Stephin Merritt es uno de esos trovadores melosos, románticos y cancionistas que ha pagado justo por pecadores. El vicio maquiavélico con el que se ha endulzado al pop de autor en la segunda mitad de los 90 obligaba a artistas de su talla a posicionarse bajo la tempestiva ola de corrientes contiguas: o eras britpopero o eras nuevaolero o eras un indie que, años después, pondrías a bailar a todo el ejército de pastilleros de la música de club londinense. Merritt no hizo nada de eso. Se quedó en el molde, jugando la misma liga que Neil Hannon (a.k.a. líder de The Divine Comedy), Kurt Wagner (a.k.a. Lambchop), Stuart A. Staples (a.k.a. líder de Tindersticks) o Jeff Mangum (a.k.a. líder de Neutral Milk Hotel) pero sin contar, casi ninguno de estos, con el apoyo masivo (en parte por falta de filón accesible a la radiofórmula y en parte -y posiblemente más por esto que por lo otro- por malos manejos de la industria) que sí recibieron Belle & Sebastian o, más adelante, Micah P. Hinson, The National o Adam Green. Toda esa pose de crooner mal-violado ha hecho de Merritt un auténtico luchador de la melodía, debatiéndose entre el alambre y el apoyo mediático, y precisamente obras magnas como el ambicioso «69 Love Songs» (Merge, 1999) (un acierto y un preámbulo ocioso a lo que Andrés Calamaro haría después, aunque más excesivo y menos cuidado, con «El Salmón» -Warner / DRO East West, 2000-) o «i» (Nonesuch, 2004), dos auténticos ejercicios de óperas pop temáticas tan compulsivas como manieristas. Pop de orfebrería parido por uno de los songwriters en perfil eléctrico mejor valorado por los especialistas pero más ninguneado por la masa.
Afortunadamente, el tiempo ha ido recogiendo lastre y poniendo a Merritt en su sitio. A la par que discos menores pero muy buenos como «Distortion» (Nonesuch, 2008) y «Realism» (Nonesuch, 2010) han sido bien recogidos y que músicos como los argentinos Alvy, Nacho y Rubín rinden homenajes en porteñizaciones de las canciones más míticas de The Magnetic Fields en el disco “Alvy Nacho y Rubín interpretan a Los Campos Magnéticos” (Autoeditado, 2010), Merritt se ha animado tímidamente a despuntar una carrera solista paralela, bastante más tímida y con el consiguiente respeto de The Magnetic Fields, en la que discos como aquel fundacional «Eban and Charley» (Merge, 2002) (que era, a la vez que el debut como solista, la BSO del debut cinematográfico de James Bolton como director de la peli que daba título al disco) o el último hasta este «Obscurities» (Merge, 2011), «Showtunes» (Nonesuch, 2006), procuraron hacer de su persona una figura prolífica y muy dentada. Justo esas mismas tentaciones que en proyectos paralelos del caliz de esos tres primeros álbumes solistas o de grupos liderados por él mismo como The 6ths, Future Bible Heroes o The Gothic Archies, entre otros, son las que vuelve a aplicar en «Obscurities«, cuarto LP como solista del neoyorquino: una recopilación de rarezas obligadas para entender todo el legado posterior y actual del músico americano y, probablemente, el ejercicio más retroviral, opaco, new-wavero y depresivo en atmósfera pero vitalista, enérgico y confiable de todos los que ha editado bajo su nombre de pila y apellido propio, apenas unos meses antes de que The Magnetic Fields regresen a la palestra con un nuevo álbum de estudio. Coge aire.
Hay dos formas de leer esta cuarta placa solista de Stephin: como un cajón de sastre de caprichos encajados en un cajón de sastre donde todo vale y donde la mejor conexión existente es la de un progenitor común, el mismo Merritt; o como un álbum de buenas maneras pop que pasean por el semi-folk acústico de corte pop americano («Forever and a Day» o «The Sun and the Sea and they Sky«), el indie sintético con ínfulas de lo-fi antes del lo-fi («Rats in the Garbage of the Western World«), los ecos a los 80 mal balsámicos («Yet Another Girl» o «Scream (Till You Make the Scene)«) o los hits de power pop que no encontraron sitio en su proyecto madre («Beach-a-Boop-Boop«). En definitiva, estamos hablando de un trabajo que es tanto una cosa como la otra: descartes de los que Merritt aún permanecía enamorado, paridos entre 1994 y 1999, homenajes y parodias (según él mismo) a bandas como The Cure y/o Patsy Cline y que no tuvieron sitio en las publicaciones que, en su día, realizó tanto con The Magnetic Fields como con The 6ths, Buffalo Rome, The Gothic Archies o él mismo como solista pero que su carácter interminablemente caprichoso, orgulloso de sí mismo y convencido de que comulgan con cierta actitud moderna muy a pesar de la inevitable relación con escenas más propias de hace tres décadas y que, entiende, están conectadas, principalmente, por ese carácter nocturno, alevosamente sintético para lo que nos tiene acostumbrados y revestido de cierto aspecto de dark-pop, synth-pop, ambient-melódico y atmósferas abruptas de corte y confección. ¿Mi favorita? «You are Not My Mother and I Want to Go Home«: una maniobra escapista y convulsa, súper cutre, pequeña, emo, depressed-friendly, oscura y heredera tanto de la proto-electrónica como del post-punk primigenio. Caprichoso el muchacho. Y perfecto por donde se lo mire.
[Alan Queipo]
Stephin Merritt – «Forever and a Day» by TwentyFourBit.com