La sátira no está de moda… O, para ser más fieles a la verdad, la sátira no estaba de moda. Pero algo está cambiando. Este sano género literario que tuvo un auge realmente interesante en cierto punto del siglo pasado parecía totalmente en desuso a favor de otras prácticas menos sutiles, más frontales y (¿por qué no decirlo abiertamente?) exhibicionistas. Pero no puede ser casual que, por poner un ejemplo que nos queda cerca, el último Premio Biblioteca Breve de Seix Barral haya ido a parar a una sátira mayúscula como son las «Ávidas Pretensiones» de Fernando Aramburu (si quieres saber más sobre esto, por cierto, siempre puedes recurrir a este post). Y, sobre todo, si va a haber un nuevo auge de la sátira, este no puede rescindirse únicamente a la literatura: ha de hacerse extensible a otros formatos tanto o más válidos que el novelesco. Nos referimos al cine, sí, pero también al cómic. Y es precisamente una sublime adaptación a la viñeta del formato satírico lo que promete Stephen Collins en «La Gigantesca Barba Que Era El Mal«.
Con referencias ilustres que van desde Kafka hasta Lovecraft o Roald Dahl, lo mejor que podemos hacer para definir lo que se encuentra dentro de «La Gigantesca Barba Que Era El Mal» es recurrir a las palabras de los chicos La Cúpula, encargados de publicar a Collins en nuestro país: «Dave vive exactamente AQUÍ, en este lugar que da la espalda a un mar lleno de secretos. Todas las tardes, al volver de la oficina, se sienta en su escritorio, escucha canciones en bucle y dibuja lo que ve a través de su ventana. Entregado a esas rutinas, Dave se siente a salvo. Dave cuida el orden para que el orden lo cuide a él, pero a veces tiene la sensación de que bajo la pulcra alfombra de la realidad puede haber algo, un mundo oculto debajo de la piel, la bárbara memoria de lo que fuimos. Y se está despertando«. ¿Puede ser nuestra existencia una farsa? La respuesta está en esta sátira en formato viñeta obra y gracia de Stephen Collins. ¿Te atreves a revelar la mencionada respuesta?