Investigamos los orígenes y la carrera de la boyband rusa Steklovata para demostrar que fueron mucho más que los canelos del hit «Novi God».
Todo el mundo conoce a Steklovata. O, más bien, todo el mundo conoce aquel vídeo en el que cuatro chavalines rusos a cada cual más estrambótico y con orejas de soplillo cantaban una pegadiza canción celebrando el Año Nuevo recortados contra un croma que inundaba la pantalla de cascadas de copos de nieve multicolores y corazones y líneas que creaban destellantes espirales de figuras geométricas. Aunque el single fue editado en 2002, es en 2007 cuando el videoclip es subido a YouTube y se convierte en viral. En España fue el programa catalán “APM?” el encargado de popularizar dicho vídeo, pero el resto del mundo también quedó fascinado con ese pegadizo hit pop y, parodia tras parodia tras parodia, desde Alemania hasta Estados Unidos, desde Estonia hasta Brasil, “Novi God” de Steklovata se hizo mundialmente conocida.
https://youtu.be/xWa9sJzgM4A
No es de extrañar que “Novi God” se convirtiera en todo un fenómeno en Internet, pues entraña todo lo necesario para que algo se convierta en viral: una melodía pegadiza pero no molesta y unos elementos -los estilismos y gestos de los cuatro chicos, el croma antes mencionado, etc…- que colocan a todo el que vea el vídeo en una posición entre la risa y la fascinación absoluta. Pero, señores, señoras, San Fermines, lo que venga, en este artículo nos proponemos revelarles uno de los secretos más ignorados del universo: hay vida en Steklovata más allá de “Novi God”, y es un eurodance de puta madre… Además de una historia algo turbia también.
STEKLOVATA: DE ¿HUÉRFANOS? A FUGACES ESTRELLAS DEL POP. Reconstruir la génesis de la boyband rusa no ha sido tarea fácil, pues la información que no sea en ruso es realmente escueta, no sabemos ruso y el traductor de Google es una herramienta más bien limitada. Intentamos también ponernos en contacto con el productor y artífice de las letras y las melodías de Steklovata, el que es una verdadera leyenda del pop ruso en la década entre los 80 y los 90 Sergey Kuznetsov, pero no es que obtuviéramos mucho feedback. Aún así, escarbando entre comentarios de YouTube, extrañas redes sociales rusas y algunos de los rincones más oscuros del Internete, hemos podido reunir unos pocos apuntes informativos (aunque no del todo contrastados, así que, si hay alguien en la sala que conozca algo sobre Staklovata o pueda corregir nuestras afirmaciones, por favor que no sea tímido y de un pasito p’alante María).
No se puede, sin embargo, hablar de Steklovata sin hacer antes un pequeño excursus que empieza en 1986, cuando Sergey Kuznetsov, por aquel entonces director del circulo musical de la soviética ciudad de Orenburg, funda el grupo que lo convertirá en una pieza fundamental del eurodisco ruso y para el que compondrá y escribirá todas las canciones: Laskovyj Mai, una boyband cuyos integrantes serán escogidos por Kuznetsov entre los adolescentes del orfanato local. Aunque Kuznetsov abandonó el grupo en 1989, justo antes de su mayor éxito comercial (comparable en el mundo fuera de la URSS al de los Backstreet Boys), y aunque eventualmente lo acabarían dejando en 1992, le dio tiempo a facturar un buen legado de temazos de synthpop melancólico como este que sigue…
Igual la voz excesivamente recargada es un poco nay, vale, pero la base es yay, no nos seáis eurocentristas. En 1999, ahora sí, se produce el encuentro entre Kuznetsov y el treceañero Denis Belikin, a quien la ex-estrella del pop propondrá ser la voz principal de su nuevo proyecto Steklovata. El anónimo jóveno y el experimentado músico graban así una primera canción que irá, sin embargo, a engrosar el catálogo de Chernila Dlja 5 Klassas, otro de los grupos de críos amparados por Kuznetsov (habiendo sido imposible de encontrar el tema al que nos referimos sin mucho lloro, por eso, que así como Steklovata nos parecen más que válidos, lo que hemos oído de estos es salvable apenas por las bases; las voces son exageradamente empalagosas). Poco después, entra a formar parte del grupo el que será la segunda y definitiva voz de Steklovata, Artur Eremeev, y el dúo edita su primer disco -a nuestro parecer, discazo- homónimo en 2001.
