En 2008, David Vann publicó “Legend of a Suicide”, un libro de relatos de ficción que giraban alrededor del suicidio de su padre. Entre estos relatos estaba “Sukkwan Island”, una novela breve que aquí la editorial Alfabia ha publicado en solitario. Esta novela-relato narra la historia de un padre que, después de una serie de fracasos personales, decide pasar con su hijo de trece años una temporada en una isla inhabitada de Alaska, a la cual sólo se puede llegar en barco o en hidroavión, con la intención de volver a estrechar los lazos entre ambos. Dado este punto de partida, se ha comparado con “La Carretera” de Cormac McCarthy, pero en realidad la semblanza termina ahí, en el hecho de que los dos libros cuentan una historia de supervivencia protagonizada por un padre y un hijo, ya que estas dos obras tienen estilos e intenciones muy diferentes. Antes que nada, el estilo de «Sukkwan Island» es más clásico, neutro y neto, pero también perfectamente cuidado y evocador. Por otra parte, Vann, además de querer contar una historia de supervivencia física, se propone explicar una historia de supervivencia psicológica y se pregunta cómo se puede sobrevivir a una tragedia de la que uno se sienta en parte responsable.
Una vez padre e hijo llegan a la isla remota y salvaje y se instalan en la cabaña que el padre ha comprado con parte de sus últimos ahorros, el hijo no tarda en darse cuenta de que su progenitor no lo tiene todo tan bien planeado como le había hecho creer. Pronto advierte que las cosas van a ser más difíciles de lo que su padre le había explicado. Y además, cada noche, cuando ya han apagado las luces y se han metido dentro de los sacos de dormir, el hijo le oye llorar. Durante el día, el padre actúa cómo si todo fuera de maravilla, pero por la noche vuelven los llantos y el hijo no sabe qué hacer: se siente impotente e incómodo, pero también furioso y engañado, y quiere volver a casa pero se siente atrapado. Sin duda es una obra dura, pero no sólo porque la supervivencia en las condiciones físicas que les rodean se hace difícil, sino también porque la amenaza más grande a la supervivencia no viene del exterior, sino de su interior.
La relación entre padre e hijo, que está marcada por la incomunicación y el egoísmo, se va deteriorando hasta que llega a un punto insostenible. Lo que prometían ser unas vacaciones idílicas para reencontrarse se acaban convirtiendo en una pesadilla. Y es entonces cuando llega el giro trágico que es como un mazazo que lo pone todo patas arriba… Resulta que nos pensábamos que habíamos llegado al clímax de tensión, pero la verdad es que la cosa sólo acaba de empezar. Vann construye una novela realmente angustiante y casi claustrofóbica, en todo momento sabe mantenernos en suspense y con el corazón encogido. A veces, da la sensación de que es una obra llena de rencor, escrita para saldar cuentas, como un acto de venganza; quizás sea en parte esto lo que le proporciona tanta intensidad. Lo único malo es que al llegar al final (que es terrible y demoledor) no se pude evitar tener la sensación de que se quedaba cojo, que le faltaba algo. Me hubiera encantado poder leer los otros relatos que acompañaban la edición original para ver cómo se explora el mismo hecho desde puntos de vista distintos… De modo que lo malo de “Sukkwan Island” es que no hay más.
[Núria Casademunt]