¿Es «Star Wars: El Despertar de la Fuerza» una peli que ya hemos visto antes? Puede ser. Pero también es un derroche de sentimiento, goce y emoción.
Hay que reconocerle a J.J. Abrams su amor, su culto referencial a las películas de su vida; y, por ende, la intención de plasmarlo en pantalla a través de sus films. Que Abrams tiene potencial, ideas y capacidad para desarrollar su personalidad cinematográfica queda más que demostrado, por ejemplo, en su propia «Misión Imposible» o en las dos entregas de «Star Trek«. Es decir, de alguna manera y, si él quisiera, podríamos hablar de una suerte de autor mainstream. La clave de todo, sin embargo, está precisamente en el término «querer», porque si hay algo que también caracteriza al cine de Abrams es una cierta aprensión o, si se quiere, miedo a “fallar” a su público. Le pasó en «Super 8» al querer crear una suerte de nuevos «Goonies«… Y con «Star Wars: El Despertar de la Fuerza» sigue la misma senda.
En este nuevo capítulo, Abrams pretende congraciar al público con la saga a través de una operación nostalgia. Una forma de decir: “Olvidaos de la trilogía de Lucas, aquí se va a volver a las raíces, a lo que es y nunca debió dejar de ser la saga”. Para ello, el director tira de manual y estructura y filma su película a la vieja usanza, prescindiendo incluso del abuso del CGi y dotando a la atmósfera global del film de un cierto realismo artesano. La puesta en escena es táctil, sensorial, aprehensible. Y a todo ello hay que sumar el mimo con el que se dibujan los personajes, conformando un panorama donde el fan de la saga se siente como en casa, en un universo que conoce y que le hace sentir cómodo.
La agilidad de la trama y la espectacularidad de los combates nos remiten a ese cine de aventuras que prescinde a veces de lógica argumental a favor de casualidades imposibles, pero siempre a favor del entretenimiento puro y duro. ¿Es por ello «Star Wars: El Despertar de la Fuerza» una experiencia satisfactoria? Sí, pero con matices. Con algunos «peros» que resultan significativos en cuanto consiguen reducir la potencia apriorística de la propuesta.
Quizás es demasiado arriesgado aseverar que este Capítulo VII es un film sin alma, pero desde luego adolece de riesgo, de pasión. Se nota en demasía el deseo de agradar a toda costa, sobre todo en el uso desmesurado del homenaje, del guiño indiscriminado a la trilogía original. En todo momento parece que la referencia sea necesaria para dotar de sentimiento cuando, a la hora de la verdad, resulta ser todo lo contrario, creándose así una suerte de aplastamiento argumental, de reboot / remake / remix hasta cierto punto innecesario. La conclusión es que, de facto, asistimos a una propuesta que es un déjà vu continuo que no puede ocultar la poca originalidad de lo que se nos está contando y que, por momentos, parece un catálogo de obviedades y previsibilidad.
Al final, «Star Wars: El Despertar de la Fuerza» parece más un film de reconciliación, más pendiente de no decepcionar a su audiencia que de contar verdaderamente una historia nueva. No obstante, y como resultante de dicho planteamiento, el film sí que consigue dejar en el aire ciertas incógnitas que, sin duda, avivan el interés por saber cómo serán desarrolladas y explicadas. En definitiva, este es un producto divertido y disfrutable pero, al mismo tiempo, y en cierto modo, fallido. Es más resultón cuanto más se le compara con la trilogía anterior, pero que sufre debido a la incapacidad de Abrams de discernir entre lo que es ser responsable y respetuoso y que la responsabilidad de estar a la altura de la saga más famosa de la historia te pese demasiado. Algo que, por desgracia, ocurre, se nota y se siente más de lo que hubiéramos deseado.
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