Ya va siendo hora de empezar a luchar contra la discriminación a aquellos que tienen pluma.. ¡Únete ya a la campaña #StopPlumofobia!
Si hay justicia en el mundo, a estas alturas ya te habrás encontrado de frente con la campaña #StopPlumofobia. Pero, por si no es así, vamos con una pequeña gran explicación, porque todo este bendito tinglado montado por el bufete creativo López Rekarte en colaboración con Apoyo Positivo, Estudio Atlas y Afioco bien lo vale. Empecemos por el principio: ¿qué es la pluma? O, hilando todavía más fino: ¿qué es lo que tradicionalmente se ha considerado la pluma? Fácil respuesta: el comportamiento amanerado y afeminado de algunos homosexuales. Tal cual.
El problema es que, en pleno siglo 21, igual que ya no se aplican los binomios de género y otras mandangas similares, tampoco podemos admitir una definición tan ramplona de pluma. Al fin y al cabo, nos encontramos en un colectivo, el LGBTIQ, que ha ido abriendo sus cimientos fundacionales (y fundamentales) para dar cabida cada vez a más definiciones, y por lo tanto la pluma ya no debería considerarse exclusivamente de homosexuales. Y eso es lo que vienen a decirnos #StopPlumofobia: que la pluma es tanto el amaneramiento de los gays como la masculinización de algunas lesbianas. Ambos comportamientos totalmente conscientes. Así que, si son naturales y conscientes, ¿por qué debería avergonzarse nadie de ellos?
Pues porque, como decía la canción, el mundo nos ha hecho así. Así de cabrones, así de programados para ridiculizar al que nos resulte ajeno y diferente. Al fin y al cabo, si te lo paras a pensar, desde el propio seno del colectivo LGBTIQ ha habido todo un proceso de «normalización» mal entendida: para ser aceptados por la sociedad, parece que la única opción ha sido actuar como aquellos que queríamos que nos aceptaran por mucho que eso significara extirpar nuestra singularidad. Demostrarles que un homosexual no tiene por qué ser afeminado ni una lesbiana ha de ser masculina. Y, en ese proceso, ¿qué ha ocurrido? Lo inevitable: que se ha enajenado a todos aquellos que entran dentro del cliché LGBTIQ que hace décadas era considerado «negativo» por la sociedad.
No, chiquis: no nos han «normalizado», sino que nos hemos camuflado y hemos desterrado a aquellos que molestaban con mayor intensidad en ese proceso de normalización. Porque, en serio, si te lo paras a pensar aquí y ahora, ¿no debería ser la pluma el arma de reivindicación por excelencia del reformado colectivo LGBTIQ? Ahora que ya no se pide la «normalización», sino la apertura mental a la hora de romper los binomios establecidos por el heteropatriarcado (es decir: hombre / mujer, hetero / gay, etc.), ahora que la cuestión es entender y asimilar conceptos como el gender-fluid o lo trans, ¿no es la pluma una forma más de luchar contra los binomios expuestos más arriba?
Definitivamente, un gay masculino no es mejor, sino que solo es más masculino. Y una lesbiana femenina tampoco es mejor, sino que solo es más femenina. Ahí es donde la campaña #StopPlumofobia se hace más necesaria que nunca… Por un lado, va dirigida a los de fuera del propio colectivo LGBTIQ, aquellos a los que les vendimos que un gay podía ser masculino y una lesbiana femenina y lo compraron, ¡joder si lo compraron!, porque era más fácilmente asimilable. Es hora de acabar con esos clichés, señores y señoras, y aceptar que la pluma existe, que está ahí y que no es el rasgo distintivo de una casta menor en la comunidad LGBTIQ. Ni mucho menos.
Pero, ojo, porque la campaña #StopPlumofobia no solo va dirigida a aquellos que se encuentran fuera de la colectividad LGBTIQ… ¡También a los que estamos dentro! ¡Y tanto que va por nosotros! Ya lo he dicho más arriba: nos hemos acostumbrado a percibir y juzgar la pluma como algo negativo. Yo mismo lo reconozco: hubo un tiempo en el que si alguien se dirigía hacia mi en femenino, podía llegar a partirle la cara. Y, ahora, sin embargo, esa práctica me parece una forma maravillosa de reclamar la absurdidad del género: ¿que alguien se refiera a un gordo con barba y extremadamente peludo en femenino? Hell yes!
No es esta, sin embargo, la tónica habitual dentro del LGBTIQ. Nos encontramos más bien en un colectivo que usa aplicaciones para ligar en las que directamente puede afirmar «no fems» y otras gilipolleces por el estilo. Estamos en una comunidad en la que se siguen escuchando juicios de valor como «mira, soy un hombre y, para follarme a una mujer, mejor me hago hetero» o «¿por qué tienes que ir de hombre si eres una mujer a la que le gustan las mujeres?«. Estamos en una colectividad que ha decidido que la pluma está bien para la fiesta pero no para la sociedad… Creando así un ghetto dentro del ghetto. Y eso no puede acabar bien.
Así que repito: abracemos todos esta campaña, porque está poniendo el dedo en una llaga abierta que no podemos seguir ignorando. Si te lo paras a pensar, tampoco nos están pidiendo tanto: nos piden que nos pintemos una uña, la del dedo corazón, y que hagamos un corte de mangas a la cámara para hacernos una foto que luego subamos a nuestras redes con el hashtag #StopPlumofobia. Tan sencillo, tan poderoso. Pero es que una cosa está clara: si no es por un acto tan sencillo y poderoso como este, la mayor parte de nosotros ni nos vamos a parar a pensar en algo como la plumofobia porque parece que siempre hay algo más urgente, más necesario. Y no. [Más información en el Facebook de #StopPlumofobia]