Tal como están las cosas en nuestro país, sería muy fácil calcar la introducción de nuestra reseña sobre el antepenúltimo trabajo de Sr. Chinarro, “¡Menos Samba!” (Mushroom Pillow, 2012). Bueno, realmente no: habría que multiplicar su tono negativo, ánimo protestante y fondo pesimista, porque en los dos años transcurridos desde entonces la situación ha ido a peor sin remedio. A la vez, también sería muy tentador reproducir el párrafo final de la citada crítica, dado el pésimo panorama que nos rodea y que los medios de comunicación nos escupen a la cara cada día. Más que nada, porque en aquellas líneas abogábamos por sentar a Antonio Luque en el sillón de presidente, algo que, al menos un servidor, sigue creyendo. Quién sabe, quizá nos iría a todos un poco mejor… Estas son meras elucubraciones y fantasías, aunque la metáfora se puede trasladar a lo sucedido los últimos tiempos en el universo chinarro: Luque ha decidido ocupar el asiento del gobernador para dirigir por su cuenta todas las fases del proceso de creación, producción, distribución y (escasa) promoción a través de su propio sello, VEEMMM. Y, extrapolando la alegoría de más arriba, surge la pregunta: ¿para mejor?
A estas alturas de la trayectoria de Sr. Chinarro, es probable que no tenga demasiado sentido buscar respuesta a tal interrogante. Resultaría más adecuado afirmar que, pese a los cambios administrativos, los rasgos definitorios -tanto musicales como compositivos- de Luque y su grupo se mantienen intactos: sonido bien trenzado y compacto y lírica elaborada, de poética nada convencional y alejada de los estándares acostumbrados en el panorama patrio pese a los malos tiempos para ello. Aunque con un matiz importante: en su nuevo disco, “Perspectiva Caballera” (VEEMMM, 2014), esos parámetros vuelven a situar a la banda en la etapa previa a su metamorfosis en “El Mundo Según” (Mushroom Pillow, 2006), noticia que alegrará a una parte de sus seguidores y disgustará a otra. Así que, en la mayoría del repertorio del álbum que nos ocupa, pueden ir despidiéndose de los Sr. Chinarro luminosos, practicantes de un pop diáfano e inmediato y permeables a la tradición sonora andaluza que relucieron en sus tres LPs editados en la presente década.
Al mismo tiempo, olvídense también de toparse aquí con el mismo Antonio Luque que disparaba más o menos directamente con ironía, acidez y mala baba contra la realidad y la actualidad de cada momento y algunos de sus protagonistas, acciones que parecen ceñirse ahora a sus certeros flechazos lanzados en las redes sociales. Aunque el sevillano bien podría ganarse perfectamente los votos del electorado gracias a los juegos de palabras, significantes y significados que pueblan uno de los cortes más briosos y resplandecientes del lote, “El Gato de S”. Excepción -junto a “Famélicos Famosos”– que confirma la regla expuesta anteriormente: estos Sr. Chinarro remiten a la época en que Luque manejaba una paleta sonora más sobria, crepuscular y tintada en blanco y negro y hacía malabares con un lenguaje críptico y salpicado de subterfugios textuales.
De este modo, con unas omnipresentes cuerdas -cortesía de Javier Sanchís (violín), Lucas Valera (violín) y Antonio Fernández (chelo)- adornando y otorgando enjundia al cuerpo del disco, “Perspectiva Caballera” funciona como un decorado cargado de claroscuros en el que Antonio Luque asoma profundo y resignado (“Droguerías y Farmacias”), dolorosamente romántico (“Nod”), mesurado pero afilado (“Mudas y Escamas”, “Ácido Fórmico”) y melodioso (“Mi Sapo” y “El Viaje Astral” están a la altura de los temas más simbólicos de la historia chinarra). Seguramente, antes de llegar al final del disco con “La Canción de Amor de Turno”, en la que Luque se pone metamusical para dinamitar el tópico que su título indica en un lúcido ejercicio de pop electrificado y expansivo, algunos oídos poco exigentes decidirán cruzar la puerta de salida de “Perspectiva Caballera” abrumados por sus formas sinuosas y su fondo aparentemente inconexo. Si fuesen conscientes de que, quizá, en este álbum se alojan la llave que puede abrir sus mentes y la clave para despejarlas de la negrura circundante, no practicarían dicho gesto. Y, de paso, se darían cuenta de que Luque continúa siendo el hombre a seguir -al menos, repito, para un servidor-. Vamos, Mariano, pásale el bastón de mando.