Aquí es donde empiezan las controversias: antes de nada, ¿cuántos coño son Steklovata? En el vídeo que los hizo famosos mundialmente, «Novi God«, contamos a cuatro pelo-ceniceros: dos de ellos, en los extremos de la pantalla, identificables gracias a las fotos oficiales como Artur Eremeev y Denis Belikin; los otros dos, de aspecto algo más mayor y de mirada casi que carente de algún cromosoma, totalmente inidentificables. Sea como sea, de la unión entre Kuznetsov y estos chicos de extrarradio nacieron finalmente otros dos discos, «Осторожно–хрупкое» en 2002 y «Спецшколa» en 2005, aunque éste último sólo cuente con la participación del steklokid-ya-no-tan-kid primigenio Denis Belikin tras el abandono del proyecto por parte de Artur Eremeev.
Segunda controversia: un par de fuentes -algunas menos fiables, como Reddit; otras más, como el testimonio de un ex-fan ruso- apuntan a que también los chaveas de Steklovata se tratan de huérfanos cuya única familia es la banda y cuya única vida es el pop (fenómeno el de las boybands de huérfanos, a todo esto, se ve que harto extendido y popular en la URSS de los 80). Un comentario que enlaza un link roto y por tanto imposible de comprobar, sin embargo, apunta a que nuestros steklokids tienen todos padre y madre e están to’ japis con sus vidas… Así que ahí es donde nuestra investigación se quiebra.
En último lugar, cabe hacer hincapié en la no poco particular figura de Sergey Kuznetsov. No es del todo intrascendente la anécdota biográfica de que, a los doce años, y tras sufrir graves daños en consecuencia de la explosión de un detonador, tuvo una experiencia cercana a la muerte clínica que le obligó a permanecer un año internado en el hospital y con los ojos vendados. Tras su recuperación empezó a estudiar música, y desde una temprana edad demostró tener un grande talento como pianista, cualidad que pudo por fin plasmar con su primer proyecto Laskoviy May.
Las cosas se ponen extrañas cuando Kuznetsov abandona el grupo y, de 1989 a 2011, funda un total de once proyectos en los que huérfanos rusos se erigen como estrellas del pop, ejerciendo en ellos funciones de director musical, asesor de imagen, director de videoclips, manager y -citamos textualmente una amiga rusa que nos ha ayudado a recopilar información- “gurú espiritual”. Once proyectos musicales. Todos ellos formados por niños sacados de orfanatos. Una legión de niños huérfanos que ponen voz y cara a unas letras en verdad nada infantiles, para los que Kuznetsov se erige como guía espiritual. Cada cual saque sus propias conclusiones, pero no puede decirse que tal entresijo no suene inevitablemente algo crípi: semejante cantidad de proyectos musicales en veinte años es, sin duda, un torrente de creatividad asombroso; que estos once proyectos musicales estén protagonizados por niños sacados de orfanatos puede verse como una comprometida labor social y humanitaria… o como un «Hey, Sergey, leave those kids alone«.
Por desgracia desconocemos la situación rusa demasiado como para ahondar más en la trama, pero no estamos tan seguros de que -pese a sin duda librarlos de lo que pueda suponer pasarse la infancia en un orfanato- la mejor opción sea hacer de unos niños unas estrellas del pop que ni siquiera ven gran cosa de beneficios (según las propias palabras de Kuznetsov en esta entrevista, no tienen apoyo financiero más allá de la voluntad de cada cual) para que sean mera imagen y angelical voz de una figura que les es produce tal creatividad.
