de “Heartthrob” y no los de las espantajas de siempre.
Tiene su lógica. Inmersas en su imparable metamorfosis, Tegan And Sara recurrieron a los modos que practican otros nombres mejor aceptados y asimilados por la parroquia indie (Robyn, Icona Pop, Ellie Goulding o Little Boots) con la ayuda de hasta tres productores para moldear composiciones con pegada como el single de presentación del LP, “Closer”, el cual constata que las canadienses se defienden con soltura embutidas en el disfraz de cheerleaders del girl-power capaces de elevar al cielo estribillos chicleteros envueltos en celofán electrónico, al igual que sucede en “Goodbye, Goodbye”, “Drove Me Wild”, “I Couldn’t Be Your Friend” o “I’m Not Your Hero” (esta última pasaría por ser la hipotética respuesta a la llamada -de haberse efectuado- del “Call Me Maybe” de la dichosa Jepsen), tan dinámicas y danceras como planas en cuanto a contenido: relatos juveniles contados por un par de treintañeras (glups…). Al menos, en esos temas la coartada bailable se impone y disimula sus defectos líricos, que destacan cuando llegan los medios tiempos: “I Was A Fool” (piano acaramelado mediante), “How Come You Don’t Want Me”, “Love They Say” y el cuarteto final del tracklist rebosan tanto azúcar que el corazón de un diabético explotaría en mil pedazos.
Del mismo modo pueden reventar las cabezas de los seguidores habituales de Tegan And Sara cuando certifiquen que buena parte de lo expresado en esta reseña coincide con la realidad: las antaño chiquillas pop-rockeras de peinados mutantes están dispuestas a conquistar, con sus propias armas, las listas del pop accesible y de fácil digestión. Eso sí, los nuevos y viejos oyentes deberán acostumbrarse a tal transformación; y ellas tendrán que ponerse en manos expertas para superar los resultados de “Heartthrob” y evitar que su próximo tiro, si siguen esta línea, les salga por la culata. Una última pregunta a las Quin: ¿contratarían a Dev Hynes como director de operaciones para lograrlo?