‘Efecto Tame Impala’: dícese de las consecuencias que provoca la publicación de cada nuevo disco del grupo australiano, ya sea en forma de locura desatada en festivales en los que están presentes Kevin Parker y los suyos o de opiniones exacerbadas que se mueven entre polos opuestos rebosando positividad de un lado y remarcando cada defecto al detalle del otro. Esto es lo que ha sucedido, como era previsible, con “Currents”, considerado a partes iguales en foros especializados una obra maestra de nuestros días y un peñazo sideral y sobre el que recayó la complicada tarea de prolongar el brillante legado del anterior “Lonerism” (Modular, 2012), elevado al Olimpo del pop-rock psicodélico contemporáneo. Dicho álbum marcó un antes y un después en la carrera de Kevin Paker, erigido desde entonces en Rey Midas del pop fluorescente y del rock lisérgico moderno pero recubierto de una pátina clásica. Quizá para no quedarse encasillados entre esas dos coordenadas, Parker y sus compinches avanzaron en su momento que su tercer trabajo supondría una evolución de su conocida plantilla estilística al introducir una mayor cantidad de texturas y arreglos electrónicos. Su tema de adelanto, “Let It Happen”, así lo sugería. A lo grande, además.
Pero, una vez que se destripa “Currents”, esa intención se diluye, sobre todo si se compara con los resultados obtenidos por compañeros de ola como Unknown Mortal Orchestra, que siguieron un plan similar para dar un verdadero salto sintético en “Multi-Love” (Jagjaguwar, 2015). Es más, en “Currents” el rock bañado en ácido característico de Tame Impala se destila para llegar a las que, se supone, son las auténticas pasiones de Kevin Parker: el pop meloso de los 70 (“The Moment”, “The Less I Know The Better”) y el rock sinfónico baladístico de la misma década y principios de los 80 (“Yes I’m Changing”, “’Cause I’m A Man”) sintetizados en su particular laboratorio. En los pliegues de estos sonidos, las melodías azucaradas y adhesivas -hasta tal punto que, a veces, es imposible quitárselas de la cabeza (¿eso es bueno o malo?)- arropan reflexiones sobre sentimientos rotos y perdidos (échenle la culpa a Melody Prochet…). “Eventually” representa la cumbre de este proceso de caramelización sonora y lírica, un híbrido actualizado de “I’m Not In Love” de 10cc y “I Wanna Know What Love Is” de Foreigner. Luego, el r&b futurista y la melancolía cósmica rematan un envoltorio deluxe (tan perfecto que parece obra de un Kevin Shields versión 3.0) diseñado para derretir las conexiones neuronales y hacer levitar el cuerpo.
Sin el punch de antaño y tras tres álbumes, Tame Impala han logrado configurar un estilo inconfundible (pese a su falta de originalidad), con la aguda voz de Kevin Parker como centro gravitatorio. Y, de paso, han construido con “Currents” su catapulta hacia el mainstream y las audiencias masivas. Un objetivo legítimo, faltaría más. Pero si hace tres años el nombre de la banda se había puesto de moda sin empachar, ahora corre el riesgo de provocar hartazgo. Al igual que, para algunos -incluido un significativo número de fans de los australianos-, el mismo “Currents”.