Mucha gente ha hecho de la nostalgia su forma de vida. De hecho, el pop de nuestros días subsiste a base de ella, algunos grupos queriendo revisitar lo que vivieron en su día y otros inventando nuevas dimensiones paralelas a través de lo que han visto en la tele, escuchado en Internet o leído en revistas y libros. Jeremy Warmsley y Elizabeth Sankey instalaron su brillante y muy nostálgico «campamento de verano» en Condale, un lugar que se inventaron para titular su primer disco como Summer Camp, se llamaba «Welcome to Condale» (Moshi Moshi, 2011) y en él, además de darte la bienvenida a sus primeras canciones, también te invitaban a pasear por un delicioso pastiche de como era en su cabeaa ser adolescente en los 80. Por las tiendas de campaña y las orilla de los ríos de Condale se paseaba el mejor amigo de Claire Danes en «Es mi vida«, «Brian Krukow» y las «Heathers» de «Escuela de Jóvenes Asesinos» te guiñaban el ojo y echaban una foto con su cámara Polaroid; los chicos vestían beisboleras como en «Teen Wolf» y el highlight de cualquier chica era que la escogieran Reina de la fiesta de Fin de Curso (que tendría como tema «Canto Bajo El Mar» o «Playas Hawaianas«). Warmsley y Sankey conformaron una deliciosa banda sonora anclada en 1984 construida a base de retazos de lo que han absorbido de la cultura pop americana ochentera… Sin ser ellos de los USA ni nada de eso (ya que son del Reino Unido).
Pero ya sabemos que el verano no es eterno (lo estamos comprobando en nuestras carnes, aunque el calor esté siendo este año bastante reticente a irse), y en Condale ya han cerrado los bungalows y empieza a crecer el césped en la orilla. Arranca el curso y con él se alejan las alegrías veraniegas y toca encarar una nueva etapa… y crecer. Esta metáfora no es gratuita ni un recurso para que el texto sea más largo: Summer Camp han abandonado Condale y han llamado al disco igual que al grupo, una sucinta forma de decir que ha llegado el momento de hacer de la nostalgia una herramienta y no un objetivo como ocurría en su primer trabajo. De esta forma, la desbordante energía y el sonido descaradamente sucio de «Welcome to Condale» han dado paso a un conjunto de canciones más pulidas y más trabajadas pero también mucho menos inmediatas y burbujeantes. Summer Camp tenían esa cosa de «o los tomas o los dejas»: o entrabas en Condale y recogías la llave de tu bungalow de la mano de Molly Ringwald vestida de rosa hasta las cejas o mejor te quedabas fuera. Pero precisamente ese «qué se yo», el hecho de haber dado a luz un disco totalmente artificioso y de aires vintage, era su principal encanto. En «Summer Camp» (Moshi Moshi, 2013) la pareja sigue explotando las aventuras y desventuras de ser teenager pero sin el descaro anterior, como si las canciones no estuvieran escritas en el mismo 1984 sino como si las rememoraran hoy, con sus telillas y su poco efectivo recuerdo empañado.
No quieren que tengamos esa impresión, claro. Por eso incluyen en este nuevo disco una canción que se titula «Fresh«, que sigue conservando ese rollo de teenager sofisticada y que parece protagonizada por alguna de las heroínas pijas de las pelis de John Hughes que tanto les gustaba homenajear en «Welcome to Condale«. «Fresh» es, precisamente, pop fresquito sin pretensiones, un poco aniñado y con las dosis justas de jolgorio para bailar balanceándote de un lado a otro. Radiofórmula at its best. Viene justo después de un oponing muy winner, esa «The End» que abre con un oscuro pasaje electrónico que recuerda a algunos momentos del verano en Condale, que suena a banda sonora para escuchar en el radiocasette de un Cadillac mientras vas de un pueblo a otro a ver el partido de fútbol americano de los viernes noche, pero en lugar de quedarse en el revivalismo sonoro, entra por las sendas del pop más académico con línea de bajo a lo late New Order… y ahí se va a quedar durante el resto del disco. Es una canción mucho más elaborada que cualquiera de las que había en su anterior trabajo y, en general, todas las son.
Hasta la más simple (como la preciosa y muy minimal «Two Chords» o la balada a piano «Fighters«, que recuerda a los Unplugged de los 90 de la MTV) denota un trabajo de producción la mar de notable: no hay suciedad por ningún sitio y Elizabeth trabaja con esmero las voces y las letras. Pero luego viene, ¡ay!, el tramo central con «I Got You«, «Everything Has Changed» y «Phone Call» , que son tres canciones de pop bastante mediocre (de radiofórmula, pero esta vez mal) sin mucho donde rascar y entre las que es fácil empezar a hacer la compra mentalmente mientras suenan (yo lo he hecho). Por suerte, consiguen reconducir el ritmo en el tramo final con «Night Drive» y «Pink Summer» que, aunque poco o nada tienen que ver con temazos como «Better off Without You«, funcionan bien para dejar claro hacia dónde quieren orientar su sonido. La nostalgia está bien, claro, pero parece que a Summer Camp les ha llegado el momento de madurar y crecer y lo hacen sin sacar más réditos de lo necesario del sonido que consiguió convertirlos en todo un fenómeno del pop de la era internetil hace un par de años. Afortunadamente, lo hacen mirando atrás sin ira. Y eso siempre es bueno.