La serie «The End of the Fxxxing World» tiene una legión de fans que deberían correr a leer el cómic original de Charles Forsman en el que está basada.
Si hay algo que enganchó a todo el mundo a «The End of the Fxxxing World» cuando esta serie aterrizó en Netflix fue precisamente su vertiginoso ritmo repartido en ocho adictivos capítulos de no más de veinte minutos. En lo que habitualmente tardas en ver tres capítulos de cualquier otra serie, ya te habías acabado esta pequeña joyita que explicaba la historia de dos adolescentes fugados con un ritmo (y un imaginario, incluso un talento impecable para el diálogo brioso) digno de Tarantino. Y, evidentemente, un subidón rápido y concentrado conduce habitualmente a una peligrosa adicción, a querer más, a desear más episodios y temporadas y aventuras de Alyssa y James.
¿Qué significa esto? Que no transcurrieron ni dos días hasta que los espectadores de Netflix pidieron más y casi que exigieron una segunda temporada. El problema, sin embargo, era el siguiente: «The End of the Fxxxing World» estaba basada en un cómic del mismo nombre que unos años antes había publicado Charles Forsman y cuyo final tajante dejaba poco espacio para las secuelas. Bueno, me permitiré revelar (y perdonadme el spoiler) que tanto serie como cómic acaban con una bala en fuera de plano, pero en el cómic existe un epílogo que no deja lugar a dudas… Y en la serie ese epílogo se elude para que todo quede un poquito más abierto.
Tranquilos, prometo que este va a ser el único spoiler en esta reseña. De hecho, también dejo de lado la serie para la que Netflix ya ha confirmado una segunda temporada y me centro a partir de aquí en el cómic «The End of the Fxxxing World«, porque la verdad es que, si te gustó su adaptación televisiva, su original en viñetas solo puede fascinarte de forma profunda y poderosa. Para empezar, por ese tema de la duración que mencionaba al principio: el cómic de Charles Forsman se lee en un suspiro y, de hecho, es inevitable llegar a la conclusión de que la depuración narrativa de la serie brota precisamente de su equivalente en esta novela gráfica publicada en nuestro país recientemente por la editorial Sapristi.
Y es que en eso, en la depuración estilística, está la sublime maestría de Forsman. «The End of the Fxxxing World» se estructura a modo de díptico en el que el punto de vista de cada capítulo se va turnando entre el de Alyssa y James. El cómic arranca con James hablando de su infancia año a año: «con nueve años me di cuenta de que no tenía sentido del humor; con trece y medio encontré un gato en el bosque y lo reventé con una piedra; con quince metí la mano en la trituradora de basura; con dieciséis fingí que me enamoraba de Alyssa, se empeñó en hacerme sentir algo«. Entonces el punto de vista pasa a ser controlado por Alyssa, después por James, después por Alyssa… Hasta que el capítulo final de James, antes del epílogo de Alyssa, cierra un círculo perfecto que conecta con los pensamientos de la apertura: «Tenga casi dieciocho años y creo que lo entiendo, lo que uno siente por otra persona«.
Cada capítulo, de hecho, siempre mantiene una duración de ocho páginas (ya que incialmente fue serializado en Oily Comics). Pero es esa duración mínima la que parece estimular a Charles Forsman a la hora de depurar sus recursos tanto estilísticos (con un estilo gráfico cercano al de Kevin Huizenga) como narrativos: los sucesos por los que van transitando los protagonistas de «The End of the Fxxxing World» se reducen hasta un esqueleto mínimo de sentido, de tal forma que sea el lector el que rellene los vacíos y dé sentido a todo lo que esté ocurriendo. Curiosamente, tampoco hay mucho espacio para la fantasía ni la digresión: los indicios con los que Forsman narra su historia son pocos, pero tan acertados como para hacernos conscientes de la totalidad del fresco que está pintando y del que nosotros tan solo vemos algunas pinceladas.
La historia de amor de (o lo más parecido al amor que pueden sentir) dos descastados como Alyssa y James circula por lugares peligrosos (persecuciones policiales, familias desestructuradas, sectas asesinas) para demostrar que aquellos que no son capaces de empatizar con el mundo sí que son capaces de empatizar entre ellos. Son incluso capaces de establecer lo más parecido a una relación de pareja donde la fidelidad se lleva hasta sus últimas consecuencias… Así que, entonces, es necesario preguntar: ¿son ellos los que no son capaces de empatizar con el mundo o es el mundo el que les niega toda empatía y les fuerza a vivir en los márgenes tanto sociales como emocionales? [Más información en la web de Sapristi]