Vaya por delante que, desde hace tiempo y hasta que se demuestre lo contrario, en esta casa somos über fans de &Other Stories. Explicar por qué ocuparía un post entero y no es plan… Pero básicamente diremos que, además de lo obvio que es la ropa (y que es bonita, funcional y con un estilo que oscila entre el minimalismo nórdico y el charme francés), nos enamora esa maravilla de tienda que han abierto en Passeig de Gràcia (y que antes ocupaba un aburridísimo Mango), nos flipan su línea de cosmética y su línea de accesorios (aunque los zapatos podrían oler un poco menos a United Nude wannabe) y su atención al cliente nos parece de lo mejor de Barcelona: desde lo atentos que son sus dependientes hasta la iniciativa de hacer ofertas y descuentos de forma periódica (compras una pijada y en la siguiente compra de bolsos te hacen un descuento del 20%, cosas así). &Other Stories nació con la intención de traer un pan debajo del brazo para la casa H&M (y compensar así la bajada de ventas de otras marcas como la propia H&M o COS) y, teniendo en cuenta la belleza de su espacio y su ropa, debería de ser así.
Esta intro apologética viene a santo de que la firma acaba de presentar una línea pensada para las próximas fiestas (sí, esas Navidades que ahora parece que están lejos pero que, como lleva diciendo mi madre desde mayo, «ya las tenemos encima«): una preciosa colección que, bajo el nombre «Celebration«, llega desde los talleres que &Other Stories tiene en París y Estocolmo y nos quiere hacer más fácil esa cosa tan molesta de tener que buscar looks fiesteros (tanto en ropa como en belleza) que sean a la vez molonguis, ajustados de precio y, sobre todo, muy reciclables en el futuro. La colección se pondrá a la venta a partir de noviembre y es un maravilloso festival de verdes esmeralda, jacquards y looks estilizados e impactantes que siguen en la línea de elegancia extrema que caracteriza a la línea más estilizada de la casa sueca en la que los vestidos estructurados conviven con los monos más cómodos y que se inspira en los interiores parisinos (con su suntuosidad ultradetallista y barroca), la sutileza de la moda neoyorquer (con sus looks rollo «me he caído de la cama así») y la belleza pragmática de la moda que viene del frío Estocolmo. Un sí rotundo con todas las (pocas) letras.