EL «BALKANDANCE» DE STEKLOVATA. La verdad es que, cuando nos disponíamos a redactar este artículo, no pensábamos detenernos tanto sobre la genealogía de Steklovata y la figura de su cabeza pensante y factótum (¿o seria mejor decir factótem?) Sergey Kuznetsov. Sin embargo -y pese a que solamos defender siempre una aproximación a cualquier obra artística sin que influyan los factores a ella externos para explicarla- creemos que, en este caso en particular, y vista la dualidad entre creador-Kuznetsov / intérpretes-Steklovata, no podíamos prescindir de escarbar todo lo posible en la historia de los segundos y algunos apuntes sobre la figura del primero. Pero ahora vayamos a la validez musical de dicha boyband más allá de la parodia que de ellos se hizo, que es lo que queríamos reivindicar en un principio…
A nuestro pesar, nos hemos encontrado nuevamente con una enésima limitación a la hora de abordar la discografía del grupo: si bien esté toda se supone que disponible en escucha y descarga gratuita en su página web, todos los malditos links conducen a una página que reza el frustrante mensaje «en mantenimiento» y es im-po-si-ble encontrarla por entero en cualquier otro lado. Por suerte, y aunque este artículo quede así simplemente una muestra parcial de la música de estos niños rusos, un buen samaritano al que rendiremos pleitesía cada día de nuestra existencia y del que ojalá supiéramos la dirección para enviarle una pizza cada domingo colgó en YouTube el primer y homónimo disco de Steklovata en su totalidad: ojú si estáis mal de la espalda, que al ponerlo casi que sale una pistola de la pantalla y os obliga a bailar.
«Steklovata» se trata en efecto de un disco de hit tras hit. Si normalmente el eurodance es cantado por voces femeninas para equilibrar el peso martilleante de las bases que una voz grave igual apelmazaría demasiado, aquí las dulces y aniñadas voces de Denis Belikin y Artur Emereev hacen lo suyo sobre bases de bombo y sintes en su mayoría aceleradas que, junto a unos estribillos pegadizos, superan con creces las expectativas que uno podría haberse hecho sobre Steklovata al escuchar «Novi God«. Con canciones que en ocasiones hasta se aproximan al trance en lo melódico-«Спит мокрый город (Spit Mokriy Gorod)» y «Кораблик (Korablik)«, la sexta y la última respectivamente, son buen ejemplo de ello- y ningún temor compositivo al momento de colar sonidos de trompetas o pianos de balada, «Steklovata» se planta como un disco que de ninguna manera merecería ser relegado a una chorrada de la que hacer parodia. Sus mayores fallos residan quizás en los temas más próximos a las baladas pop, como es el caso de «Прости (Prosti)«, pero la fuerza se recupera en cuanto engancha la ¿balcánica? «Кто придумал (Kto Pridumal)«: a menos que sufras de alguna degeneración muscular, dudo que puedas quedarte sin alzar el puño en alto siguiendo el ritmo.
No entender ni papa de sobre lo que se está cantando, sin embargo, lejos de desmerecer el disco igual hasta que lo magnifica… Y es que poco tienen que ver las letras con la invitación a mover el cucu que es «Steklovata«. Contrariamente a lo esperable por el eurodance, en el que se canta en general sobre ambientes hedonistas, sobre el enaltecimiento de amor y drogas y el baile, aquí tenemos poemas obra de Sergey Kuznetsov de todo menos alegres: amores que jamás volverán, imágenes heladas y algo sombrías, rivalidades entre amigos o sueños de venganza son solamente algunos de los temas sobre los que Kuznetsov hace cantar a los chaveas. Aconsejamos, pues, no intentar comprenden ni descodificar el disco y limitarse en cambio solamente a cerrar los ojos, escuchar y dejarse llevar por el vaivén de sintetizadores.
Sea como sea, y pese a que no podemos escuchar ahora a Steklovata sin pensar en lo escalofriante que nos parece Kuznetsov como señor, no nos queda más que ratificar una vez más que este dúo ruso es una perlaza por desgracia a muchos aún desconocida.